Esta semana comenté en mi videocolumna que gracias a la CICIG, Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, están deteniendo a los hombres y mujeres más poderosos de aquel país. Se trata de un organismo de la ONU, con mandato temporal. Los grandes cambios se dan bajo la gestión del comisionado Iván Velásquez. Al presidente de Guatemala le dictaron prisión provisional. Y a la vicepresidenta, auto de formal prisión.

Pregunté si en México necesitamos una CICIG, una CICIM. Una comisión internacional con el respaldo suficiente para que la fiscalía o procuraduría investigue a los altos mandos, incluyendo al Ejecutivo y cercanos.

Tuve una amplia respuesta. La mayoría dijo “sí”. Por supuesto que no se trata de una muestra ni una encuesta representativa, pero refleja el hartazgo por la corrupción y simulación que se vive en México. Me contactaron también integrantes de organizaciones ciudadanas.

Es un asunto que hay que discutir. México es el segundo país más corrupto, de acuerdo al Índice Global de Impunidad 2015. Y los episodios de Tlatlaya, Ayotzinapa, Casa Blanca, Partido Verde y fuga de El Chapo exponen violaciones a la ley, falta de legislación efectiva y de instituciones capaces y autónomas.

Los focos rojos se encienden y la ayuda internacional no parece descabellada.

Para tener una idea, dentro de los objetivos del mandato de la CICIG está investigar e identificar actividades, modalidades de operación, fuentes de financiamiento y estructuras de grupos ilegales, incluyendo sus vínculos con funcionarios. Así como colaborar con el Estado en su desarticulación y promover la sanción de los delitos cometidos por sus integrantes.

Al inicio del sexenio existió la idea de establecer este tipo de órganos a nivel nacional. Recordemos que Enrique Peña mandó una iniciativa para la lucha contra la corrupción que contemplaba un órgano colegiado, autónomo y ciudadano. Que incluso tenía facultades de investigación penal. Después, nada más revivió a la Función Pública para que un subalterno lo investigara en su relación con Higa. Lo demás es historia.

En estos días, mientras giraban orden de aprehensión contra el presidente de Guatemala, aquí el nuestro daba su discurso del Tercer Informe. Nos presentó otro decálogo más, con categorías variopintas. En donde cabe, tanto implementar un programa nacional de inglés, como impulsar (que de todas formas tienen que hacer) la legislación secundaria del Sistema Nacional Anticorrupción.

Vuelvo a preguntar a los conocedores y estudiosos, ¿Necesitamos una CICIG en México?

El tema está sobre la mesa.

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