Bruselas.— Los 29 líderes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se reúnen este martes y miércoles en Londres para conmemorar los 70 años en operación del mayor pilar militar del planeta.

Sin embargo, lo que debería ser una fiesta en el Hotel Grove, en Hertfordshire, podría terminar convirtiéndose en un campo minado por opiniones encontradas sobre la estrategia, misión, relevancia y futuro de la organización.

La semilla de la división fue sembrada por Donald Trump incluso desde antes de su arribo a la presidencia estadounidense. El inquilino de la Casa Blanca no sólo ha calificado de “obsoleta” la organización, sino que ha combinado su desinterés en la Alianza con una campaña de presión para obligar a los aliados a aumentar su gasto en defensa.

Los miembros de la OTAN se comprometieron en 2014 a gastar en sus fuerzas armadas por lo menos 2% de su PIB para 2024. La Alianza Atlántica prevé que para este 2019, al margen de Grecia y Reino Unido, cuyo gasto tradicionalmente ha sido superior al mínimo estipulado, sólo cumplirán la meta Bulgaria, Rumania, Estonia, Polonia, Letonia y Lituania.

No está claro si los incrementos se deben a la intimidatoria estrategia de Trump, quien tardó en mostrar su lealtad al Artículo 5 de defensa colectiva, o al temor provocado por Rusia desde la anexión unilateral de la Península ucraniana de Crimea en 2014.

Todo indica que Trump mantendrá en Londres la presión. En la antesala al evento que incluye un banquete en el Palacio de Buckingham, la administración estadounidense anunció un sustancial recorte al presupuesto colectivo de la organización. Estados Unidos aporta 22.1% del financiamiento directo de la alianza atlántica, presupuesto que es utilizado, entre otros, para el mantenimiento del cuartel general en Bruselas, pero pretende reducirlo a 16%.

La administración Trump sostiene que sería en línea con el gasto del segundo mayor contribuyente, Alemania, que aporta a las arcas colectivas 14.7%, aunque en el fondo, la comparación parece injusta tomando en consideración que la economía estadounidense es aproximadamente cinco veces más grande que la alemana y cuatro veces mayor en términos demográficos.

La postura francesa

Pero la ministerial, la cual fue degradada de nivel cumbre a formato de reunión de jefes de Estado, no sólo podría verse ensombrecida por el volátil comportamiento de Trump. Como si hubiera perdido toda fe en el proyecto, el presidente francés, Emmanuel Macron, declaró el mes pasado que la OTAN sufre “muerte cerebral”. Además ha señalado que la alianza trasatlántica no debería considerar a China y Rusia como sus enemigos.

“¿Rusia es nuestro enemigo común, como escucho a veces? ¿Es el propósito de la alianza designarlos como enemigos? No lo creo. Nuestro enemigo común es el terrorismo”, asegura el Ejecutivo francés.

Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, país que se encuentra en la primera línea de fuego ante una eventual agresión rusa, calificó los señalamientos de irresponsables, al tiempo que consideró la postura de Macron como una amenaza para el futuro de la OTAN y la Unión Europea.

Al choque de puntos de vista sobre el “estado clínico” de la Alianza, habría que añadir la sensible disputa en curso con Turquía, que invadió el norte de Siria en octubre pasado ignorando los reclamos de sus socios europeos y el propio secretario general aliado Jens Stoltenberg.

Siria y los refugiados

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tiene previsto abordar durante la ministerial el espinoso tema de la operación militar en Siria y el controvertido plan para reubicar a los refugiados sirios.

La OTAN intenta comenzar una nueva década demostrando que no es una reliquia de la Guerra Fría y que es capaz de adaptarse para enfrentar las múltiples amenazas para la seguridad, desde el polvorín libio, hasta las capacidades de Moscú por infligir una guerra híbrida.

Ante el aislamiento de Washing-ton y la provocadora postura de Francia, las dos mayores potencias militares de la OTAN y de Europa, Alemania emerge como la principal defensora de la vitalidad de la alianza.

“La preservación de la OTAN es fundamental, incluso más que en la Guerra Fría. Por el momento, Europa no puede defenderse: dependemos de la alianza”, reconoce Angela Merkel, canciller de un país que se ha resistido a la escalada militar, después de todo, nadie le teme más a una Alemania militarizada que los propios alemanes.

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