Como ocurrió hace seis años, con la designación de Eruviel Ávila como candidato oficial, el PRI camina en el Estado de México hacia la más difícil aduana en el proceso para renovar la gubernatura: su problema no será encarar a la oposición, sino dirimir la correlación de poderes entre sus grupos internos.

Tres actores dominan el escenario del oficialismo, que en el mínimo lapso de cinco años se ha modificado hondamente: Eruviel Ávila ya no es el político populachero proveniente de las barriadas de Ecatepec, sino que gobierna con razonable holgura el segundo estado más importante después de la capital del país; Enrique Peña Nieto ya no es una estrella ascendente, sino presidente de la República. El tercer personaje, Arturo Montiel, no es el ridiculizado aspirante presidencial en 2006, sino el ex mandatario estatal con mayor peso en su entidad.

Un nombre más, de última hora, parece ineludible en este horizonte inicial: Luis Videgaray, malogrado secretario de Hacienda, con enorme influencia en el gobierno de Peña Nieto, aliado de Eruviel Ávila y que se perfila a ser una suerte de “comendador” del proceso de sucesión mexiquense.

La cada vez más reducida lista de precandidatos priístas viables para disputar la gubernatura da cuenta de diversos bloques: Con la marca Peña Nieto: Alfredo del Mazo Maza y Carlos Iriarte, ambos miembros de la clase política dorada de la entidad. Con el sello Montiel-Ávila: Ana Lilia Herrera Anzaldo, senadora con licencia y secretaria estatal de Educación.

Por último, con los colores Ávila-Videgaray, José Manzur, ex diputado en San Lázaro, donde fue presidente de la estratégica Comisión de Presupuesto, por indicaciones de Videgaray, quien en 2014 lo impulsó a su actual cargo de secretario general de Gobierno. La sonada renuncia en Hacienda parece minar a Manzur, de suyo en problemas desde que el primer día de este mes se reveló como el hombre más rico del gobierno estatal, incluso por encima del gobernador, pese a que toda su vida la ha dedicado a la política.

De esta suerte, el nuevo descarte dejaría a sólo tres corredores: Herrera Anzaldo (Ciudad de México, 1971), que de trabajar en la sala de prensa del Senado en los años 90 pasó a multiplicar puestos de la mano de Montiel. Iriarte Mercado (Huixquilucan, 1967), desde 2003 parte del llamado grupo de Golden Boys creado en torno a Peña Nieto en el Congreso estatal. Y Del Mazo Maza (Toluca, 1975), primo del Presidente, nieto del ex gobernador Alfredo del Mazo Vélez (19454-1961) e hijo del ex gobernador Alfredo del Mazo González (1981-1986). Considerado junior de la política, encara la animadversión de un segmento importante de su partido, dentro y fuera de la entidad, lo que incluye al ex presidente Carlos Salinas, enemigo histórico de los Del Mazo.

Resulta difícil imaginar una mayor diferencia de origen entre Del Mazo e Iriarte, nacidos en pañales de seda, con estudios en el extranjero, y Eruviel Ávila, cuyos padres no terminaron la primaria y que siendo adolescente trabajó como cobrador en ruinosos autobuses de la zona conurbada.

Salvo que puedan “pescar” a un priísta resentido con capacidad de convocatoria, es predecible que los partidos de oposición en el estado mantengan el perfil que arrastran desde hace años, que los reduce a enclaves municipales dentro de un esquema de cooptación y mansedumbre dictado desde el Palacio de Gobierno en Toluca.

La novedad será ofrecida por la participación de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, quien ya adelantó su designación de candidato —un acto que asume como personalísimo— en la persona de Delfina Gómez, que ganó su actual diputación federal y fue alcaldesa de Texcoco, pero fuera de ello, una virtual desconocida.

El PRD en la entidad está dominado por la corriente Alternativa Democrática Nacional (ADN), creada a inicios de los 2000 por Héctor Bautista López, actual coordinador de la fracción de su partido en el Congreso local; ex alcalde de Nezahualcóyotl, ex senador y ex diputado federal de 2003 a 2006, lapso en el que coincidió como legislador con Peña Nieto, éste en el ámbito estatal (2003-2005).

Bautista y sus aliados se han opuesto a las alianzas partidistas alegando principios ideológicos, pero su comportamiento político —como ahora en la Cámara local— permite describirlos simplemente como compañeros de viaje a sueldo de gobernantes, en el Estado de México y en otras entidades.

En ese mismo estanque abrevaba el ex dirigente estatal del PAN, Óscar García Martínez, hasta que el 29 de agosto pasado una revuelta interna obligó a la dirigencia nacional de Ricardo Anaya a inducir un proceso de relevo del que salió triunfante Víctor Hugo Sondón. Este se ha dado a la tarea titánica —y quizá finalmente inútil— de convencer a Josefina Vázquez Mota para postularse. De lograrlo, podría hacer competitivo a un partido que arrastra haber obtenido un lejano tercer sitio y apenas 12% en la pasada elección de gobernador, en 2011.

Este es el Estado de México que el pasado día 8 arrancó formalmente su proceso electoral con rumbo a los comicios de 2017. Mucho agua y tinta correrán antes de eso.

rockroberto@gmail.com

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