Hace unos meses, cuando celebraron su aniversario número 52 de matrimonio , Merle, de 86 años, y Dolores Tofte, de 85 años, vendieron su casa en Vancouver, , y se mudaron a una instalación de vivienda independiente donde era más sencillo encargarse de las tareas del hogar.

Unas semanas después de la mudanza, Dolores tropezó y se rompió la cadera. Cuando se recuperó en el hospital, se mudó a un hogar de acogida para adultos cercano que podría brindarle más atención médica. Su esposo, mientras tanto, la visitaba todos los días.

Aunque “Dee”, como le decían de cariño, sufría de Párkinson, su hija le dijo al 'Washington Post' que se había sentido mejor que de costumbre y que no estaba temblando en su fiesta de cumpleaños.

En esa celebración le partieron una torta de chocolate, pusieron globos y les dieron regalos: su esposo le dio un reloj de pulsera nuevo y sus hijos les dieron un conjunto de pijamas a juego.

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Pero después del cumpleaños 85 de Dolores, se empezó a sentir débil para ponerse de pie y para hablar.

Sin embargo, tuvieron que llevársela al hospital. Y cuatro días después, también a su esposo fue hospitalizado, pues tenía tos, fiebre y dolor de cuerpo. Dos días después, señala el diario estadounidense, ambos dieron positivo por el y su hija tuvo que ser puesta en cuarentena con su familia durante 14 días.

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Sus cinco hijos y sus cuatro nietos no pudieron visitarlos, a pesar de que los abuelos poco a poco iban empeorando.

El 'Washington Post' aseguró que Merle, quien tenía problemas respiratorios, fue colocado en un ventilador en el quinto piso del hospital. Mientras tanto “Dee” también estaba luchando, dos pisos más abajo.

Las noticias se volvieron críticas el 16 de marzo, cuando los médicos les informaron a sus hijos que la pareja tenía pocas horas de vida.

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Su familia tuvo que despedirse de “Dee” y Merle por FaceTime. El relato del diario dice que dos nietas les cantaron 'A Bushel and a Peck' de Doris Day, la canción de amor favorita de la pareja.

El 16 de marzo, menos de 10 días después de que Dee comenzó a mostrar síntomas, tanto ella como su esposo murieron en cuestión de horas.

"El hecho de que ambos se fueron juntos a pesar de que fue muy duro para nosotros, fue lo mejor para ellos. Si solo quedara uno, eso habría sido horrible", le dijo una de sus hijas al 'Washington Post'.

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Nadie en la familia pudo asistir al entierro y su hija menor tuvo que permanecer en cuarentena lejos de su familia durante 10 días más. No se enfermó, pero el aislamiento agudizó el dolor de la muerte de sus padres. "No puedo estar con mis seres queridos", dijo Taylor en Facebook.

La pareja fue enterrada vistiendo sus nuevas pijamas a juego, sin un funeral debido a restricciones estatales en grandes reuniones por el coronavirus .

Su familia aún no sabe cómo se contagiaron.

lsm

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