He pasado gran parte de mi vida acompañado de esta tragedia. El terrorismo, la violencia contra otros por una causa que, en la perversión mental del terrorista, la justifica, ha rodeado mi actividad política hasta asfixiarla. En los primeros años setenta del siglo pasado abracé el compromiso con la democracia y la justicia social contra Franco. Fue en San Sebastián, en el País Vasco, en España. Desde entonces hasta ahora (2015, Bruselas), he vivido y sufrido la brutalidad y el fanatismo de quienes matan por nada, para nada, aunque crean que lo hacen por la patria o por Alá.

¿Qué podemos hacer juntos, Europa y América Latina, para acabar con esta lacra? La victoria requerirá un notable esfuerzo de coordinación internacional, de modo que hay trabajo para todos. También para el Parlamento Europeo.

Hay varias urgencias. La primera es evitar nuevos atentados. Nuevas y excepcionales medidas de seguridad serán necesarias en las fronteras, en los controles de transporte, en las grandes aglomeraciones… Nuestras autoridades necesitan apoyo legislativo y político para darnos seguridad. Necesitarán también más poder en la investigación policial, que se lo deberemos prestar, en las leyes, los legisladores, y en la instrucción judicial, los jueces. Todo ello afectará a nuestra vida, a nuestros hábitos, incluso a nuestras libertades y garantías procesales. Encontrar el equilibrio entre seguridad y libertad, será, de nuevo, una ecuación delicada, pero inevitable. La seguridad personal, la integridad, es el primero de nuestros derechos y sin seguridad no hay libertades.

La segunda es iniciar una larga batalla en muchos planos contra esta mafia del odio y del terror con la que no hay diálogo posible ni negociación alguna. No es una guerra de bombas. Será más una larga marcha de lucha policial, de investigación en el seno de sus entornos, de control de armas, de cortar su financiación, de ahogar sus exportaciones, de control sobre sus redes sociales, sin excluir el combate militar allá donde han construido estructuras políticas cuasi estatales.

La integración entre fuerzas policiales es una urgencia; como lo es la de nuestra política exterior y de defensa. Necesitamos mostrar posiciones comunes a nivel internacional, coordinar respuestas y actuar en los distintos teatros de operaciones de forma coherente. Por poner sólo un ejemplo, la creación de una unidad policial europea que centralice, coordine y analice la información contraterrorista, es una necesidad desde hace más de 10 años, cuando en el 2004, los terroristas asesinaron en Madrid a más de 190 personas.

La tercera y no por ello menos necesaria, es fomentar la complicidad de la comunidad musulmana en la lucha contra el radicalismo yihadista. Esta comunidad sufre un impacto doble a causa del terrorismo: por un lado, el yihadismo provoca miles de víctimas musulmanas en todo el mundo; por otro, los musulmanes soportan una creciente estigmatización que retroalimenta el ciclo de la desconfianza. La voz, incluso el liderazgo del Islam moderado en ese combate es una herramienta clave, que servirá para erosionar la base sociológica de la que se nutre el terrorismo integrista. Son los musulmanes de la paz quienes tienen que liderar la lucha contra los que matan en su nombre.

América Latina tiene contribuciones relevantes en esta lucha. En primer lugar, debe hacer valer su presencia en los organismos internacionales como actor de paz, aprovechando para ello la representación de sus países en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el G-20 y en las distintas instituciones y organismos regionales. En cuestiones de inteligencia puede desempeñar un papel importante, contribuyendo a cortar los canales a través de los cuales los terroristas consiguen armamento y financiación. América Latina tiene la amarga experiencia de hasta qué punto el narcotráfico puede financiar la violencia; ese know-how puede ser útil ahora, puesto que también en el caso del yihadismo la droga constituye una importante fuente de ingresos. Como lo es el comercio del petróleo: debemos ser cuidadosos en ese terreno.

Por último, América Latina debe evitar cualquier forma de “comprensión” hacia el yihadismo, a riesgo de justificar, aún sin pretenderlo, la violencia terrorista. Necesitamos comprender el fenómeno para luchar contra él, pero no debemos dejarnos llevar por lecturas del pasado demasiado naifs o, demasiado interesadas desde el punto de vista ideológico que nos sitúen en una falsa e inexistente equidistancia. Las explicaciones útiles son las que ayudan a encontrar soluciones y, ahí es donde Europa y América Latina podemos y debemos encontrarnos.

Eurodiputado, copresidente de la Asamblea Parlamentario Euro-Latinoamérica (Eurolat)

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