La noticia sobre la invasión del ejército alemán a Polonia se esparció rápidamente por Europa el 1 de septiembre de 1939. Al mismo tiempo que los nazis conquistaban territorio, el llamado a la guerra era casi inevitable.

En el exterior, diplomáticos polacos buscaban evitar el conflicto a través del diálogo con las potencias mundiales; sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no había marcha atrás y lo único que podían hacer era formar alianzas para defender lo que quedaba de su país.

Este fue el caso de Henryk Stebelski, quien trabajaba como agregado comercial en la embajada polaca en Francia; desde esa posición participó en las deliberaciones para convencer a las autoridades francesas, siguiendo las instrucciones del gobierno polaco en el exilio en Londres, de declarar la guerra a Alemania.

“Desde la embajada ayudó a que las autoridades polacas se contactaran con el Palacio del Elíseo, con el objetivo de pedir a los franceses que entraran a la guerra, pero nunca contestaban. Pasaron tres días largos para que los franceses intervinieran en el conflicto”, relata Wojciech Stebelski, hijo de Henryk.

Wojciech comenta que la Segunda Guerra Mundial tuvo muchos rostros para los polacos: algunos tomaron las armas y se unieron a un ejército, pero miles fueron asesinados y esclavizados en campos de trabajo.

También hubo hombres como Henryk, quienes tenían formación política y diplomática, y su labor se concentró específicamente en tratar de negociar el fin del conflicto bélico.

Y aunque las conversaciones con Alemania y la Unión Soviética —las naciones que invadieron Polonia— no marchaban por buen camino, Henryk no bajó las manos y trabajó desde Francia y posteriormente en Lisboa, Portugal.

A pesar de su posición, él también sufrió la pérdida de muchos familiares y amigos cercanos.

“Mi papá hizo hasta lo imposible por sacar a su familia de Polonia, pero en esta época no se podía. Yo no tengo tíos porque cuando los rusos tomaron el país los llevaban a la frontera y los hacían matar, asesinaban a los intelectuales para quedarse con el territorio sin oposición”, explica Wojciech.

"La masacre de Katyn" fue el nombre que muchos historiadores eligieron para denominar al asesinato en masa de autoridades, intelectuales y civiles polacos por parte de la URSS; en este evento fue donde Henryk perdió a muchos de sus familiares.

Tras haber sufrido estas pérdidas y lograr poco a través de la diplomacia, el joven decidió viajar a Escocia para integrarse al Ejército del general Anders, un grupo de polacos exiliados que no tenían nada que perder y decidieron levantarse en armas.

En esta fuerza armada, que tenía su propio periódico oficial, Henryk fue utilizado como redactor, por lo que su actividad principal fue narrar las batallas y triunfos del grupo rebelde.

Durante seis meses realizó la misma labor, hasta que recibió la orden de viajar a India para que, aprovechando su vocación diplomática, consiguiera alimento para los soldados del ejército de Anders.

Al mismo tiempo tenía que recorrer todo el territorio de ese país y detectar a los refugiados polacos, juntarlos en un mismo lugar y después coordinar su envío a México, Australia y Sudáfrica.

“Mi papá juntó un grupo de 750 polacos, de los cuales 245 eran niños huérfanos, y se los trajo en un barco de guerra americano que anteriormente habían conseguido. De esa manera llegan a Estados Unidos, son trasladados a El Paso, Texas, y de ahí en un tren se van a León, Guanajuato, para instalarse en la Hacienda de Santa Rosa”, asegura Wojciech Stebelski.

Llegar a México, en 1943, se convirtió en una odisea para Henryk. Su hijo recuerda una de las anécdotas más memorables de ese viaje: “Entrar al océano implicaba un gran riesgo por los bombardeos, en ese momento estaba prohibido fumar en las noches para evitar que los descubrieran, pero en una ocasión alguien lo hizo. Afortunadamente no pasó nada, mi papá sólo tuvo que darle un buen castigo a esa persona para que no lo repitiera”.

Tras haber librado estos riesgos, y una vez instalados en Santa Rosa, Henryk viajó a la Ciudad de México para trabajar en la embajada polaca hasta 1946, cuando los comunistas tomaron el control del gobierno polaco.

A partir de ese momento el joven se dedicó al sector privado. Entre los proyectos que realizó estuvo la fundación de la cadena de farmacias Patria; organizó el XIX Congreso de la Cámara de Comercio Internacional en México; dirigió el Comité Coordinador de la Iniciativa Privada Mexicana, y fue parte del equipo mexicano cuando se estaba discutiendo la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).

En 1979, Henryk falleció en Cuernavaca, Morelos, un lugar que llegó a querer tanto como a su natal Polonia.

“Llegó un momento en el que mi papá ya no tenía a Polonia, pero tenía a México y trabajó para México. Procreó tres hijos mexicanos e hizo toda su carrera aquí igualmente. Él se sentía mexicano y hasta la fecha así nos inculcó, tenemos algo de polacos, pero también de mexicanos”, concluye Wojciech Stebelski.

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