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El martes 8 de noviembre, como era de esperarse, acaparó la atención mundial la elección presidencial de los Estados Unidos, con los resultados de todos conocidos y comentados ampliamente en prácticamente todos los ámbitos. Usted tendrá su propia opinión de lo ocurrido. Hubo, sin embargo, otra elección el mismo día, menos publicitada, en torno a la legalización de la marihuana, tanto para fines médicos como recreativos. De ello me ocupo.
Cuatro estados de la Unión Americana, que ya tenían aprobado su uso para fines medicinales, (Nevada, Maine, Massachusetts y, señaladamente, California) legalizaron su consumo con fines recreativos, en tanto que otros cuatro: Florida, Dakota del Norte, Arkansas y Montana, hicieron lo propio para uso medicinal. Arizona, que votó por Trump, lo rechazó. El saldo final es que, en más de la mitad de los Estados Unidos, la marihuana está legalmente disponible, sea para fines lúdicos y/o terapéuticos.
Nosotros en cambio, seguimos “cautelosamente” esperando. No sé por qué. Los legisladores del PRI dejaron sólo al Presidente Peña con su iniciativa que, aunque parcial, apuntaba en la dirección correcta. “No está en nuestras prioridades”, dijo uno de sus voceros. Pues tendrán que rectificar, tarde o temprano. A menos que mudemos a México a otro lugar del planeta. Mientras seamos vecinos de los Estados Unidos, con muro o sin él, resulta absurdo mantener semejante asimetría. ¿Qué pensarán hacer los legisladores con las 17 iniciativas que están congeladas en ambas cámaras del Congreso? (La Razón 10/11/2016). A la iniciativa del Presidente de la República, hay que añadir la del Jefe de Gobierno de la CDMX, las de distintos diputados del PRD, Movimiento Ciudadano y Morena, así como de senadores de esos mismos partidos y una más, muy completa, de quien fuera presidente del Senado, Roberto Gil, del PAN. Pero pues no, no es prioridad, nos dicen. Espero que a la luz del saldo arrojado por esa otra elección, puedan ver la ineludible realidad.
Lo he dicho en reiteradas ocasiones: como médico, no estoy a favor de que alguien fume marihuana. Pero no puedo aceptar que quien lo haga sea tratado como delincuente, por la sencilla razón que, consumirla, hasta donde entiendo, no constituye delito alguno. Y hay decenas de miles de personas (mayoritariamente jóvenes) en las cárceles mexicanas acusadas de “posesión” de marihuana. No de cultivo, no de tráfico. Como alguien abierto a la ciencia, que la conoce y la ha practicado en el pasado, no puedo aceptar que se descalifique “a priori” su posible uso con fines medicinales, sobre todo, cuando hay evidencia creciente que, algunos derivados de la cannabis pueden, efectivamente, tener propiedades terapéuticas (Marihuana y Salud, Fondo de Cultura Económica, 2015).
Hay otra dimensión en el asunto, que no es menor: lo que su uso regulado, es decir, su legalización, representa desde el punto de vista económico y la tasa retributiva de sus ventas. Este año el mercado para su uso medicinal y recreativo en los Estados Unidos superará los 7 billones de dólares y, en cuatro años se estima que llegará a los 22 billones de dólares. La cifra es apabullante, sobre todo si se compara con los 111 millones de dólares que en este año dedican a la investigación sobre la cannabis los Institutos Nacionales de Salud de ese país. En México, que yo sepa, no hay un solo protocolo de investigación en la materia financiado por el Estado. ¿A cuanto ascenderán las ganancias del crimen organizado por la venta de marihuana en nuestro país?
La experiencia en el estado de Colorado, la conoceremos próximamente de primera mano con la visita que hará a México Andrew Freedman, Director del Proyecto sobre Marihuana en Colorado, invitado por la UNAM y el Aspen Institute. Por lo que se sabe, ha habido una significativa reducción en actos delictivos, un incremento en el consumo y una muy estimable recaudación por motivo de impuestos.
Por supuesto que el asunto tiene múltiples aristas y no está exento de problemas. Algunos de ellos muy complejos, como el de la manipulación genética de la planta para lograr concentraciones más altas de algunos de sus componentes psicoactivos. Pero si ya más del 60% de la población norteamericana la aprueba, ¿cuánto tardará en legalizarse en el resto del país? Ahora bien, explique usted, cómo es posible que, por hacer exactamente lo mismo —sembrar marihuana— un joven emprendedor norteamericano tenga un buen ingreso, pague sus impuestos, sea un ciudadano respetable y mande a sus hijos a una buena escuela; mientras que, a unos cuantos kilómetros de distancia, un campesino mexicano siga viviendo en la pobreza, sea explotado por los narcos y, eventualmente, sea detenido y encarcelado por la justicia mexicana.
Entre regular y prohibir, me quedo con lo primero. Prohibir no resuelve, criminaliza al usuario, propicia la actividad delictiva, la corrupción, el lavado de dinero y la asociación del consumo de marihuana con otras drogas más nocivas. Regular, en cambio, favorece el enfoque de la salud pública: la prevención, el tratamiento y la rehabilitación, en lugar de la cárcel para los usuarios, y permitiría captar recursos con fines de investigación y para verdaderas campañas masivas de información y educación. Necesitamos saber más para desarrollar mejores políticas públicas y, si es en colaboración con nuestros vecinos del norte, tanto mejor. ¿Se imaginan la frontera Tijuana-San Diego en unos meses? Allá, se podrán portar hasta 28 gramos de marihuana (igual que lo sugería la iniciativa presidencial), cultivar hasta 6 plantas para uso personal y habrá que pagar, claro, 15% de impuestos por cada transacción. Acá, en cambio, sólo en el mercado negro, alentando el narcomenudeo.
Su aprobación para fines terapéuticos, obvio, bajo estricto control médico, es todavía más necesaria, aunque no sea prioritario para los legisladores. En Florida por ejemplo, se aprobó con más de 70% de los votos emitidos En México, la Cofepris, desde que llegó el Dr. José Narro a la Secretaría de Salud, ha aprobado más de 150 solicitudes de pacientes y familiares que la requieren. Sólo nos falta que los legisladores le apliquen el mismo criterio que a la iniciativa de los matrimonios igualitarios, ¿para qué legislar, si ya la Suprema Corte dictó jurisprudencia al respecto? entonces, ¿para qué legislar si ya la Cofepris está autorizando la importación de derivados de la cannabis con fines medicinales? A mi juicio, sí se debe legislar, pues en ambos casos se trata de derechos, no de concesiones.
Para algunos analistas serios, la legalización plena de la marihuana en California, que ya lo era con fines medicinales desde hace 20 años, marca el inicio del fin de la “guerra contra las drogas” que iniciara Richard Nixon hace casi medio siglo y que en nuestro país costó cerca de 130 mil vidas tan sólo en el sexenio pasado. ¿Qué haremos ahora con el resultado de esa otra elección? Yo voto porque no nos quedemos pasmados. Demos algunos pasos hacia adelante. ¿Por qué no desahogan, señoras y señores legisladores, en este periodo ordinario de sesiones, con ánimo propositivo, las iniciativas —algunas de ellas muy buenas— que tienen en sus manos?
Presidente del Aspen Institute en México
Presidente del Aspen Institute en México