En el contexto de la extrema complejidad que entrañan, el resultado de las elecciones estatales del próximo domingo, en particular la del Estado de México, derivará centralmente de tres factores: racionalidad, visceralidad y abstencionismo, lo que proyectará al México político-electoral por venir.

La racionalidad, conceptualizada como la capacidad de reflexión, imaginación, evaluación y cálculo en búsqueda de un objetivo para mejor, se hace necesaria como nunca en este país.

¿Qué quiere la ciudadanía para su futuro inmediato con la designación de sus gobernantes?, es la incógnita que deberá resolver al momento de ejercer su derecho a elegir.

En cualquier democracia, la población suele equivocarse en el goce de este primer bien. En los regímenes presidenciales, le queda la prerrogativa de enmendar el error en la siguiente elección; en los parlamentarios, puede hacerlo de forma inmediata; mediante el voto de censura del Parlamento, puede formarse nuevo gobierno.

Con base en la apelación a la facultad deliberativa que posee, la gente que votará próximamente deberá decidir si aprueba el status quo y recrea al partido en el poder, o si opta por la alternancia, sobre todo en el Estado de México, donde está centrado el mayor interés de la jornada cívica del siguiente fin de semana.

Para mantenerse, naturalmente, el partido gobernante echará mano, como lo haría cualquier otro, de todos los recursos a su alcance. La organización vertical, horizontal y transversal que lo caracteriza, le da prácticamente una omnipresencia y un potencial de victoria indudable.

La fina y precisa; poderosa y eficaz maquinaria que es, se hará valer por medio de su discurso, ideología, oferta electoral, estrategia y propaganda. El voto duro con el que cuenta, sinónimo de lealtad, será fundamental para su continuidad.

Quien renuncia a los medios, abdica a los fines, reza una sentencia clásica de la Ciencia Política. Nadie en ningún lugar, en ningún tiempo lo ha hecho. Y quienes gobiernan no lo harán. Eso jamás hay que esperarlo.

La historia del PRI, como la de cualquier partido, es fundamental. Lo bueno que éste ha hecho, lo pone en perspectiva de lo que puede hacer. En esa línea, es pertinente decir que supera a todos sus contrincantes. Aplicada la racionalidad a estas consideraciones, la población tiene elementos sobrados para decidir por quién emitirá su sufragio.

La emotividad, antítesis de la razón, es un elemento que también entrará en juego en la esperada competencia para la que faltan sólo unas horas. Que la gente está enojada, no hay duda. Que está cansada y agobiada, es incontestable. Que quiere que las cosas cambien, sobre todo en materia de corrupción y seguridad, lo pide a gritos.

Empero, ¿sería esto posible si expresa su voluntad en las urnas apoyada únicamente en la ira? La capacidad de cambio positivo de ésta es nula. Por lo general, tiende a empeorar una situación. En cualquier caso, es indispensable el razonamiento que, para la justa en puerta, se sintetizaría en la máxima de que más vale malo por conocido con posibilidad de mejorar, que pésimo amenazante, con la certeza de empeorar.

En la tradición electoral que hay en nuestro país, está el abstencionismo. La indiferencia que entraña, representa la convalidación del estado de cosas, un cierto conformismo o resignación de que, ante todo, “no hay remedio”.

¿Cuál de estos comportamientos colectivos predominará en los comicios?, es lo que genera una expectación inédita. Ante ese escenario, las encuestas, previsiones y estimaciones pierden todo su valor. Los adivinos y arúspices nada tienen que decir al respecto. La realidad será la única que dará respuestas en su momento.

Y como esta competencia se desenvuelve en medio de confrontaciones, intereses, posiciones y futuros más allá del ámbito comunitario por la sucesión presidencial, lo deseable es que, naturales en las democracias, no se salgan de cauce por causas personales o partidistas.

Una demostración de civilidad en el marco de la pugnacidad político-partidista, sería algo que los mexicanos agradecerían a los actores que luchan por el acceso al poder. ¿Serán capaces de obsequiar a México con eso, o seguirán alimentando la rabia y el hartazgo de la población en su contra?

SOTTO VOCE… Carlos Rojas, ex secretario de Desarrollo Social, se da cuenta hasta hoy de la corrupción que hay en su partido. ¿Acaso no fue piedra angular en su sostenimiento y recreación? Su renuncia al PRI, da idea de lo que le negaron para seguir en sus filas… El empresario Eduardo Canavati se queja del intento de despojo de un predio de su propiedad, ubicado en Lomas de Tecamachalco, que Eduardo Cofab Farca pretende consumar con base en la presunta venalidad de algunas autoridades. El afectado promovió un juicio de amparo y espera que se haga justicia. No es el único caso de la inmoralidad y atraco de Cofab Farca, dicen otros afectados… Ojalá que no sea el amiguismo, como se menciona, un mal que empieza a marcar al Sistema Nacional Anticorrupción, con el nombramiento de Ricardo Salgado como secretario técnico de ese organismo. ¿Fue la mano de Jacqueline Peschard, presidenta del Comité de Participación Ciudadana, la que lo llevó al presupuesto?... El affaire Eva Cadena terminará en cuanto pasen las elecciones. Con el descrédito que lleva encima, simplemente quedará en el olvido después de haber sido “usada”, como ella misma dice… Que en las próximas horas se dará a conocer un hecho “espectacular” que atraerá la atención nacional y distraerá la que está puesta en los comicios, ¿será?

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@mariobeteta

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