El presidente de Estados Unidos, Donald Trump , tiene previsto reconocer hoy a Jerusalén como capital de Isr ael y pedir a su cuerpo diplomático que inicie el traslado de su embajada a esa ciudad desde Tel Aviv , en un gesto que desafía la historia de EU y la paciencia del mundo musulmán.

Para la Casa Blanca la decisión de Trump es simplemente la “reafirmación de una realidad”, tanto histórica como actual. Pero el simbolismo es significativo e implica un golpe al islam. El estatus de Jerusalén es parte crucial del conflicto entre israelíes y palestinos (y el mundo árabe, por extensión). Una decisión de esta naturaleza dañará el proceso de paz en Medio Oriente y desacreditará a Wa-shington como mediador válido, a pesar de que Trump ha dicho que está “comprometido con la paz”.

El presidente no ha cambiado de opinión desde su campaña electoral, cuando prometió el traslado de la sede diplomática a Jerusalén. De nada sirvió la presión internacional, empezando por el mandatario francés,

Emmanuel Macron, y terminando por todos y cada uno de los principales líderes del mundo árabe.

Trump llamó ayer a cinco líderes árabes para anunciarles su decisión, y todos ellos trataron —sin éxito— de disuadirlo. “Una decisión así destruiría el proceso de paz y arrastrará a la región a mucha inestabilidad”, le advirtió el presidente palestino, Mahmud Abbas.

Recep Tayyip Erdogan, el líder turco, señaló por su parte que la decisión es una “línea roja para el orbe musulmán” y amenazó con cortar de forma drástica relaciones con Israel. El rey Salmán, de Arabia Saudita —aliado de Estados Unidos en la región—, indicó que reconocer Jerusalén como la capital de Israel es una “flagrante provocación contra los musulmanes de todo el mundo”.

El símbolo definitivo será cuando Estados Unidos consolide el traslado de su cuerpo diplomático a Jerusalén, violando una resolución de Naciones Unidas, aislándose de nuevo del sentido mundial. Aunque “no será un proceso instantáneo” y puede durar meses o años, esta acción implica un antes y un después.

Los llamados a la revolución y revueltas en el mundo árabe han despertado la “preocupación obvia” en la administración Trump. Por el momento se ha ordenado restringir los viajes de estadounidenses en territorio palestino y se ha reforzado la seguridad en las embajadas en Medio Oriente. También se ha avisado a las tropas en la región de que podrían tener que actuar.

La representante de Política Exterior de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, advirtió a EU que “cualquier acción que mine” el proceso de paz en esa región “debe ser evitada totalmente”.

El presidente ruso, Vladimir Putin, expresó por teléfono a Abbas, el respaldo del Kremlin a la reanudación de las negociaciones entre los palestinos y los israelíes.

Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, indicó que António Guterres se ha mostrado contrario a decisiones “unilaterales” que pueden “menoscabar” la solución de los dos Estados.

“Siempre hemos considerado que el estatus final de Jerusalén debe resolverse a través de la negociación directa de las dos partes, basada en las relevantes resoluciones del Consejo de Seguridad”, afirmó Dujarric.

Jerusalén es considerada territorio sagrado por judíos, cristianos y musulmanes.

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