Para el presidente ha sido difícil decirle adiós a sus colaboradores, ha optado por los cambios de responsabilidades en su ajedrez político antes que por los sacrificios. Al Presidente no le gusta perder ninguna pieza, prefiere transformarlas.

Hace poco más de un año, agosto de 2015, diez cambios marcaron la mitad del sexenio, los más trascendentales: Claudia Ruiz Massieu a SRE, José Antonio Meade a Sedesol, Renato Sales a la CNS y Aurelio Nuño a la SEP, ya desde entonces el entorno financiero internacional, el drama de Ayotzinapa, la rebelión por la reforma educativa y los gravísimos cuestionamientos de las organizaciones de derechos humanos habían mermado la percepción de Peña Nieto.

Sin embargo, el aire fresco no llegó con los cambios, la situación empeoró con la caída del valor del peso frente al dólar, con la reactivación de escándalos como Tanhuato y Tlatlaya, con la debacle priísta en las elecciones estatales donde el Acción Nacional del joven Ricardo Anaya arrebató siete gubernaturas al PRI del veterano Beltrones y, para colmo, con la decisión, la semana pasada, de invitar a Trump a Los Pinos.

Creo que nunca antes la imagen de Enrique Peña Nieto había sufrido tanto como sufrió con Trump, ni siquiera con la Casa Blanca. Ver al Presidente recibir al candidato que nos humilló (y nos humilla) y darle trato de jefe de Estado fue fulminante… El Presidente aceptó un mal consejo, una mala idea.

La cabeza de Videgaray está en la bandeja de las pocas piezas perdidas en el equipo presidencial. Peña Nieto pierde a su hombre más poderoso, al más fuerte, al más estadista, al más estratega, a su gran genio político. Quizá sólo soy yo, pero, ¿no vio usted un semblante duro en el Presidente, cuando dijo que aceptó su renuncia? Peña Nieto perdía a un cercano, a un incondicional mutuo.

Pero su caída también manda un mensaje: si cae Videgaray puede caer cualquiera. ¿O no?

Pero sería ingenuo pensar que Videgaray se va a su casa, no él con todo por delante, no él que conoce los entretelones de toda la administración. Me cuesta trabajo verlo como candidato en el Estado de México, mucho menos como un presidenciable (aunque no soy adivino), pero me cuesta más verlo jubilado de la política... Lo imagino detrás de las decisiones estratégicas que buscarán salvar a la Presidencia de la oposición en 2018, a fin de cuentas, él sigue operando al PRI, ¿o no?

Seguramente a la Secretaría de Hacienda le irá muy bien con José Antonio Meade, el único hombre, quizá junto a Videgaray y Osorio Chong, que han sido verdaderos escuderos para Peña Nieto, lo malo del caso, para Meade, es que casi nadie quiere a un candidato presidencial secretario de Hacienda, pero nada está escrito.

Muchos vamos a extrañar a Aristóteles Núñez, uno de los hombres más derechos del sexenio, se lleva su integridad y se lleva su credibilidad, tan escasas hoy día.

DE COLOFÓN.— Luis Enrique Miranda no está en la carrera por Los Pinos, la decisión de colocarlo en Sedesol se antoja errática si se piensa en popularidad, pero acertada si se piensa en fines políticos como el Edomex, a fin de cuentas, él fue artífice del pacto PRI-PAN que aniquiló la alianza PAN-PRD y convirtió a Eruviel en gobernador, pero la Sedesol no tiene fines políticos, ¿no los tiene, verdad?

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