El sábado me reuní con asociaciones de vecinos de la delegación Iztapalapa, quienes están cada día más preocupados por el problema de escasez y mala calidad del agua. Muchas colonias de esa demarcación no tienen el vital líquido la mayor parte de la semana y se ven obligados a pagar costos altísimos por las pipas de agua que supuestamente son “gratuitas”.

En el país se registran 653 acuíferos, de los cuales 106 se encuentran en una situación grave de sobreexplotación; de éstos, los que tienen los valores más críticos son los correspondientes a la región hidrológica número 13, que se localiza en la cuenca del Valle de México. Los pozos que abastecen a la zona de Iztapalapa pertenecen al acuífero de la Zona Metropolitana, que es precisamente uno de los de mayor problema porque se extrae un volumen cuatro veces mayor a la recarga media anual calculada.

Los hidrólogos expertos en acuíferos recomiendan que nunca se explote más de 40% de la recarga anual estimada; sin embargo, en la Ciudad de México se bombea 10 veces más de lo permitido, lo que llevará a la extinción irremediable del acuífero en el corto plazo.

Estos pozos alcanzan profundidades mayores a los 300 metros, lo que provoca los constantes hundimientos del suelo y la aparición de socavones y grietas enormes, con los consecuentes daños a la infraestructura urbana y a las viviendas de miles de vecinos. Además, la calidad del agua que producen es muy inferior a la norma establecida, lo cual obliga al Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) a instalar plantas potabilizadoras en cada pozo, con el consecuente encarecimiento del servicio.

Por si esto no fuera suficientemente serio, la red hidráulica se encuentra en una situación deplorable, con pérdidas que alcanzan 40% del agua ya potabilizada y bombeada; la mayoría de las tomas domiciliarias no cuentan con medidor y, por lo mismo, la recaudación no corresponde al volumen consumido. Tampoco se cuenta con macromedición porque la red no está sectorizada, lo que significa cortes constantes del suministro cuando se requieren reparaciones.

El problema es verdaderamente crítico y de muy difícil solución; además, las autoridades están muy alejadas de la realidad. Evidentemente, lo que urge es mejorar la eficiencia y calidad del servicio, pero esto sólo se logrará si se hacen las inversiones necesarias. La Ciudad de México requiere urgentemente miles de millones de pesos en el sector hidráulico y parece que a nadie le preocupa.

La semana pasada los diputados federales aprobaron el Presupuesto de Egresos de 2017 con un recorte gigantesco a los programas de infraestructura. En el caso de la Ciudad de México, un fondo muy importante para obras de infraestructura es el Fondo de Capitalidad, al cual el gobierno federal ha aportado una suma importante desde 2013.

Para este año el fondo tuvo una asignación de 4 mil millones de pesos y para 2017 los diputados aprobaron solo 2 mil 450 millones de pesos. El problema no es sólo la drástica reducción, sino que se afectan los programas más importantes, urgentes y sensibles de la capital: el Metro y el agua. Al Metro le quitaron 40% de lo previsto para el próximo año y eso deja fuera los principales proyectos de ampliación de las Líneas 9 y 12 que se planeaban iniciar en 2017.

No obstante, el problema mayor está en las inversiones relacionadas con la modernización de la infraestructura hidráulica, donde la reducción fue de 70%, lo que significa que el Sacmex no podrá invertir prácticamente en ningún programa de infraestructura ni de mejora de la eficiencia.

Es urgente reflexionar sobre varias propuestas en la nueva Constitución de la Ciudad de México que generarían, además de un incremento en el gasto corriente, una serie interminable de compromisos económicos imposibles de cumplir, cuando lo que realmente urge es atender los problemas de inversión en temas como el Metro y agua.

Twitter: @JL_Luege

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