Bienvenida la decisión de la Suprema Corte.

Lo que sucedió esta semana muestra el tamaño de los ministros y el del gobierno de la República.

Con el amparo que concedió la Primera Sala del máximo tribunal a cuatro integrantes de la organización SMART para cultivar y autoconsumir marihuana se abre la puerta a la regulación.

Pero lo más importante, se vencen prejuicios.

El triunfo de libertades es, en principio, un triunfo ideológico. Y son las instituciones las que tienen que descubrir el camino al lento avance social.

SMART y sus abogados optaron por iniciar el cambio a través de una vía novedosa.

Felicidades.

Y un reconocimiento especial al ministro José Ramón Cossío. Muchos apostaron que votaría en contra por tratarse de la ponencia de Arturo Zaldívar. Que porque hay gran “pique” entre ellos. No resultó así. Fue muy crítico de lo presentado por Zaldívar, incluso hizo pública su postura a través de las redes, pero su voto fue a favor. Dejó callados a quienes lo señalaron. De hecho, leí una columna que lo agredía burdamente en su vida privada. Pésimo.

La Corte mostró su grandeza. El gobierno peñista su pequeñez.

Pequeñez en las primeras reacciones frente a la decisión histórica de la SCJN.

No les gustó. No quieren. Se niegan a hacer el proceso que viene sencillo, fácil, humano.

Que no es legalización, que sólo aplica para los cuatro, que no se sabe si habrá más amparos, que es criterio aislado, no jurisprudencia, que hay que abrir el debate. Y el clásico: “Acataremos la decisión de la Corte”. Pues no es una opción. No les queda de otra.

Les gusta prohibir y castigar. Dejar en manos de los sanguinarios criminales el manejo de las sustancias más dañinas.

Y la verdad, eso de que está prohibido el cultivo de marihuana parece un mal chiste en el país del narcotráfico.

Mejor que el gobierno se ponga a regular aquello de lo que se desentendió tanto tiempo.

Dicen también que hay que escuchar a las mamás, a los papás, a lo centros de integración juvenil, a la sociedad. Bien.

Hace tiempo, en mi familia vivimos el drama de la adicción. Todas las promesas, los riesgos, los rezos, las prohibiciones, las fórmulas mágicas, el amor, las culpas no fueron suficientes. Fue la aceptación, el libre albedrío y la decisión personalísima lo que le permitió a mi ser querido pedir ayuda y salir adelante. Lo peor que nos hubiera podido pasar en aquel entonces es que, en medio del drama, el corrupto e ineficaz gobierno lo hubiera criminalizado.

Desde esa posición repito, bienvenida la decisión de la Suprema Corte de Justicia.

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