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Bruselas
Los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se reúnen hoy en Washington para conmemorar su septuagésimo aniversario. La ministerial a nivel de Ministros de Exteriores servirá para resaltar la historia de éxito de la coalición militar permanente más poderosa del sistema internacional, pero también para reflexionar acerca de un amplio abanico de amenazas a los intereses comunes.
“Será una oportunidad para recordar por qué la organización ha existido durante 70 años y por qué es necesaria y es más que un vestigio de historia”, dice a EL UNIVERSAL Jamie Shea, profesor de seguridad de la Universidad de Exeter y experto asociado del think tank Friends of Europe.
“Pero más que hacer un viaje atrás en la historia, la reunión de Washington es importante porque la Alianza tiene que mirar hacia el futuro”, indica.
El antiguo subsecretario de seguridad ante amenazas emergentes de la OTAN afirma que son cuatro los retos inmediatos emanados del actual entorno estratégico y que deben ser atendidos por los jefes de la diplomacia, al margen de cualquier controversia que pudiera generar el presidente estadounidense Donald Trump.
El resurgimiento de Rusia y el posicionamiento de China como poder militar en el espectro Eurasia suponen dos serios desafíos.
“Como indicó un ministro, en términos de la magnitud del desafío: Rusia representa [para la OTAN] un huracán, pero China es lo equivalente al cambio climático”, dice Shea.
El tercer dossier tiene que ver con la guerra híbrida en curso. Cuando los 12 países fundadores se reunieron en Washington el 4 de abril de 1949 para firmar el Tratado del Atlántico Norte, la misión primordial era la defensa contra la agresión procedente de un ejército externo.
Ahora toda el área transatlántica enfrenta retos más difusos, como el terrorismo, la delincuencia cibernética, la proliferación de fake news, la interferencia electoral y las operaciones encubiertas dirigidas a polarizar las sociedades occidentales.
“La OTAN debe preguntarse si tiene las herramientas necesarias para responder a las amenazas de la vida diaria y no sólo a aquellas convencionales, como suponen las armas de destrucción masiva, cuyo uso es menos probable”, indica Shea.
El cuarto capítulo tiene que ver con la defensa europea y la considerable superioridad militar y tecnológica de Estados Unidos frente a sus aliados.
Durante la últimas dos décadas, el gasto militar ha sido tema de fricción al interior de la Alianza, puesto que Washington ha cargado con el peso de la factura; no obstante, desde la llegada del republicano ha tomado otra dimensión debido a que la retórica del inquilino de la Casa Blanca ha llegado a poner en duda la doctrina de la seguridad colectiva.
“La crisis actual en la Alianza Atlántica es, sin duda, una de las más críticas que la organización ha conocido en sus 70 años de existencia”, sostiene Alain De Neve, investigador del Centro de Estudios de Seguridad y Defensa del Institut Royal Supérieur de Défense de Bélgica. “El claro deseo de Estados Unidos de distanciarse técnicamente de los poderes que pretenden revisar los balances militares mundiales, podría afectar la supervivencia misma de la OTAN como marco de cooperación en materia de seguridad”, agrega en un análisis sobre la amenaza que supone la superioridad tecnológica estadounidense para la solidaridad noratlántica.
Pero ante todo, continúa el experto, la supervivencia de la institución dependerá de que siga siendo capaz de “reprogramar su código genético” para asumir nuevas misiones. La habilidad para reinventarse ha sido la clave para que la OTAN siga siendo relevante para la paz global, siete décadas después de su nacimiento.
“Si hubiera permanecido como una organización enfocada sólo a las grandes amenazas, como las armas nucleares, probablemente no existiera, pero la OTAN ha sido capaz de transportarse y moverse a través del tiempo”, afirma Shea. “Ese es el argumento que explica su existencia y sobre el cual se basa el principio para que sobreviva otros 70 años”, apunta.
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