La cita es en la Eskalera Karakola, un centro feminista histórico de Madrid.

Ruth, Isabel, María, Henar, Elisabeth, Chelo, Carmen, Patricia, Justa, Viri, Suky, dos Saras, Paula y Haizea. Mientras en la calle diluvia, 15 voceras de la Comisión 8M van tomando sitio en la sala, invitan a pasar a una amiga recién llegada con un bebé, preparan té y abren una caja de bombones. “Para celebrar que estamos todas juntas”, bromea Henar.

No es fácil que se reúnan tantas a la vez. Su actividad es frenética. Son el rostro visible de la Comisión que coordina la organización de la huelga feminista del 8 de marzo (8M) en España; pasan el día recorriendo Madrid para preparar una movilización que aspira a un seguimiento histórico, con más de 300 asociaciones implicadas y miles de mujeres colaborando por todo el país. “Hacemos triple jornada: laboral, llevar adelante la casa y la organización de todo esto”, dice Haizea. “Es mucho trabajo, pero recurrimos al sentido del humor, y nos cuidamos mucho entre nosotras”, comenta Justa.

Representan perfiles muy diversos. Algunas son veteranas militantes feministas, como Justa y Henar. Otras, como Patricia y Sara, son tan jóvenes que apenas vivieron en 2011 las manifestaciones del 15-M, que modernizaron el activismo en España. Hay españolas, latinoamericanas... “La lista de diferencias es enorme”, resume Haizea. “Algunas de nosotras tienen hijos, otras no quieren saber nada de familia; unas estamos desempleadas, otras trabajan, pero estamos juntas porque nos une la reivindicación de unos derechos y la denuncia de injusticias que todas hemos sufrido”, dice.

Son parte de una organización horizontal, sin líderes, sin delegadas: votan cada decisión en asambleas. Entre todas han conseguido que los atropellos a mujeres se hayan convertido desde hace semanas en el gran tema de discusión en los mercados, escuelas y oficinas de España. “Violencia machista, miedo, desigualdad en los salarios, discriminación laboral... Hablar sobre eso hace poco parecía minoritario, y hemos conseguido que se sitúe en el centro del debate”, defiende Ruth.

Prueba de ello, todas ríen al recordar una frase del presidente español, Mariano Rajoy, el pasado 24 de enero, cuando en una entrevista le preguntaron por la discriminación salarial de las mujeres. “No nos metamos en eso”, respondió el mandatario. Las voceras del 8M están orgullosas de que, un mes después, esa respuesta ya no sea imaginable, y el presidente dedicara una entrevista, el pasado miércoles, a la huelga feminista.

“Es el éxito de este movimiento”, dice Suky: “Y que mujeres que antes no pensaban en sí mismas como feministas se den cuenta de que estas reivindicaciones son las suyas también y trabajemos juntas para lograrlas”. Para demostrar que una sociedad sin mujeres no funciona, su protesta tendrá cuatro ejes: huelga laboral apoyada por los sindicatos, no asumir tareas domésticas ni de cuidado de familiares, no ir a clase y no consumir.

La preparación de un movimiento tan complejo comenzó hace un año. “Vimos que el paro de media hora que se convocó se nos quedaba corto y decidimos que, con tiempo suficiente para organizarnos y ofrecer seguridades a las mujeres que quisieran participar, podríamos hacer una huelga más grande”, explica Viri.

Empezó entonces una actividad constante, con reuniones por toda España. “La última fue en Zaragoza”, recuerda Isabel: “400 mujeres en un centro social sin calefacción, pasando frío, pero con un debate muy intenso, intentando conciliar nuestras distintas visiones del feminismo con mucho respeto. Las feministas podemos con todo, porque no fue fácil”. Justa le da la razón: “Somos un movimiento independiente, sin financiación, con muchas desempleadas, y a esas reuniones iba llegando cada una como podía, y dormíamos en el suelo. Hoy seguimos vendiendo insignias y bolsas para pagar los gastos”.

Con medios modestos y un fuerte sentimiento de justicia, aspiran a que, a partir de la próxima semana, se extienda la presión para aplicar soluciones concretas a los problemas que atenazan a la mitad de la población. “Y no lo hacemos desde el victimismo, sino reclamando lo que es justo”, repiten.

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