Las investigaciones del caso Rusiagate se acercan cada vez más al Despacho Oval. Ayer se supo que el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, se convirtió en el primer miembro del gabinete de Donald Trump en ser interrogado por el fiscal especial del caso, Robert Mueller, a la vez que se revelaba que crece la posibilidad de que el propio presidente sea entrevistado por posible obstrucción y su conocimiento de la injerencia rusa en las elecciones.

Desde hace días se dice que el equipo investigador negocia con los abogados de Trump la forma y metodología de la entrevista: mientras unos quieren que sea cara a cara, la Casa Blanca busca responder por escrito. Los temas centrales son: la renuncia de Michael Flynn como asesor en seguridad nacional y el despido de James Comey como director del FBI.

El primero, que renunció presionado por sus contactos con emisarios rusos, se declaró culpable de haber mentido al FBI. Comey, por su parte, defiende que fue fulminado tras negarse a cerrar la investigación de los nexos rusos, lo que de ser cierto certificaría que el presidente obstruyó la justicia y se enfrentaría a una acusación de delito federal penado con hasta cinco años de cárcel.

No hay fecha para el encuentro, pero la presión es cada vez más fuerte para la administración Trump.

Ayer, The New York Times reveló que el pasado miércoles el equipo de Mueller entrevistó a Sessions, durante “varias horas”, una versión que fue confirmada por el propio Departamento de Justicia.

Sessions es investigado por su implicación en el despido de Comey (escribió un memorándum recomendando que se le echara); sus falsos testimonios sobre sus reuniones con el ex embajador ruso en Wa-shington, Sergey Kislyak, y su implicación en la campaña electoral de Trump. El actual fiscal, quien se recusó de la investigación del Rusiagate —hecho que enfureció al magnate y le retiró su confianza—, colaboró voluntariamente.

No fue el único descubrimiento sobre los avances del caso: el mismo periódico neoyorquino destapó que a finales del año pasado el fiscal especial entrevistó a James Comey.

El ex director del FBI le habría entregado memorandos y notas que tomó durante los pocos meses que duró en el cargo durante la administración Trump, en los que relató sus interacciones con el presidente y sus intentos de que se separara de la investigación sobre los lazos con Moscú.

A pesar de todo, Trump insiste en que no ha hecho nada ilegal. “No estoy para nada preocupado”, declaró ayer. Sus voceros mantienen que la Casa Blanca está cooperando con la investigación, y esperan que todo concluya en breve.

Sin embargo, el embrollo entre Trump y las agencias de inteligencia no acaba aquí. Ayer también se supo que el actual director del FBI, Christopher Wray, amenazó con dimitir por las presiones de la Casa Blanca para que despida a altos cargos de su agencia, que serían sustituidos por gente leal a Trump.

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