Las Vegas, Nevada.- En las elecciones presidenciales de Estados Unidos habrá 32 millones de latinos con derecho a voto, por primera vez la minoría más grande del país. Son 32 millones de personas con anhelos e intereses propios, una idiosincrasia muy particular, unas necesidades específicas. Una comunidad que los candidatos demócratas han visto que tienen que seducir para poder tener alguna opción de victoria, tanto en las primarias como en las generales contra Donald Trump.

“Los caucus de Nevada —este sábado— serán la primera competencia con diversidad [racial] en esta elección, con un tercio de la población latina, y será la piedra de toque de la significación del voto hispano”, dijo hace unos días Janet Murguía, presidenta de UnidosUS.

Según los cálculos de Voto Latino, habrá 4 millones de nuevos latinos que no pudieron participar en 2016, cuando Trump se refirió “a sus familias como criminales y violadores”. “Las cifras hablan por sí solas”, añadía Arturo Vargas, CEO de NALEO. “Los latinos están preparados una vez más para jugar un rol crucial”.

Los candidatos demócratas lo tienen claro. El senador Bernie Sanders, quien según las encuestas es el que más ha movilizado al electorado latino, tiene el sobrenombre de “Tío Bernie”. La también senadora Elizabeth Warren, que ayer empezó el día dando ánimos a sus seguidores para seguir tocando puertas y seduciendo a votantes indecisos, tiene a su lado a los hermanos Castro, Julián y Joaquín, excandidato presidencial y congresista (respectivamente) que son voces importantes en la comunidad latina.

Pete Buttigieg, el joven exalcalde de South Bend (Indiana), no sólo está emitiendo anuncios televisivos en español sino que, además, aprovechó su poliglotismo en el último debate para decir a los ‘soñadores’ que “este país es también su país”, en español.

Pero ¿cómo se moviliza a la comunidad latina para que marque la diferencia?

Miguel, fortachón y con hablar con claros dejes mexicanos —a ratos se le escapan “órales”—, tiene ante sí una tabla enorme llena de números y nombres. Descuelga el teléfono, comprueba tener el número correcto y marca.

“Es mala hora porque trabajan por la mañana”, dice, revisando en el reloj que es mediodía en Las Vegas y muchos de los latinos que intenta contactar están trabajando en los casinos que inundan la ciudad. Enclaustrado en su cubículo, es uno de la decena de voluntarios que ayudan a la Culinary Union, el sindicato más poderoso de Las Vegas, a movilizar cuantos más latinos mejor para que participen en los “caucus” del próximo sábado.

“No queremos que nadie tome la decisión por ellos. Queremos que cuenten, pues, que sean parte del procedimiento para que sepan qué está pasando”, cuenta a EL UNIVERSAL. Este año, la “Culinaria” (igual que hizo en 2016) decidió no dar su apoyo explícito a ningún candidato, algo que para Miguel es fundamental para movilizar todavía más a la comunidad, sabiendo que son imparciales y sólo buscan el bienestar del conjunto de los latinos.

En otro cubículo, Christian y su español desgastado y marcado por un claro acento anglosajón está por terminar una hoja de contactos: 45 números de los que solo la mitad respondieron. “A veces pasa que el buzón está lleno. Nada, sólo queda seguir llamando”, explica a este diario resignado, recostándose en su silla.

Casa por casa piden voto latino en Nevada
Casa por casa piden voto latino en Nevada

Un estudio de Latino Decisions y otros grupos de apoyo al votante latino descubrió el año pasado la importancia capital de los latinos en las elecciones de 2018 en cuatro estados de gran presencia de esta comunidad (Arizona, Florida, Nevada, Texas) para voltear hacia los demócratas distritos hasta entonces republicanos.

La maratón de llamadas organizada por la Culinary Union no convence, sin embargo, a Kevin García, quien cree en el contacto personal para la persuasión a los votantes latinos. A sus 19 años e hijo de chilangos, Kevin hace semanas que pasa con Ulises (18 años) y David (20) por el East Las Vegas tocando puertas, una a una, hablando con sus habitantes y tratando de convencerlos no sólo de que salgan a votar, sino que además lo hagan por Bernie Sanders, su candidato favorito.

Los tres adolescentes forman parte de Make the Road Nevada, una organización de activismo progresista alineado a las tesis de Sanders. Cada uno con su bolsa llena de panfletos en favor del casi octogenario senador, no titubean en decir que su principal razón para politizarse es dar solución al tema migratorio.

“Tengo una razón por la que hacer esto”, se justifica Kevin, quien por primera vez podrá votar. Eso no significa que haya despertado ahora su interés político: hace cuatro años ya hizo trabajo puerta a puerta (“canvassing”) y campaña por Hillary Clinton.

Los tres caminan desgarbados por las calles del este de Las Vegas, un barrio prominentemente latino de bajos recursos. “Lo malo del canvassing es que a veces es peligroso”, reconoce el joven, futuro ingeniero de sonido, con más de 300 horas de voluntariado a las espaldas por la causa.

La campaña de Sanders tiene una organización espectacular para este tipo de trabajo de calle, usando una aplicación del teléfono donde dice qué casas tienen que ir, cómo se llama la persona que tienen que persuadir.

Kevin se exalta con la poca participación de la comunidad que lo representa. “Tiene que participar más. En Estados Unidos, 54% de los latinos votaron en la última elección. 54%. ¿Dónde están los demás? ¡Pueden votar, usen la voz! Muchas cosas pueden cambiar”, grita.

Pasear bajo el sol de justicia del desierto de Nevada es agotador, y más cuando el resultado es pocas veces satisfactorio. La ratio de respuesta afirmativa muchas veces se queda en entre 2 y 8 confirmaciones de voto por su candidato de cada centenar de casas a las que llaman; muchas veces no responden, otras no se comprometen, otras no tienen interés.

Tanto él como sus colegas están hechos de otra pasta. Ulises, por ejemplo, bromea medio en serio que su objetivo es ser alcalde de Las Vegas. En las dos horas que comparte camino con los periodistas su ritmo es más lento de lo habitual y sólo han tocado una treintena de puertas del centenar que tenían asignadas. Sin embargo, el resultado es positivo: tras visitar casas donde no había nadie y dejar un panfleto y pasar por otras sin recibir respuesta, han conseguido que dos personas se comprometieran no sólo a participar el sábado sino, además,a apoyar a Sanders.

“Eso es lo más bonito”, sonríe.

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