Joaquín El Chapo Guzmán está en problemas. No sólo está encerrado en una prisión de máxima seguridad en Nueva York, casi sin ningún contacto con otro ser humano, y no sólo enfrenta la posibilidad de que esa sea su vida de aquí a su último suspiro, sino que, además, las autoridades estadounidenses le quieren bajar 14 mil millones de dólares, acumulados, según los fiscales, por el capo de capos durante su larga carrera criminal.

¿Y de dónde salió esa cifra? ¿Tiene El Chapo esa fortuna? ¿La tuvo? ¿La tendrá? Con toda probabilidad, no. En su acusación ante un tribunal federal, la fiscalía simplemente estimó ingresos obtenidos por Joaquín Guzmán por tráfico de drogas a Estados Unidos entre 1989 y 2014 (no deja de estremecer y avergonzar que casi nueve de esos 25 años de generación de ingresos los pasó en cárceles mexicanas). Parece asumir que El Chapo no tuvo gasto alguno, ni de negocios ni personal, durante un cuarto de siglo y que todos sus ingresos se convirtieron en activos. Es decir, durante décadas, no le pago a nadie, ni a sus proveedores ni a sus transportistas ni a sus sicarios ni a sus protectores políticos ni a los policías en su nómina, y vivió para contarla.

Pero obviemos por un segundo la historia del mega frugal Chapo y concentrémonos en la estimación de ingresos ¿Cómo construyó la cifra el Departamento de Justicia de Estados Unidos? No está enteramente claro, pero al parecer, hicieron algún cálculo del volumen de drogas traficadas desde México hacia Estados Unidos durante 25 años, luego le asignaron de manera más o menos arbitraria un porcentaje al Cártel de Sinaloa, y ese segundo total lo multiplicaron por algún precio (al mayoreo, supongo).

Como resulta obvio, cada uno de esos pasos es altamente problemático. Primero, nadie sabe cuantas drogas ilegales se traficaron el año pasado y mucho menos en el último cuarto de siglo. Hay algunos métodos para estimar el tamaño de ese tipo de mercados ilícitos, pero con un enorme margen de error (por eso las estimaciones confiables se expresan siempre en rangos). Segundo, asignar determinada participación en el mercado de drogas ilegales a un grupo criminal no es ciencia, es arte (y más bien impresionista). El método más habitual para hacer ese tipo de ejercicios es el chilazo educado . Por último, existe en efecto una base de datos de precios de drogas ilegales administrada por la DEA (llamada STRIDE), pero es lo suficientemente imprecisa para que la propia DEA pida que esa información sea descrita como “datos no validados”.

En resumen, se sacaron de la manga la cifra de 14 mil millones de dólares. Es una invención total (o, como se dice en estos días, un “dato alternativo”) ¿Y lo saben los fiscales y el Departamento de Justicia? Por supuesto ¿Y por qué la incluyeron en la acusación? Por dos razones: 1) bajarle al Chapo lo que sea que tenga de fortuna (cuyo monto nadie conoce salvo el propio Guzmán y, tal vez, su contador), y 2) reforzar (aún más) el halo mítico del capo sinaloense para engrandecer el hecho de capturarlo y procesarlo. Es más vendedor llevar a la justicia alguien con una fortuna de decenas de miles de millones de dólares que a alguien con patrimonio en los centenares de millones.

Pero, bueno, así es este asunto del combate al narcotráfico. La gente quiere cifras grandes, no cifras buenas.

alejandrohope@outlook.com

@ahope71

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