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Una semana antes de los cambios que crearon una crisis en la administración Peña Nieto, una reunión privada en Los Pinos permitió asomarse a lo que pasaba en la alta política, y las salidas que se diseñaban.
“El problema, señor Presidente, es que nos dicen que su gobierno y los priístas somos un mismo equipo. Pero muchos no vemos que nos tomen en cuenta; no nos sentimos parte de su equipo”.
La acusación surgió el pasado martes 30 de agosto, en una larga comida de trabajo entre más de 200 diputados federales del PRI, el presidente Peña Nieto y su gabinete. Un día antes se había producido una reunión idéntica, con los senadores del partido oficial.
Diez diputados tomaron la palabra. Ocho de ellos bordaron en lugares comunes, dominados por el código genético priísta, que en no pocas ocasiones hace confundir la sumisión con disciplina y la falta de pundonor con institucionalidad.
Hubo expectación cuando tocó el turno al diputado Baltazar Hinojosa, quien apadrinado por el poderoso ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray, contendió por la gubernatura de Tamaulipas, pero fue derrotado ampliamente por el PAN.
Hinojosa ha dicho ante múltiples interlocutores que “fuego amigo” proveniente de la Secretaría de Gobernación hundió su causa. Esa tarde sin embargo, con el micrófono en mano, teniendo a la vista al secretario Miguel Ángel Osorio Chong, decidió deshacerse en elogios al Presidente.
Pero Yulma Rocha Aguilar, una modesta legisladora por Guanajuato, que ha sido regidora y diputada local por Irapuato, se quejó de que los delegados federales no apoyan las tareas de su partido, respaldan a dirigentes de otras filiaciones políticas y parecen más preocupados por su fortuna personal que por sus tareas. “Eso no es trabajar en equipo”, lamentó.
Palabras más o menos, fue respaldada por su compañero de bancada, Lorenzo Rivera Sosa, de Puebla, miembro de una familia que bajo las siglas del PRI ha dominado la vida política en la zona de Chignahuapan, donde ha sido alcalde, diputado local y también delegado estatal de la Sedatu. Minutos antes en los pasillos, Rivera había anunciado que hablaría porque el PRI “regaló” al PAN la gubernatura poblana.
La convocatoria para esos encuentros buscaba expresamente que Peña Nieto escuchara la opinión de los legisladores federales del Institucional sobre las derrotas electorales de junio pasado, y alternativas para un plan de reacción. Distribuidos en las mesas, secretarios de Estado atestiguaban circunspectos, lo mismo que el líder formal del PRI, Enrique Ochoa.
De acuerdo con asistentes a las reuniones, Ochoa tomó notas e intentó hacer un balance de los pronunciamientos. Al final, Peña Nieto habló para subrayar que había similitud en los quejas: los delegados del gobierno federal, un ejército de cientos de operadores con poder y dinero, trabajan de espalda al partido que los llevó al cargo.
El mandatario expresó que se revisaría ese tema y que habría que definir corregirlo “en las actuales circunstancias”. Acaso ese día confirmó la decisión que tomaría el pasado miércoles: Luis Miranda, personaje cercanísimo al Presidente, con fama de operador rudo, arribó a la Secretaría de Desarrollo Social, el espacio responsable de operar los programas sociales con el mayor impacto electoral.
Al finalizar las reuniones los legisladores formaron fila para despedirse de Peña Nieto y tomarse una fotografía. Sólo un puñado se acercó a su líder, Enrique Ochoa, cuya presencia es cada vez más fantasmal.
El nuevo dirigente del partido, considerado un brillante tecnócrata, de 43 años, fue impulsado al cargo por su cercanía con el citado Luis Videgaray, pese a carecer de las más mínimas credenciales en la vida activa del Institucional.
Desde que arribó al puesto inició un errático peregrinar por el país y en foros donde exhibe desconocimiento de los liderazgos, lastima a los gobernadores, se equivoca con frecuencia. Hace días saludó a su público en un estado, mencionado el nombre de otra entidad.
Una realidad compleja que ha encontrado Ochoa ha sido encabezar un partido bajo la línea de su padrino político Luis Videgaray, en un país con delegados federales que en su mayoría fueron colocados por el adversario político de aquél, Miguel Osorio Chong.
La salida de Videgaray del gabinete introduce una grave incertidumbre adicional sobre Ochoa Reza y parece anticipar un nuevo cambio, no lejano, en un partido que desde hace mucho tiempo parece haber perdido impulso y mística.
Un partido que ha optado por ser mudo, con un dirigente que ya antes lucía manco y ahora arrastra la siempre triste condición de huérfano político.
APUNTES: Josefina Vázquez Mota, fallida candidata presidencial del PAN en 2012, deshoja sus opciones ante la alternativa de ser aspirante al gobierno del Estado de México. Dirigentes de Acción Nacional aseguran que ella exige posiciones de diputados y senadores en las listas para renovar el próximo Congreso federal, incluso una senaduría para ella misma si pierde. Otro tema que la detiene es que tendría que abandonar el programa de apoyo a la comunidad migrante en Estados Unidos que encabeza con un millonario financiamiento con fondos federales. ¿Hacia dónde va Josefina?
rockroberto@gmail.com
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