Madrid.- Al cumplirse seis meses de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la emergencia internacional por la pandemia, el panorama es desolador, porque el Covid-19 continúa expandiéndose en buena parte del planeta, mientras en otras regiones que creyeron superar la crisis sanitaria, el coronavirus vuelve a amenazar con una segunda ola.

Cuando el virus irrumpió en Wuhan, China, a finales de 2019, apenas se registraban unas cuantas decenas de contagiados.

El 30 de enero de 2020, cuando se proclamó la emergencia sanitaria internacional, había 100 casos fuera de China, sin un solo deceso; hoy, la cifra de casos a nivel mundial se aproxima a los 17 millones, con más de 664 mil muertes.

Luego de contaminar Asia, el Covid-19 fue desplazándose hacia el oeste, incrementando durante su recorrido el número de fallecidos y contagiados. En China, y a pesar de las drásticas medidas de contención, el virus sigue amagando con rebrotar en ciertas zonas del país, tras provocar la muerte de más de 4 mil 600 personas, una cifra que en su momento impactó, pero que ha sido opacada por los elevados registros que se produjeron posteriormente en otras latitudes. India tomó el relevo de China y actualmente es el país asiático con mayor número de afectados por la pandemia, con más de 33 mil fallecidos y un millón y medio de diagnosticados.

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Una vez asentado en Asia, fue Europa la plataforma elegida por el coronavirus para su expansión en occidente. A finales de enero llegó a Italia, aprovechando los atajos de la globalización. Y de ahí se desplazó a España, Francia y el resto del Viejo Continente. En Europa su comportamiento ha sido particularmente agresivo, sobre todo por la avanzada edad de la población, lo que potencia la letalidad del virus. Hasta ahora se ha cobrado la vida de más de 150 mil personas, y se mantiene activo en muchos países europeos. Entre los más perjudicados se encuentran Italia, España, Reino Unido y Francia que, a pesar de las medidas de choque implementadas para someter a la pandemia, incluido en ciertos casos el confinamiento de la población, se enfrentan a una segunda oleada después de relajar el control ante el retroceso del coronavirus.

En febrero, el Covid-19 saltó el Atlántico para, semanas después, convertir a América Latina en el epicentro de la pandemia, con Brasil como punta de lanza. Desde entonces, el recuento es desolador, tanto en decesos como en los destrozos económicos que presagian una crisis sin precedentes en la región.

EU tampoco ha podido escapar del coronavirus, que está cimbrando a la potencia hegemónica sin que por ahora haya señales de mejoría. El país es el más afectado a nivel global, con más de 4 millones 400 mil casos y más de 150 mil decesos.

A la vista de lo sucedido, resulta llamativo que Europa, primero, y América después no tomaran las máximas precauciones, luego de que el coronavirus comenzara a expandirse más allá de las fronteras chinas en un mundo interconectado y, por ello, mucho más vulnerable. Los gobiernos occidentales no reaccionaron a tiempo. Y cuando respondieron, la mayoría de ellos lo hicieron mal y tarde, por lo que el virus golpeó a Europa con una fuerza inusitada.

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Y después a EU y América Latina, donde algunos líderes, entre ellos el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, minimizaron inicialmente el alcance del coronavirus, mientras hacían alarde de una inmunidad ficticia. En una primera etapa, López Obrador, junto al presidente de EU, Donald Trump, y el de Brasil, Jair Bolsonaro, desdeñaron las dimensiones de la pandemia, con consecuencias funestas para los tres países.

López Obrador y Trump rectificaron finalmente. Pero Bolsonaro, a pesar de las elevadas cifras letales —más de 90 mil— y de haber sido contagiado él mismo, sigue menospreciando la epidemia.

Aunque el escenario era previsible, el continente americano tampoco supo anticiparse a la pandemia que ha dado un vuelco radical al mundo, desdibujando todos los mapas sociales. Las políticas erráticas, la infravaloración de la amenaza y la mala gestión de la epidemia son características que comparten muchos de los países de la región. Brasil, y en menor medida EU y México, destacan en los reportes internacionales como los países de la zona que peor han administrado la pandemia, debido sobre todo a la irresponsabilidad de sus gobernantes que, entre otras extravagancias, siguen desdeñando el uso del cubrebocas, cuya eficacia para prevenir los contagios está más que demostrada.

Sobre todo EU y Brasil, que suman cerca de 240 mil fallecidos, pero también México y Perú, que juntos superan las 60 mil víctimas mortales, siguen atrapados por una pandemia que todavía no alcanza su pico más alto, lo que hace prever que decesos y contagios proseguirán su carrera ascendente durante las próximas semanas. En contraste, la mayoría de los países centroamericanos, junto a Uruguay y Paraguay en Sudamérica, lograron evitar la colisión frontal con el Covid-19 y relativizar sus daños, aunque la amenaza no ha desaparecido del todo.

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Son muy pocos los países que han sorteado la situación con un saldo alentador. Entre otros, los del sureste asiático, Nueva Zelanda, Australia, Papúa Nueva Guinea, Mongolia, Finlandia y Noruega; también Japón, Israel y República Checa. Sin embargo, cuando algunos de ellos creían haber superado la prueba, temen ahora la llegada de una segunda ola de coronavirus.

Por ahora los países africanos, salvo Sudáfrica, no arrojan balances demasiado preocupantes. En este contexto, las contradicciones y errores de la OMS han contribuido al caos internacional. Primero sugirió el uso de guantes, que no se mostraron del todo eficientes; y luego recomendó las mascarillas, que anteriormente había menospreciado; también infravaloró la transmisión del virus por el aire. Las pifias de la OMS contribuyeron a su falta de credibilidad, lo que impulsó a muchos países a actuar por su cuenta y riesgo, con resultados impredecibles. EU, bajo la desconcertante batuta de Trump, decidió hacer oficial su salida de la OMS a principios de julio.

Con muchas fronteras blindadas y las economías en estado de shock, el turismo se ha derrumbado estrepitosamente a seis meses de declarado el estado de emergencia internacional. Un hecho que afecta sobremanera a países como España, donde el turismo contribuye con más de 12% al Producto Interno Bruto (PIB), pero también repercute muy negativamente en EU, Francia y México, ubicados entre los 10 primeros en captación de viajeros a nivel mundial. La mayoría de los ciudadanos están convencidos de que sólo la vacuna contra el coronavirus permitirá el paulatino regreso a la normalidad, pero para eso se necesitan varios meses, porque aunque los antídotos más avanzados se encuentran en la última fase experimental, se requerirán todavía muchas semanas más de prueba, probablemente hasta finales de 2020 o principios de 2021. Y después, la producción a gran escala y la distribución de las vacunas, cuyas muestras más prometedoras están siendo acaparadas por los países pudientes.

El director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ilustró el panorama actual cuando dijo que la pandemia se está acelerando, con un creciente número de casos diarios, aunque se ha estabilizado su letalidad. El Covid-19 sigue siendo igual de temido, pero se muestra menos mortal en la mayoría de los países, aunque este dato sea irrelevante para los que padecen aún los estragos de una pandemia que, además de doblegar a la sociedad, ha provocado la mayor crisis económica de la historia. A seis meses de haber sido identificado como amenaza global, el coronavirus continúa siendo el enemigo público número uno a nivel planetario.

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