En el gobierno de Donald Trump, una constante ha sido la estrategia de imponer la paz por la fuerza, y el mejor ejemplo fue el ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, luego del conflicto de 12 días entre Israel y la República Islámica.
Israel comenzó sus ataques, el 13 de junio, contra instalaciones atómicas, bases militares, mandos de las fuerzas de seguridad y contra científicos. Teherán respondió y lanzó varias oleadas de misiles, algunos de los cuales lograron penetrar el Domo de Hierro israelí, ocasionando la muerte de decenas de civiles. Cuando Estados Unidos entró al conflicto, atacó las bases nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán. Trump declaró que “nuestro objetivo era la destrucción de la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán y darle un freno a la amenaza nuclear planteada por el Estado patrocinador del terror número uno del mundo”. Teherán siempre ha insistido que sus investigaciones son con fines civiles.
Robert O’Brien, exasesor de Seguridad Nacional del actual presidente durante su primer mandato, escribió en Foreign Affairs que “los ataques estadounidenses contra las instalaciones nucleares iraníes (...) paralizaron la capacidad de enriquecimiento de Teherán sin llegar a una guerra a gran escala. La máxima presión está estrangulando financieramente a Teherán, privando a los aliados del régimen del dinero y las armas de las que dependen para sembrar el caos (...) la región se inclina hacia la estabilidad”.

Tras los ataques, Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), afirmó que causaron daños graves a las instalaciones atómicas de la República Islámica, pero “no totales”, contradiciendo a Trump, quien dijo que habían quedado “completamente aniquiladas”. Grossi declaró que Teherán podría tener “en cuestión de meses... unas cuantas centrifugadoras girando y produciendo uranio enriquecido”.
El mandatario de EU, quien incluso llegó a decir que merecía el Nobel de la Paz por acabar con al menos ocho conflictos, acusó a los medios de comunicación de “un intento de degradar uno de los ataques militares más exitosos de la historia”. El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Khamenei, expresó que EU “no logró nada significativo”.
Tras los bombardeos, Irán e Israel acordaron un alto el fuego.
Ivo Daalder, exembajador de EU ante la OTAN, publicó en Politico que falta “mucho de lograr una paz duradera (...) es probable que Irán intensifique sus esfuerzos para construir un arma nuclear, e Israel ha dejado claro que se reserva el derecho de atacar en cualquier momento si Irán reconstruye su programa nuclear o de misiles y sus defensas aéreas”.