La visita del presidente Barack Obama a Arabia Saudita esta semana fue un evento político importante para ambas partes. Vino después de especulaciones acerca del efecto de sus diferencias en su alianza estratégica. El presidente estadounidense atendió a una reunión cumbre en Riad para los Estados miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). Sucedió un año después de su reunión con dichos líderes en Camp David, en la víspera del acuerdo con Irán en relación con su programa nuclear.

La alianza saudita-estadounidense data de la reunión de 1945, durante el día de San Valentín, entre el presidente Franklin D. Roosevelt y el rey Abdul Aziz Bin Saud. A pesar de sus desacuerdos sobre Palestina, encontraron un terreno común bajo las garantías estadounidenses de seguridad para el joven reino a cambio de dar a las compañías petroleras estadounidenses la prioridad de explorar campos petroleros en territorio saudita.

La relación entre ambos países durante las últimas siete décadas ha tenido sus altibajos, pero ambos fueron acercándose el uno al otro. Obama hizo de Riad su primera parada durante su primera visita al Medio Oriente en 2009. Su reunión con el anterior rey Abdullah no fue exitosa, pero prometió abordar el asunto palestino. Cuando cedió ante Benjamin Netanyahu, los sauditas se sintieron decepcionados nuevamente.

La Primavera Árabe empeoró las cosas. El presidente egipcio Hosni Mubarak cayó sin recibir ninguna señal de apoyo de sus viejos amigos y mentores de Washington. En Libia, el presidente Obama prefirió liderar desde atrás. Lo peor sucedió en Siria: la retórica estadounidense en contra de Bashar al-Assad encendió la insurrección popular y, cuando las masas sirias estuvieron bajo fuego de la artillería pesada de Al-Assad, la administración de Obama fue muy reservada y cautelosa en apoyar a la oposición política o militarmente. La culminación fue cuando Al-Assad ignoró la línea roja de Obama y utilizó armas químicas contra la población civil cerca de Damasco, causando la muerte de cientos de niños, y la retirada escandalosa de los estadounidenses bajo amparo ruso.

Los sauditas y sus aliados en el Golfo se sintieron profundamente preocupados con la falta de compromiso por parte de una superpotencia, que era la garante de su seguridad durante y después de la Guerra Fría. El acuerdo con Teherán sobre su programa nuclear y el levantamiento de sanciones contra la República Islámica fue otro elemento para la desconfianza hacia Washing-
ton. Se sintieron en la oscuridad desde los contactos preliminares en Omán entre los estadounidenses y los iraníes. Vieron a la administración de Obama indiferente hacia todas las intervenciones iraníes en Medio Oriente, que violaron todas las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Los comentarios del presidente Obama a Jeffrey Goldberg, un corresponsal de El Atlántico (The Atlantic), confirmó las sospechas sauditas sobre su falta de compromiso con sus intereses. Sugirió que “Arabia Saudita deberá encontrar la manera de coexistir con Irán aprendiendo a compartir el vecindario e instituyendo algún tipo de paz fría”, pasando por alto todos los aspectos de la política iraní agresiva y destructiva en la región. Obama se refirió a los sauditas y otros aliados europeos como free riders que aceptan la ayuda de seguridad por parte de Estados Unidos sin compartir la carga, una pretensión que contradice la impresión sobre la relación saudita-estadounidense en la región. Durante la administración de Obama, 95 mil millones de armas estadounidenses fueron vendidas solamente a Arabia Saudita.

Las viejas relaciones entre ambos países se tensaron durante el tiempo de Obama en la Casa Blanca. Ha habido desconfianza y desacuerdo sobre cómo contener a Irán, la lucha contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) el futuro de Siria y los enfrentamientos en Yemen. Los sauditas sintieron que sus garantías de seguridad estaban en un terreno inestable y el presidente Obama expresó sus dudas sobre su sistema político, refiriendo tensiones regionales a problemas internos.

A pesar de sus diferencias, Arabia Saudita y Estados Unidos no se están divorciando. Ambos tienen áreas de interés y acuerdo común. El presidente Obama discutió con los líderes del Golfo la lucha contra el terrorismo y, particularmente, ISIS. Ambos están decididos a terminar este fenómeno peligroso. Siguen siendo buenos socios en cuanto a cooperación de seguridad. Ambos pueden cooperar para frenar las actividades subversivas iraníes, especialmente en el Golfo, y para minimizar su influencia en la región. Siria está en la agenda y terminar su guerra es un asunto urgente. La paz en Yemen es de alta prioridad.

La visita del presidente Obama esta semana podrá ayudar a contener las diferencias y a enfatizar los objetivos comunes. No restauró la relación a sus épocas de gloria.

El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011.

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