Washington.— Tras un día de reflexión, la senadora Elizabeth Warren llegó a la conclusión de que su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, combatiendo con dos polos opuestos tan poderosos como los del exvicepresidente Joe Biden y el también senador Bernie Sanders, había llegado a su fin.

“Me dijeron que era una carrera con dos vías, una moderada y una progresista, y pensé que quizá no era el caso. Evidentemente estaba equivocada”, confesó Warren tras anunciar que abandonaba la contienda, dando luz verde a la pugna dual entre los líderes del sector moderado y progresista del Partido Demócrata.

La campaña de Warren, única mujer con remotas opciones de victoria que quedaba en la carrera, no pudo reponerse a unos decepcionantes resultados en las primeras paradas de las primarias y especialmente en los estados del Supermartes, donde llegó a quedar tercera en su estado de Massachusetts. “No hemos conseguido nuestro objetivo, pero lo que hemos hecho juntos ha hecho una enorme diferencia”, aseguró a sus seguidores.

Warren se fue de la carrera sin dar apoyo explícito a ninguno de los dos contendientes con opciones de victoria. “Necesito un poco de espacio y tiempo para pensar un poco más en esto. Tomemos un respiro; no tenemos que decidir en este minuto”, dijo.

Según un estudio de Morning Consult, los dos rivales recibirían un apoyo similar de los seguidores de Warren, con una ligera ventaja para el senador socialdemócrata. Tanto Biden como Sanders no perdieron el tiempo y, entre ataques directos entre ellos subidos de tono, trataron de seducir a un electorado que se dividirá y que se prevé fundamental para conseguir las mayorías necesarias para llegar a la nominación demócrata.

“La senadora Warren es la más feroz de los luchadores por las familias de clase media. Su trabajo en Wa-shington, Massachusetts y en la campaña electoral ha marcado una verdadera diferencia en la vida de las personas. Necesitábamos su voz en esta carrera y necesitamos su trabajo continuo en el Senado”, tuiteó Biden inmediatamente después de que ella anunció su retirada.

Warren acabó su candidatura, de corte progresista y basada en tener “un plan para todo” y animaba a “soñar en grande y pelear duro”, pero prometió seguir en la “lucha”, y especialmente hizo hincapié en las dificultades de romper el “techo de cristal” que permita que una mujer llegue a la presidencia de Estados Unidos. “En este ciclo electoral ha habido dudas legítimas sobre los retos de una mujer que quiere ser presidenta”, secundó la también senadora y excandidata presidencial Kamala Harris.

La salida de Warren confirma la involución demócrata de parecerse a la realidad diversa del país. “Una de las partes más duras serán todas esas grandes promesas y todas esas niñas pequeñas que tendrán que esperar cuatro años más [para tener una mujer presidenta]. Será duro”, lamentó una emocionada senadora.

Los demócratas empezaron hace más de un año vanagloriándose de tener la lista de candidatos más variada de la historia, con seis mujeres, cuatro afroestadounidenses, un latino, el primer aspirante abiertamente gay, 14 menores de 55 años que debían aportar regeneración.

El resultado final será una marcha atrás en el progreso en la diversidad de candidatos, un regreso a décadas anteriores que erosiona los avances de haber apostado por un afroamericano desconocido en 2008 (Barack Obama) y una mujer (Hillary Clinton) hace cuatro años. Las únicas dos opciones que les quedan, Biden y Sanders, son dos hombres blancos nacidos durante la Segunda Guerra Mundial. El mismo perfil monolítico del siglo pasado.

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