Ciudad del Vaticano.— El papa Francisco lavó ayer los pies a 12 reclusos en una cárcel próxima a Roma y los animó a evitar cualquier tentación de dominación y a ayudarse entre sí, a ser “más amigos y hermanos”.

El líder religioso se trasladó a la penitenciaría de Velletri (centro) para conmemorar el Jueves Santo la Última Cena del Señor y en su homilía, improvisada, recordó la importancia del rito del lavado de los pies, realizado por Jesús a sus apóstoles.

Francisco explicó que Jesucristo, a pesar de ser el hijo de Dios, llevó a cabo con sus seguidores este gesto propio de esclavos, que por aquel entonces limpiaban el polvo y la suciedad del calzado de las personas que visitaban las casas de sus amos.

“Sirvan el uno al otro, sean hermanos en el servicio y no en la ambición de quien domina o maltrata al otro. Esta es la hermandad. La hermandad es siempre humilde”, aseguró el Pontífice, para después subrayar que esta “regla del servicio” también afecta al alto clero. “El obispo no es el más importante, sino que incluso debe ser el más servicial”, puntualizó.

Francisco insistió ante los presos, pero también ante el personal de la cárcel y los guardias de seguridad, en que “el más grande debe servir al más pequeño. El que se siente más grande debe ser servidor. Es verdad que en la vida hay problemas, reñimos entre nosotros, pero debe ser algo pasajero. Porque en nuestro corazón siempre tiene que haber ese amor por servir al prójimo”, indicó. Francisco exhortó a los reos a no intentar dominarse entre ellos y hacer de sus peleas mutuas una “cosa efímera”.

Después, procedió a lavar los pies a 12 presos, nueve italianos, un brasileño, uno de Costa de Marfil y otro natural de Marruecos. Se arrodilló delante de ellos y, con una palangana y una jofaina de plata, lavó, secó con una toalla y besó los pies de los hombres.

Con su visita a esta penitenciaría el jerarca católico volvió a demostrar su especial atención hacia los presos, a cuya situación y reinserción hace referencia frecuentemente, y esta fue la quinta vez que acudió a una cárcel en Jueves Santo en sus siete años como Papa. La directora de la cárcel, Maria Donata Iannantuono, se lo agradeció al término de la eucaristía, al narrar ante el Papa las difíciles condiciones que se viven en el centro.

Las instalaciones, además, sufren una “grave carencia de policía penitenciaria” que provoca “duros modos de trabajo” a los agentes, incapaces a menudo de “garantizar adecuadas condiciones laborales a los trabajadores” y “derechos fundamentales a los reos”, denunció. Francisco, quien en los últimos días ha recibido una carta de los presos, saludó a los presentes en la misa, recibió algunos regalos y salió entre aplausos del centro.

También ofició la misa Crismal en la basílica de San Pedro del Vaticano, un rito que da inicio a la Semana Santa, según la tradición cristiana. Se dirigió al clero para animar a los sacerdotes a tocar “las heridas” de los fieles, a implicarse en sus problemas, situaciones y realidades. El Viernes Santo, Francisco dirigirá la procesión del Viacrucis alrededor del antiguo Coliseo de Roma.

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