Cuando hace justo un año llegaba a su clímax el escándalo por la Línea 12 del Metro y se denunciaba malversación de fondos federales en la obra, Marcelo Ebrard llegó a la Secretaría de Gobernación para preguntar si estaba en el interés de la administración Peña Nieto sepultarlo políticamente, incluso llevarlo a la cárcel.

“Estás en la oficina equivocada; voltea a ver a tu antiguo despacho”, le dijeron, de acuerdo con fuentes cercanas a los protagonistas.

Ebrard se retiró de las oficinas que dirige Miguel Ángel Osorio Chong, un viejo conocido desde los tiempos en los que ambos, junto con Enrique Peña Nieto, gobernaban sus respectivas entidades. Reiteraba su convicción de que la ruptura política con su sucesor en el Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, es irreversible.

Esa pugna, alimentada por ambas partes, acicateada por colaboradores cercanos, ha tenido episodios desde las semanas finales de 2011, cuando Mancera se constituyó como el tercero en discordia ante el “Plan A” y el “Plan B” de Ebrard para relevarlo en el DF: Mario Delgado —bloqueado por el PRD— y Alejandra Barrales —vetada por Andrés Manuel López Obrador. Mancera, el “Plan C”, fue postulado por el PRD en enero de 2012, arrasó en los comicios de ese año y da pasos —dubitativos, pero pasos— para postularse a la Presidencia en 2018.

Testimonios recogidos apuntan que Ebrard buscó imponerle a Mancera decisiones, estrategias y equipos de trabajo. Cuestionaba su capacidad, su escaso conocimiento de la ciudad e incluso su estilo de hacer bromas en momentos incómodos. “Deberías ser más serio”, le sentenció Ebrard en más de una ocasión, ante testigos, cuando Mancera ya era jefe de Gobierno electo.

Mancera reviró con varias decisiones adversas a Ebrard, entre ellas una que constituyó un golpe certero: reclutó en secreto al principal operador de Marcelo en la ciudad, Héctor Serrano, a quien aquél había proyectado desde posiciones administrativas mediocres hasta la Secretaría de Gobierno en la capital. Serrano prestó servicios valiosos a Mancera desde la campaña, y fue ratificado en el cargo al arranque de la actual administración, desde donde ha sido el autor de muchos de los trabajos de demolición política contra su ex jefe.

Apenas hace tres años —siendo uno de los 5 políticos más influyentes del país— se describía a Ebrard como candidato inminente a la Presidencia de la República. Excedería este espacio describir por qué declinó disputar a Andrés Manuel López Obrador la postulación de 2012. Es una historia de pragmatismo político —la izquierda se desgarraría entre ambos—, pero también de lealtad para con el hombre que en 2000 lo rescató para la política grande; que en 2002 lo hizo secretario de Seguridad Pública, y que en 2005, tras la tragedia de Tláhuac que le costó el puesto, lo retuvo como secretario de Desarrollo Social.

Ebrard se perfiló después como eventual líder nacional de su partido, el PRD; aspirante a diputado federal, renunció a su militancia perredista, se acercó a Movimiento Ciudadano (el quinto partido en su vida política)… Hoy no tiene candidatura alguna, ni partido, ni futuro fácil a la vista. Esta semana viajó a Francia en una especie de autoexilio, aunque oficialmente haya dado otros argumentos.

La enfermedad que conserva virtualmente retirado de la vida pública a Manuel Camacho privó a Marcelo también de su ex jefe, principal operador y guía durante casi 40 años. En 1977 Camacho fue su profesor en El Colegio de México; en 1979 lo convenció de entrar al PRI, y en 1981, lo introdujo a los salones de la alta política en la campaña presidencial de Miguel de la Madrid. Otro viejo aliado, Manuel Mondragón y Kalb, cercano a la familia Ebrard desde los años 50, tampoco se halla en condiciones de dar nuevas batallas en favor de su amigo.

Son muchos los que auguran a Ebrard un retorno a la escena política nacional, incluso si sus escenarios siguen exhibiendo mayor deterioro. No faltan las voces, sinceras o cooptadas, que piden para él cárcel ante el escándalo de la Línea 12 —la cual exhibe lo mismo argumentos jurídicos sólidos que evidencias de revanchas políticas. Muchos más sin embargo, estiman que este episodio se halla agotado; que en esta batalla ya existe un ganador y un perdedor claros.

Pero en política no hay derrotas ni triunfos para siempre. Desde Francia o desde donde se encuentre, Ebrard seguramente ha empezado a tejer —en soledad, como acostumbra— su apuesta para el futuro.

APUNTES: Carlos Navarrete, presidente nacional del PRD, operará un pacto establecido con el PRI y la administración Peña Nieto, para que el partido del sol azteca no decline en ningún caso, en favor de candidatos del PAN en los nueve estados en donde habrá elecciones este año. El acuerdo rememora al establecido en octubre de 2010 entre el PRI, el PAN y el gobierno de Felipe Calderón para evitar alianzas en los comicios por el Estado de México.

rockroberto@gmail.com

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