“A Porfirio Díaz le gustaba mucho verse en las películas”, sostiene Emilio García Riera en México visto por el cine extranjero, un libro que merece mayor repercusión de la que tuvo cuando se publicó en una coedición de la editorial ERA y la Universidad de Guadalajara en 1987, y que incita a una lectura circunstancial ahora que uno de los arquetipos posibles del gringo es presidente de los Estados Unidos de América. Como las dos ediciones de la legendaria e inagotable Historia documental del cine mexicano, como su autobiografía crítica El cine es mejor que la vida, procede de una erudición platicada con humor y agudeza que se detiene en minucias y curiosidades que vuelven todavía más fascinantes los relatos rigurosos de la creación de representaciones del mexicano en el cinematógrafo que en ocasiones se convirtieron en un estereotipo.

García Riera consideraba que la inclinación de Porfirio Díaz por las películas “facilitó el trabajo de los realizadores franceses de un cine que se pretendía a la vez objetivo y halagador, en tanto que testigo de celebraciones y solemnidades, costumbres típicas y pintorescas, habilidades nacionales. Ajeno a la más leve intención crítica, ese cine fue el precursor del muy abundante que otros extranjeros harían en México, por largos años, con propósitos de admiración turística. Es de suponer que eso contó incluso en el registro de una nota roja (Proceso de ejecución de Antonio Navarro) y el duelo a pistola de unos diputados en Chapultepec, que era la reproducción actuada de un sucedido real; así de incierta era en la época la línea divisoria entre el cine documental y el de ficción”.

Recordaba asimismo que “los primeros mexicanos en el cine, reales o fingidos, se llamaron, según parece, Pedro Esquirel y Dionecio Gonzales. Eso empezaba mal: lo más posible es que el primero quisiera llamarse en realidad Esquivel y que el segundo fuera un Dionisio González ya afligido por una frecuente confusión de zetas y eses en los finales de muchos apellidos castellanos. Sesenta años después, otro personaje mexicano del cine norteamericano, el ratón Speedy, héroe de dibujos animados, también se apellidaría Gonzales en lugar de González”.

Pedro Esquirel y Dionecio Gonzales-Mexican Duel era una película del kinetoskopio Edison que duraba 30 segundos y García Riera infiere que en México se llamó Duelo mexicano con cuchillos. “De ser cierta esa suposición, los primeros personajes mexicanos del cine ilustraron una preferencia ya antes advertida por la más barata literatura norteamericana”.

También Pacho Villa se interesó con curiosidad por el cine. Friedrich Katz sostiene que se debía a que entendía la importancia que, como los periódicos, empezaba a tener sobre la opinión pública. Por eso, según The New York Times, el 5 de enero de 1914 firmó un contrato con Harry E. Aitken de la Mutual Film Company . “La tarea del general Villa consistirá en escenificar thrillers cinematográficos en la forma que convenga a sus planes para deponer a Huerta y sacarlo de México, y la del señor Aitken, el otro socio, será distribuir las películas resultantes en las zonas pacíficas de México y en Estados Unidos y en Canadá”.

El 20% de los ingresos que produjeran las películas le corresponderían al general Villa. Esos dólares le sirvieron para armar y abastecer a sus tropas.

Raoul Walsh, que actuó como el joven Villa en Life of Villa y fue enviado como director a México por David W. Griffith, le confesó a Kevin Brownlow en una entrevista que “por lo que recuerdo, pagamos a Villa 500 dólares oro para poder fotografiar sus batallas, sus ejecuciones y a él mismo. Yo tuve relación con muchos mexicanos del otro lado de la frontera cuando vivía en Del Río. Entiendo su lengua y llegué a hacerme entender en ella. A Pancho Villa le gustaba el cine. Sin embargo no era tan fácil hacer una película con él. Día tras día, traté de hacerlo avanzar hacia la cámara emplazada en una esquina. Pero él se servía de su fuete y de sus espuelas con gran violencia mientras pasaba ante la cámara a cosa de 90 millas por hora. No sé cuantas veces le expliqué: lentamente, señor, lentamente, por favor... Logré que retardara las ejecuciones de las 5 a las 7 de la mañana para tener luz. Yo emplazaba la cámara y ellos enviaban a los tipos al muro y los fusilaban. Había quienes corrían con piedras hacia los cadáveres. Les abrían la boca y les quitaban sus dientes de oro. Otros corrían para quitarles sus zapatos. Ninguno entre los fusilados que vi, quiso que le vendaran los ojos. Les daba igual. Algunos gritaban insultos, pero no vacilaban. Las batallas que filmamos con Villa no fueron muy espectaculares. Al regresar a los Estados Unidos debimos inventar algunas de ellas”.

Katz creía que, como en muchos episodios de la vida de Villa, en esas historias se confunden el mito y la realidad. Consideraba asimismo que su popularidad en Estados Unidos se debía en parte a que fue el único dirigente que declaró en 1914 que no le molestaba la invasión norteamericana y que no combatiría contra ella. Sin embargo, en abril de 1916, luego del ataque de Villa a la ciudad de Columbus, Eagle Films Manufacturing and Producing Company filmó una película llamada Villa Dead or Alive que anunció, entre otras, con estas palabras:

“Ven a ver a las tropas del Tío Sam en acción.

“Ve a tu bandera cruzar la frontera para castigar a quienes la han insultado”.

Google News

Noticias según tus intereses