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Siret, Rumania.— Omar Aviña y Guillermo Padilla se dieron cuenta de que la guerra iba en serio cuando escucharon el estruendo de las bombas que hicieron retumbar ventanas y edificios enteros.
Estos dos mexicanos, que vivían en distintas ciudades en Ucrania, decidieron salir del país con sus respectivas parejas. Lograron subirse al segundo autobús que consiguió la Embajada de México para evacuar connacionales.
El primero de los autobuses partió el 16 de febrero pasado rumbo al suroeste de Ucrania, pero en ese momento Omar y Guillermo dudaban que Rusia fuera a invadir. Hasta que empezaron los bombardeos.
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Omar estaba de visita en Ucrania para pedir la mano de su novia. Llevaba dos meses en el país y ahora regresará a Jacona, Michoacán, en compañía de su pareja. Guillermo está casado con una ucraniana y sale del país para rehacer su vida en la Ciudad de México o Querétaro, aún no lo decide.
“Bebé, ya empezó”
El 24 de febrero, a Omar lo despertó su novia con una frase que lo dejó atónito: “Bebé, ha empezado la guerra”. El mexicano, originario de Jacona, Michoacán, viajó hace dos meses a Ucrania para comprometerse con su novia ucraniana. No había visto necesidad de salir con el primer grupo de mexicanos a los que la embajada de México desplazó a Ivano-Frankivsk.
Incluso, su familia lo llamó desde Michoacán para pedirle que saliera de Ucrania porque la situación se complicaba.
Cuando el edificio retumbó, en medio del bombardeo, Omar y su novia empacaron a toda velocidad las cosas más indispensables y salieron corriendo de su departamento para refugiarse. “Corrimos hasta el Metro que está a una distancia de 10 minutos caminando. Ahí sentimos mucho terror y mi novia llegó un momento en que entró en pánico. Temíamos por nuestras vidas”, relató.
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Al interior del Metro, convertido en refugio antibombas, tuvo otra vivencia, y es que al querer cargar su tel éfono celular a la corriente eléctrica, le resultó imposible porque toda la gente quería hacerlo al mismo tiempo. “Ahí un policía me apuntó con un arma para que desconectara mi teléfono, porque no se podía hacer eso”, manifestó.
Omar levantó la mano entonces para que la embajada de México lo considerara y ser evacuado de la zona. Y eso también se retrasó. Salir de Ucrania les tomó una semana, porque las restricciones impuestas en la ciudad impidieron el desplazamiento por Kiev.

Vimos conocidos defendiendo sus vidas
El 25 de febrero pasado, Guillermo Padilla lanzó un llamado de auxilio a través del cual clamó por ayuda para poder salir de Ucrania. Se quejó de la falta de protección de parte de la embajada mexicana. Ayer salió de Ucrania. Y es que Guillermo estaba en la ciudad de Vasykiv, Ucrania, desde donde pidió ayuda. Alertó que su vida estaba en “inminente” peligro.
“Han sido días difíciles, angustiantes. Difícil escuchar las bombas, los disparos, ver a la gente que conocemos tratar de defenderse de este ataque que les está quitando sus vidas”, declaró al pie de la frontera de Rumania con Ucrania.
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Guillermo tenía año y medio de vivir en Ucrania, con su esposa originaria de este país, con quien regresa a México. “La vez que más miedo me dio fue cuando cayó una bomba cerca de nosotros, destrozaron un lugar de petróleo y estremeció el búnker entero”, relató.
En ese búnker se refugiaron unos días, antes de que pudieran volver a ver el exterior. Guillermo manifestó el sentimiento de frustración de ver que la gente, incluido él mismo, tiene que abandonar su vida.
“Me duele ver cómo se empieza a perder todo, gente que no quería pelear ahora tiene que hacerlo. No sé cómo están mis amigos, es difícil comunicarme con ellos. Fue muy difícil la salida. Ayer [martes] yo no sabía que iba a poder salir, estaba muy peligroso”, subrayó. Y es que durante las primeras horas de ese día todavía estaba encerrado en el búnker. Salió de éste para que, junto con su esposa, lo llevaran a la carretera, para poder interceptar el autobús con la Bandera mexicana.
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