Nadie parece poder explicar por qué el gobierno de Enrique Peña Nieto carece de rumbo. Los grupos gobernantes pueden ser buenos, malos o mediocres, tener ideas correctas o incorrectas, contar con objetivos atinados o equivocados, pero siempre tienen algo.

El mensaje de Peña con motivo del inicio de su tercer tercio presidencial es el vacío. No hay ideas viejas o nuevas, no se propone nada, no se proyecta el menor plan para cualquier cosa, la que fuera.

Existe una tesis en el discurso presidencial: la unidad nacional. Este planteamiento forma parte del vacío político porque cualquier gobernante sueña siempre en que la nación se una para apoyarle o al menos para no rechazarle, pero eso no produce cambio alguno.

Lo que da temor es el argumento de Peña. Ha dicho que la falta de unidad condujo a que México perdiera la mitad de su territorio. Se refiere sin duda al despojo del que fue víctima nuestro país en 1847. Así, según el actual Presidente de la República, ese despojo fue pérdida y no tuvo como causa la política expansionista de Estados Unidos, la decisión del gobierno estadounidense de arrebatar mediante la guerra grandes territorios. Peña no califica el acto bélico del vecino del norte contra México, sino que echa en cara a su propio país la falta de unidad interna como causa del pillaje sufrido.

Si este Presidente es quien va conducir las negociaciones con el gobierno de Donald Trump, nunca vamos a poder identificar la causa de las posibles agresiones de Estados Unidos, sino que el gobierno mexicano la buscará en la falta de unidad interna, la cual hoy se pide como una advertencia de que puede ocurrir. Peor imposible.

Las reformas estructurales, en especial la energética, darán resultado algún día, según Peña. Por tanto, lo más importante que se ha hecho en el sexenio, con la ayuda imprescindible del PAN, no se mira como un factor de la coyuntura. Pero es lo contrario. La agresión gubernamental contra Pemex, el despojo de yacimientos para asignarlos a empresas privadas, la reducción de las inversiones, son elementos de la crisis que se fragua en el país.

Lo lógico sería que la catástrofe que se aproxima fuera motivo para que el gobierno reaccionara, pero por lo visto ésa no apremia al Presidente. El gobierno de Peña falló al dilapidar el incremento en el ritmo de crecimiento de la deuda y la subida de los ingresos fiscales no petroleros, de tal manera que en este momento el país se encuentra en un problema mayor ante los poseedores de bonos, es decir, el llamado mercado que demanda dólares en cantidades crecientes y arroja a la moneda nacional por una empinada cuesta que puede llevar al país hasta la recesión, la cual ya se advierte como tendencia dominante. Frente a esto, nadie sabe qué está dispuesto a hacer Peña. Su mensaje soslaya la realidad de cabo a rabo.

La fortaleza macroeconómica de México es una frase propagandística que no es verosímil. La reserva de divisas no tiene correspondencia con la inmensa deuda pública y la contratada por las empresas en el extranjero, menos aún cuando el rédito está subiendo. Hay que repetirlo una y otra vez: es preciso remontar el método de financiamiento asentado en el mercado abierto, recomprar bonos, usar parte de la reserva y de las divisas comprometidas por el FMI para hacer una gran reconversión de deuda. Hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde. Peña, por su lado, hace discursos que nadie puede creer sencillamente porque no dicen nada.

Ex legislador e integrante del PRD

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