¿Qué les dice a nuestros niños y niñas de hoy la palabra revolución? En mi caso, de pequeña tuve el privilegio de escuchar de viva voz de mi abuelo relatos de la gesta armada. Como el movimiento no llegaba a Chiapas, don Eduardo fue a su encuentro. ¡Faltaba más!

Si los niños y niñas de hoy tuvieron algún antepasado en la Revolución, tuvo que haber sido el abuelo de sus abuelos. Así la distancia generacional y la lejanía del suceso.

Los niños que en septiembre portaron el estandarte de Hidalgo y los vistieron como el cura de Dolores, el lunes pasado llevaron sombreros y lucieron los emblemáticos bigotes de Zapata. El tono de la piel de muchos niños mexicanos es, sin duda, idéntico al del Caudillo del Sur. Sus ojos azabache también.

En la costa de Oaxaca, la mayoría de los niños encarnó a Zapata. Tal vez los del norte del país vistieron el traje de Pancho Villa o en Coahuila les colocaron las abundantes barbas de Venustiano Carranza. ¿Y las niñas? A ellas las vistieron de soldaderas: adelitas, valentinas, jesusitas, rieleras, juanas gallo, así, con nombres genéricos porque casi ninguna mujer de la revolución pasó a la historia con nombre y apellido.

En la capital del estado de Oaxaca se suspendió el desfile aduciendo la emergencia, aún presente, de los efectos de los sismos de septiembre, pero no es la primera vez que no hay condiciones para desfilar en paz.

Para la fiesta cívica salieron a relucir los paliacates, las blusas de manta, los encajes y los holanes. Los colores vivos de las faldas combinaban con los listones enredados en las trenzas. Abanderadas que portaban con orgullo y gallardía el símbolo de nuestra mexicanidad.

Algunos niños revolucionarios desfilaron a pie; otros iban en caballos de cartón con crines de papel crepé. Muchas niñas llevaban el accesorio multifuncional que garantiza las manos libres: el rebozo. Esa prenda que acompañó a las mujeres de la Revolución y continúa siendo útil a las mujeres rurales de hoy en día. El rebozo permitió empuñar el arma aun llevando en la espalda al crío. Las niñas del desfile llevaban muñecas —casi todas rubias— emulando a sus antepasadas.

¿Qué explicación les dieron a las niñas y niños del personaje que representaban? ¿Cada pequeño Emiliano supo que Zapata luchó para que la tierra fuera de quien la trabajara, para que se repartiera, terminaran los latifundios y, con ello, las grandes desigualdades sociales?

¿Cómo explicarles a las niñas y niños de hoy que la revolución triunfó y que se repartieron las tierras pero que hay desigualdades que no se suprimieron? ¿Cómo explicarles que hay nuevos capitales buscando desarrollar megaproyectos sin consultar a los dueños de la tierra?

¿Cómo hablarles del referente remoto si tienen otro vivo y actual de personas que hoy están en pie de lucha? Los niños y niñas —que pude observar—, pudieron recorrer las calles. Otros niños no, porque las plazas centrales estaban ocupadas con protestas, como sucedió en varios municipios de Michoacán, o como en Culiacán, donde familiares de personas desaparecidas se incorporaron al desfile para exigir que se investigue el paradero de sus seres queridos. En 11 municipios de Chiapas, indígenas del movimiento en defensa de la vida y el territorio se manifestaron en contra de megaproyectos.

¿Cómo conciliar la reciente representación con la cruda realidad que les está tocando vivir a muchos niños en México?

Pocas veces las niñas y los niños están en el centro de nuestra atención. Este lunes salieron a conmemorar la gesta de generaciones pasadas para recordarnos el compromiso de la generación de adultos presente.

¿Si no nos mueven los niños, qué más puede conmovernos? ¿Si no son ellos nuestro motor, qué más puede impulsarnos a realizar acciones que impliquen heredarles un México mejor?

Directora de Derechos Humanos de la
SCJN. @leticia_bonifaz

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