El mundo se alarmó este mes por ataques mortales proclamados por el grupo terrorista conocido como el Estado Islámico (ISIS). Primero fue el accidente del avión ruso con 224 víctimas, después los ataques espectaculares en París el viernes 13 con 130 víctimas y 350 heridos. En el medio estuvieron los dobles ataques suicidas en el suburbio sureño de Beirut que reclamaron 43 vidas y más de 200 heridos. Antes de eso fueron las bombas suicidas en Turquía, sin olvidar las masacres contra la población civil en territorio tomado por ISIS en Siria e Irak y las repetidas ejecuciones de prisioneros de guerra.

La nueva expansión del terror de ISIS y las amenazas de más acciones en las capitales del mundo están incitando a los gobiernos a intensificar sus esfuerzos para confrontar a los extremistas y proteger a su población. El dinamismo y el alcance de nuevas políticas están tomando forma cada día. Es interesante notar que las operaciones mortales se llevaron a cabo después de que la diplomacia fue activada en Viena y en otras ciudades para discutir la crisis en Siria por iniciativa de Rusia, que intensificó su participación militar en el conflicto sirio desde finales de septiembre. El motivo principal de discordancia entre los representantes es la fe en Bashar al-Assad.

Mientras que Occidente y los países árabes no ven ningún papel para el presidente sirio en el futuro de Siria, y ningún final para la guerra civil mientras esté en el poder, Moscú y Teherán están defendiendo su posición, dejando la decisión al pueblo sirio. El eje anti-Al-Assad lo quiere fuera para facilitar la tarea de aniquilar a ISIS considerándolo el imán que atrajo yihadistas de todos los rincones del planeta. Los aliados de Al-Assad lo encuentran como un socio valioso para confrontar el terrorismo islámico.

Los estadounidenses se dieron cuenta del importante papel que tiene la población sunita en combatir extremistas después de su experiencia en Irak. Lo mismo debe considerarse en Siria ahora: alejar más a los sunitas complicará la tarea de derrotar a ISIS, y generará organizaciones similares en el territorio. Los rusos y los iraníes quieren combatir primero a ISIS y continuar posteriormente con la solución política.

La oposición siria sospecha esta posición: apoyar a Al-Assad en su debilidad, derrotando a sus enemigos, le dará la ventaja y permitirá más intransigencia en su campo en cualquier solución política. Muchos que creen en una colaboración implícita entre el régimen sirio e ISIS, sospechan de la intensificación de las acciones de dicha organización al darle credibilidad al partido que aboga por enfrentar primero al terrorismo.

Luchar contra el terrorismo es una responsabilidad regional e internacional común. El rey Abdullah de Jordania declaró en su discurso de apertura de la sesión parlamentaria, que tratar con este gran peligro es, originalmente, la tarea urgente de musulmanes que se sientan amenazados por bandas terroristas tratando de secuestrar “nuestras sociedades, generaciones y religión”. Muchos políticos y hombres de Estado comparten el punto de vista del rey. Se sienten más capaces y motivados para enfrentar al islam político en sus expresiones extremistas. Sienten la urgencia de abordar el daño inminente en su forma de vida, en las calles, en los vecindarios, en las universidades y en los lugares de trabajo. Sus sociedades son las primeras en sufrir los efectos de individuos trastornados que le ponen una cara religiosa a su ignorancia y a sus complejos.

Los gobiernos árabes moderados y autoridades sociales, culturales y religiosas sufren crónicamente de la falta de apoyo en su lucha contra el extremismo local. Las masas sienten injusticia histórica en su relación con Occidente. El episodio colonial y su represión, el establecimiento de Israel y el apoyo continuo e incondicional a sus acciones y atrocidades, la protección de regímenes dictatoriales y sus políticas humillantes a sus naciones, son todos elementos que alimentan la ira y la desesperanza en las nuevas generaciones.

Un acercamiento más considerado y justo a los problemas de la región por quienes toman las decisiones occidentales da más créditos a los moderados. Es el camino más corto para terminar con la frustración política y social donde el terrorismo tiene su origen. Cuando los líderes mundiales discutieron en la cumbre del G-20 medidas para secar los recursos financieros destinados al terrorismo, debieron haber considerado abordar la injusticia histórica y las miserias actuales que están generando tragedias tanto local como globalmente.

El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011

nouhad47@yahoo.com

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