Con las nuevas disposiciones para separar la basura en la CDMX volvió a ponerse en evidencia el pésimo manejo que hay de los residuos sólidos en esta Ciudad. Ahora tenemos que dividirla en orgánica, inorgánica reciclable, inorgánica no reciclable y una cuarta categoría que incluye los desechos de difícil manejo o de grandes dimensiones. Lograrlo implica un esfuerzo importante por parte de las familias. Hay que tener más contenedores y estar atentos a los días en los que se entregan los diferentes tipos de basura.  Pero ese será un esfuerzo inútil si los encargados de recolectarla siguen revolviéndola en cuanto la reciben, como sucede en buena parte de las delegaciones de la CDMX.

Por otro lado, eso de esperar a que pase el camión es de lo más ineficiente. De entrada, el gobierno no debería asumir que siempre hay alguien en casa. Resulta que para deshacernos de la basura necesitamos que un miembro de la familia sea desempleado o trabaje en horario nocturno. Parece que las autoridades no se han enterado de lo que ha pasado con las mujeres en las últimas décadas y asumen, desde su machismo, que ahí están las amas de casa para lo que se ofrezca. La realidad es que cuando todos estudian o trabajan durante el día y no hay a quién encomendar esa función de “esperador”, los chilangos tenemos que pedir ayuda. No falta quien esté dispuesto a entregar nuestros desechos a cambio de una propina. A eso hay que sumarle la propina para el recolector. Tenemos que pagar doble, o triple, si consideramos que parte de los impuestos se usan para el retiro y traslado de los residuos. Es un método costoso y latoso.

Los habitantes de esta Ciudad soñamos con tener depósitos, como esos que se ven en todo el mundo, en los que podamos tirar nuestra basura a la hora que nos dé la gana. Pero no. Jaime Slomianski, titular de la Agencia de Gestión Urbana de la CDMX, argumenta que eso es imposible porque hay personas que llegan hasta esos lugares, separan la basura, se llevan la que puede reutilizarse y dejan al basurero convertido en tiradero. Eso podría resolverse instalando contenedores en los que solo se aceptaran desechos orgánicos e inorgánicos no reciclables. Para ello, toda la población tendría que comprometerse a separar cuidadosamente su basura y a entregar aquella susceptible de ser reutilizada, que  es la que atrae a los pepenadores, en lugares que estén custodiados. Podría haber un estímulo económico a cambio de entregar ese papel, plástico o vidrio que tiene un valor en el mercado. Tan lo tiene, que hay muchos interesados en que las cosas se mantengan como están, para seguirse beneficiando solo ellos del millonario negocio de la basura.

Mientras no haya quien se atreva a tocar los intereses de esa mafia, seguiremos separando inútilmente los residuos en casa y correteando al camión recolector.


HUERFANITO. El consorcio encargado de la construcción del fallido Paso Exprés en Cuernavaca está conformado por las empresas Aldesa y Epccor. La primera ha sabido cuidar su buena relación con Gerardo Ruiz Esparza que, al momento de escribir esta columna, sigue sorprendentemente siendo el secretario de Comunicaciones y Transportes. La segunda, lo que sí construyó bien, fue su cercanía con Enrique Peña Nieto. Desde que era gobernador del Estado de México, Juan Diego Gutiérrez Cortina tuvo el buen tino de invitarlo a Atlanta. Jugaron juntos golf en un campo con espléndido drenaje y sin socavones.

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