Bruselas.— El nudo gordiano de la política mundial no se encuentra más en el océano Atlántico, sino en el Indo-Pacífico, en donde las democracias occidentales y asiáticas buscan una respuesta a una China cada vez más asertiva.

A diferencia de la OTAN, que ha situado a Beijing como una clara amenaza para su seguridad, la Unión Europea (UE) no ha querido tomar partido en la creciente pugna entre Estados Unidos y China.

Sin embargo, Bruselas es consciente de que no puede seguir estática en una disputa entre titanes: corre el riesgo de terminar siendo un actor irrelevante en medio de dos polos de poder.

El agravio hecho a Francia por la rescisión del contrato de submarinos con Australia, a favor de un acuerdo de seguridad con Estados Unidos y el Reino Unido, parece ser el incidente que saca al club comunitario del letargo.

Durante años, Francia ha venido reclamando mayor autonomía europea en seguridad y defensa, así como la presencia del bloque en las aguas del Pacífico y el océano Índico.

El reemplazo del pacto entre Francia y Australia, por una nueva asociación trilateral de defensa conocida como Aukus, creada con el fin de preservar la seguridad y la estabilidad en el Indo-Pacífico, parece darle al Palacio del Elíseo los elementos para convencer a otros Estados miembros de que la región es vital para la soberanía y la prosperidad europea.

Por lo pronto, el torpedo lanzado al prestigio galo despertó la solidaridad al interior del bloque. A través de sus representantes, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el titular de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, denunciaron una “falta de lealtad” por parte de EU, al tiempo que invocaron mayor acción en esa superficie del planeta en disputa.

“Al reaccionar y expresar fuertemente su descontento, Macron quiere hacer de una crisis una oportunidad. Crisis porque en términos simbólicos es una pérdida de prestigio de Francia en el escenario internacional, pero al mismo tiempo le da una posibilidad de generar un discurso de autonomía estratégica”, dice a EL UNIVERSAL Gaspard Estrada, politólogo de la Universidad Ciencias Po, en París.

“Ante Donald Trump se posicionó como el líder que defendía el multilateralismo; ahora con Joe Biden, quien en un primer momento hacía muchas sobas al multilateralismo, pero estamos viendo que trata igual que Trump a sus aliados, va a hacer lo mismo, va a utilizar la crisis para que Europa mire hacia el Indo-Pacífico, pero sobre todo asuma una política de defensa autónoma”.

Desde su arribo a la Casa Blanca, el presidente Biden ha venido construyendo una alianza frente a la autocracia china. No fue casualidad que su primera cumbre multilateral como presidente fue en el marco del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, mejor conocido como Quad, un foro de seguridad integrado por EU, Japón, India y Australia. Al margen del tema de la vacuna y el clima, la agenda estuvo dominada por el desarrollo de nuevas tecnologías y la cooperación en seguridad.

Como único socio de la UE con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Francia no puede permanecer como un simple observador: tiene activos, intereses estratégicos y 1.6 millones de nacionales en la zona.

“Esa zona es de interés para los franceses por sus territorios, pero ante todo, porque es central en el conflicto entre China y Estados Unidos. Ahí es donde hay la mayor cantidad de tensión. Francia está muy atenta porque hay muchos intereses en juego de defensa, políticos y estratégicos”, sostiene Gaspard.

Pero para la UE hay mucho más en disputa que los propios intereses de uno de sus socios; en el Indo-Pacífico está en juego su carácter de potencia.

Los expertos advierten que si permanece como observador de la confrontación entre China y EU, terminará siendo un territorio más en disputa en esa rivalidad, un campo de batalla más entre superpotencias.

“Aukus es el casus belli que ha provocado que la UE comience a comportarse como bloque. En el pasado, esto se hubiera gestionado a nivel bilateral, pero ahora estamos viendo que la UE toma partido en defensa de uno de sus miembros”, explica a este diario Stefania Benaglia, experta en las relaciones entre la UE y Asia del Centre for European Policy Studies (CEPS).

“Estamos viendo que la UE está comenzando a aprender cómo apalancar su peso político en defensa de sus empresas, cualquiera que sea. Se trata de un cambio muy profundo, aunque sólo es el comienzo de una gran transformación”. Otro sólido paso en defensa de sus intereses tuvo lugar el 16 de septiembre, cuando la UE lanzó su estrategia de cooperación para el Indo-Pacífico, la cual marca un antes y un después en la política exterior comunitaria.

Si bien desde el Tratado de Lisboa de 2007 ha venido afinando su estrategia hacia la región, la velocidad con que ha comenzado a moverse el bloque no tiene precedente, considerando que está formado por 27 países y la voz ante el exterior requiere de unanimidad.

“La UE ahora comprende que para ser un actor global necesita salir de su zona de confort y tener presencia en el centro de gravedad, el Indo-Pacífico”, asegura la investigadora del think tank con sede en Bruselas.

“El haber dado ese paso a nivel institucional y poner todo su peso detrás para actuar auténticamente como un actor global supone un momento decisivo”.

Para la investigadora asociada al Istituto Affari Internazionali (IAI), la apuesta de la UE no es elegir entre China o EU, pretende presentarse como una alternativa a la tensión bipolar, sin llegar a oponerse a ninguno de los dos actores.

“Su posición no es una de oposición vis-a-vis un país, sino la de sumar a tantos países como sea posible, incluyendo a los más hostiles”.

Asegura que si la Unión no logra satisfacer el reclamo de muchos países que se encuentran atrapados en medio del conflicto, terminará obligada a tomar partido.

“Aún no sabemos cuál será el producto final, la marca exterior y de seguridad de la UE apenas está en proceso de elaboración, pero lo que sí puedo anticipar es que se caracterizará por la defensa de valores como el Estado de derecho y el multilateralismo, un comportamiento totalmente opuesto al de EU y China”, señala.

Los lazos entre la UE y Estados Unidos fueron dañados profundamente durante la administración Trump y más recientemente por la abrupta retirada de Afganistán. El caso Aukus añade incertidumbre a una relación que ha sido fundamental para la estabilidad. Pero intensificar la disputa por los submarinos sólo servirá a los intereses de China.

Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) con sede en Berlín, asegura en un análisis que no es demasiado tarde para realinear las diversas estrategias de las potencias occidentales: la francesa y la estadounidense-británica.

“En lugar de pelearse por los submarinos, las democracias occidentales deberían explorar cómo sus estrategias del Indo-Pacífico podrían complementarse entre sí en frentes críticos como la economía digital, el comercio y el cambio climático”.

“Lograr ese tipo de alineación podría proporcionar una base para atraer a otros socios importantes como Japón, Corea del Sur e India”. De lo contrario, advierte, China puede resultar el ganador estratégico.

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