En los años 80 la población argentina sufrió un trauma político que fue muy difícil de afrontar. Tras un golpe de Estado, una dictadura cívico-militar conocida como Proceso de Reorganización Nacional se instauró en el país y ejecutó un plan de exterminio de miles de ciudadanos opositores para establecer una política económica neoliberal. La mayoría de las víctimas fueron estudiantes, trabajadores, sindicalistas, docentes y militantes políticos.

Jorge Sivak, un banquero que, tras volver del exilio se suicidó en 1990, estaba entre ellos.

Ese relato, visto desde los ojos de su hijo Martín Sivak, se ve plasmado en el libro El salto de papá, publicado en 2017 y que ahora retoma la directora de cine argentina Daniela Goggi en la cinta El rapto.

“Decidí traerla a la pantalla por varias conjunciones personales, la primera es pensar cómo se atraviesan los duelos personales y los duelos históricos de un país, y por pensar en nuestros padres y madres, y cómo fueron atravesando tantas crisis en la Argentina y la transición de la dictadura a la democracia y eso fundó a una nueva generación”, dice Goggi en entrevista.

La cinta se sitúa en 1980 y sigue a Julio Levy, interpretado por Rodrigo de la Serna, un hombre que regresa del exilio político para reintegrarse en su empresa familiar, sin embargo, sus planes se alteran cuando su hermano (Germán Palacios) es secuestrado, obligando a Julio a ponerse al frente del negocio, al mismo tiempo que lidia con la operación de rescate. En esta labor descubrirá el lado oscuro de la nación aparentemente recién recuperada.

“De alguna manera tuve como niño la mirada de mi padre en ese entonces, y esta historia me permitió reflexionar sobre esos dolorosos años sobre una generación que fue tan golpeada por la historia argentina”, señala Serna.

El actor de La casa de papel considera que su participación como protagonista era un compromiso histórico e íntimo familiar que terminó cumpliendo.

La película, que acaba de estrenarse en la plataforma Paramount+, fue bien recibida en festivales de cine como Venecia y Toronto.

“Es un desafío para todas las cinematografías del mundo no parar los rasgos identitarios, sobre todo en un momento donde se ha globalizado tanto el streaming y todo está tan licuado de identidad y de singularidades… yo soy antiglobalista en ese sentido, sin embargo, un relato tan particular como este, que está tan marcado por tantas idiosincrasias y rasgos culturales argentinos, comunica una historia que es tan bien recibida por el público internacional, porque hay una universalidad en el relato y en la figura de Julio, que trasciende las cuestiones identitarias”.

El material que hay dentro de la novela sobre los hechos reales y detalles de cómo funcionaban los servicios de inteligencia entre la dictadura y que aún operan en la actualidad dio el marco a los creadores para contar esta película que se centra en la presión y la decepción de un individuo en representación del sentir de muchos ciudadanos.

“Es un relato existencial sobre la crisis de la mediana edad, que también está atravesada por un contexto histórico y eso hace que nos haga revisarnos desde el presente, porque las crisis históricas sociales, económicas e ideológicas no dejan de pasar”, destaca la directora.

“Ahora nosotros tenemos la edad de nuestros padres y nos estamos revisando y analizando sobre qué hacemos con las herramientas que ellos nos dejaron”, agrega.

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