El municipio de Pénjamo, en la esquina suroriental de Guanajuato, ha tenido un año macabro. El viernes pasado se encontró un cadáver descuartizado en una bolsa de plástico. También fueron hallados los cuerpos de tres hombres ejecutados con un tiro en la cabeza. Horas antes, otra persona murió en un hospital de la localidad por heridas de bala.

Y eso fue la cosecha de una sola jornada. Hace algo más de un mes, trece personas fueron asesinadas en un espacio de diez días. En total, se han abierto 43 averiguaciones previas por homicidio doloso en ese municipio durante los primeros nueve meses del año (Nota: una averiguación previa puede incluir a dos o más víctimas). Al ritmo actual, Pénjamo va a acabar el año con una tasa de homicidio superior a 40 por 100 mil habitantes, dos veces más que la media nacional.

¿Qué hay en ese municipio de 150 mil habitantes que motive tanta bala? Huachicoleo, entre otras cosas. El robo de combustible ha adquirido proporciones epidémicas en la región. Tan sólo en Pénjamo, se ubicaron 55 tomas clandestinas en ductos de Pemex entre enero y agosto de 2016. En todo Guanajuato, el total fue de 817 puntos de ordeña. El estado se ha convertido en la segunda entidad con más tomas clandestinas en el país (sólo superado por Puebla).

El huachicoleo no es el único delito que asola a Guanajuato. El robo de trenes, por ejemplo, se ha vuelto un evento casi cotidiano. Entre enero y agosto, se presentaron 420 denuncias por robo, tentativa de robo o actos de vandalismo en contra de empresas ferroviarias. Probablemente no sea más que la punta del iceberg: según reportes periodísticos, se registraron tan sólo en agosto 824 incidentes delictivos en las vías de tren que atraviesan al estado. El problema ha alcanzado tal magnitud que fue necesario iniciar hace un mes un operativo del Ejército para combatir ese ilícito.

Por si fuera poco, hay cada vez más señales de presencia del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) en la entidad. Según la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guanajuato, entre 2014 y 2015, fueron detenidas 257 personas que afirmaron tener vínculos con el CJNG. En julio pasado, apareció en León una manta sin firma, acusando al CJNG de la inseguridad en la ciudad.

Todo ese coctel ha provocado una potente oleada de violencia. En los primeros nueve meses del año, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 817 personas fueron asesinadas en Guanajuato, un total superior al de la Ciudad de México. Eso significa un incremento de 15% con respecto al año pasado.

El incremento de 2016 se suma al registrado en los cinco años previos. En 2010, Guanajuato tenía una tasa de homicidio de 8 por 100 mil habitantes, la tercera parte de la tasa nacional. En 2015, la tasa fue de 17 por 100 mil habitantes, idéntica a la del país en su conjunto. Este año probablemente cerrará cerca de 20 por 100 mil.

Ante este panorama, el gobernador Miguel Márquez está enojado. Pero no con los asesinos, sino con quienes reportan los hechos de violencia. Esto dijo recientemente: “Ya basta de que quiera mencionarse que Guanajuato está en los primeros lugares… son homicidios muchos de riñas, pleitos en comunidades y colonias que luego esos son asuntos más de interés familiar, de negocios de aquella gente que también está metida en el crimen organizado. Pero afortunadamente esto es algo que no daña de manera directa a la sociedad y a los que trabajamos en el día a día”.

Dicho de otro modo, se matan “entre ellos” (¿Dónde habré escuchado eso antes?)

Por lo visto, José Alfredo Jiménez tenía razón: en Guanajuato, no vale nada la vida, la vida no vale nada.

alejandrohope@outlook.com.

@ahope71

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