Las estatuas de escritores, políticos y reyes de numerosas ciudades españolas amanecieron ayer vistiendo mandiles de cocina con el mensaje: “Ahora haremos historia nosotras. #HuelgaFeminista8M”.

Es una más de la muestras de la visibilización que está alcanzando en el país la huelga de mañana con motivo del Día Internacional de la Mujer.

Están previstas protestas en más de 40 países, pero la movilización en España ha adquirido especial fuerza. Será la primera vez que el país celebre una huelga de 24 horas feminista, inspirándose en un parón similar en Islandia en 1975 al que se sumaron el 90% de islandesas.

La huelga está convocada por la Comisión 8M y la respaldan más de 300 colectivos feministas. Será a la vez una huelga laboral (las mujeres no trabajarán), estudiantil (no irán a clase), de consumo (no comprarán) y de cuidados (los hombres deberán asumir las tareas domésticas).

Una encuesta del diario El País sostenía ayer que 82% de los ciudadanos (entre ellos, 77% de los hombres) consideraba que la movilización está justificada por las injusticias que sufren las mujeres.

Las principales causas del descontento laboral femenino son la brecha salarial entre hombres y mujeres —de hasta 23%, según el Instituto Nacional de Estadística— y que las trabajadoras sigan siendo excluidas de los puestos directivos. En el campo social, protestan por la violencia machista —48 mujeres fueron asesinadas en 2017 por parejas o ex parejas—, y porque las mujeres trabajen en tareas domésticas el doble de horas semanales que los hombres —26 horas contra 14.

El éxito de la convocatoria será difícil de medir con los tradicionales criterios de participación, porque muchas mujeres han pedido a sus compañeros masculinos que ellos sí acudan a trabajar, para visibilizar mejor la ausencia femenina.

La iniciativa ha generado polémica y los sectores críticos la tachan de “divisiva”. También ha creado malestar en muchos sectores de la sociedad que el manifiesto de la huelga incluya ataques contra el capitalismo o los recortes públicos que pueden ser considerados como una apropiación política de las reivindicaciones feministas.

Entre los mayores críticos está el conservador Partido Popular (PP) del presidente Mariano Rajoy. Tras anunciarse la convocatoria, se hizo público un documento interno del PP en el que señalaba que la iniciativa está destinada a “romper nuestro modelo de sociedad occidental”.

A medida que el apoyo social a la huelga se hacía más obvio, Rajoy ha multiplicado sus apariciones, suavizando el discurso de su partido. Sin embargo, el malestar de los sectores más tradicionalistas es innegable. Ayer, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, generó un gran revuelo al declarar que “el demonio” está dentro de la causa feminista. En el otro extremo, el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, enfadó a los ultracatólicos al apoyar la protesta. “Hay que defender sus derechos [de las mujeres]. Lo haría también, lo hace también de hecho, la Santísima Virgen María”, dijo.

Independientemente del seguimiento de la movilización, el debate feminista se ha impuesto en el país. Decenas de miles de mujeres se han agrupado en redes sociales para organizarse y promocionar cambios en sus diferentes sectores laborales. Por ejemplo, más de 5 mil mujeres periodistas han firmado un manifiesto contra la discriminación, y presentadoras de todas las cadenas de televisión y radio seguirán la huelga en una modalidades de paro durante dos horas. Por su parte, algunas empresas anunciaron auditorías internas para evaluar desigualdades.

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