Texto: Gamaliel Valderrama
Fotografías actuales:
Archivo EL UNIVERSAL
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica

Corría el año de 1933, el mundo y México vivían tiempos convulsos, las primeras planas de EL UNIVERSAL cubrían puntualmente el ascenso al poder de Adolfo Hitler y las reacciones en el continente americano por la guerra que se avecinaba. En ese año, también se postulaba a la candidatura presidencial el general Lázaro Cárdenas, quien años más tarde decretaría la Expropiación Petrolera.

En una época donde el Estado no controlaba los destinos del petróleo, la compañía El Águila inauguró en 1933 la primera refinería de la Ciudad de México en tierras de la delegación Azcapotzalco, aquella fábrica ocupaba 60 hectáreas, pero incrementó su tamaño a 174 hectáreas al extender sus actividades.

En 1946 esta planta adquirió el nombre de “Refinería 18 de marzo” cuando la reinauguró el entonces presidente de la República Manuel Ávila Camacho; el nombre de la factoría conmemoraba la fecha en la cual se decretó la Expropiación Petrolera en 1938, plazo que también marcaría el cierre de la fábrica casi 50 años después, para luego convertirse en un espacio recreativo.

“Abundancia de Petróleo, Tractolina, Gasolina, Kerosena y Gas Doméstico”, así reportaba El Gran Diario de México la reapertura y construcción de nuevas instalaciones de la refinería enclavada en la delegación Azcapotzalco de la capital del país, que en aquello años era una zona despoblada.

La refinería de la ciudad que se convirtió en parque
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Por la mañana del 20 de noviembre de 1946 “el Presidente de la República inauguró las nuevas instalaciones construidas por Petróleos Mexicanos para ampliar la refinería de Azcapotzalco, formando parte de un sistema que tene por objeto aumentar la capacidad de producción de los derivados del petróleo en la Ciudad de México, así como aprovechar de manera efectiva los gases producidos en los campos de Poza Rica”, se informaba.

“Gigantescas torres, enormes tambores destinados a contener el gas, calderas de gran capacidad y tuberías de diversos diámetros, se levantan en un vasto predio de cinco hectáreas.  Por primera vez en México se utilizaban tanques esféricos para el almacenamiento de productos ligeros a presión, y tanques de techo flotante para evitar pérdidas de gasolina”, describía el reportero.

Además, se construyeron “edificios destinados a oficinas, casino, laboratorios, baños para empleados y obreros, servicio médico y, en general, todos los elementos que requiere el manejo de un equipo moderno, como es el de la flamante refinería de Azcapotzalco, considerada como una de las más eficientes del Continente”.

Pero la importancia de estas mejoras no sólo se podía juzgar por la infraestructura renovada, pues “la producción aumentará en más del doble”, pasaría de “23 mil barriles diarios a 58 mil”, así se concretaba el proyecto de una planta petrolera que lograra el abasto de una zona metropolitana en constante crecimiento.

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“Espectacular hornaza”

Durante los casi 60 años de operación de la refinería de Azcapotzalco fueron varios los accidentes que se presentaron. Previo a su cierre definitivo, EL UNIVERSAL dio cuenta de un siniestro que se suscitó el 10 de enero de 1984 y que pudo haber sido de gran magnitud, pero sólo quedó en la pérdida de 55 mil barriles de combustible y una “espectacular hornaza, cuya columna de humo se extendió por más de dos kilómetros”, indicaba la nota firmada por Mario Cedeño.

Según los reportes, “una falla en una de las plantas catalíticas”, que se ocupaban para separar los diferentes combustibles derivados del crudo, ocasionó el incendio, sin embargo, “no se reportaron víctimas aunque las pérdidas fueron millonarias y la negra nube contaminó incontables colonias de la ciudad”.

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La falla se reportó al mediodía cuando se realizaban pruebas a la planta catalítica sur, pues desde hacía tres semanas estaba en reparación, según informaron varios trabajadores de Pemex, agregaron que “la quema mayor fue a partir de las 17.45 horas, cuando la columna de humo tiñó el cielo de negro”. Por ello, “miles de habitantes de las colonias Clavería y Plenitud, se mostraron alarmados por las enormes columnas de humo y los pestilentes olores que inundaron toda el área”, recogía la nota.

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“Cada que ocurre un siniestro en el interior de la refinería, la situación es muy crítica, según los propios trabajadores, porque el poliducto principal que abastece las instalaciones de crudo y otros energéticos, y que llega desde Tuxpan, Veracruz y Tula, Hidalgo, se encuentran aproximadamente a unos 150 metros de uno de los quemadores normales.  Este tipo de situaciones ocurre constantemente, ‘pero por fortuna las consecuencias no han sido graves hasta ahora’ ”, comentaba un trabajador al reportero de EL UNIVERSAL.

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“De la zona de Tacuba y Azcapotzalco que circunda la refinería salieron miles de colonos, quienes a pesar de estar ya familiarizados con este tipo de ‘accidentes’ dentro de la planta 18 de marzo, estaban atemorizados, pues de ocurrir un siniestro y la consecuente reacción en cadena toda aquella área quedaría en un caos”, apuntaba el texto.

Finalmente, dos horas después de controlado el fuego “la zona recobró su aspecto normal. El incendio pasó a ser sólo comentario y tema de las siguientes horas”.

El fin de una era

El destino final de la Refinería 18 de marzo lo dictó su propio nombre. Fue precisamente un 18 de marzo de 1991 cuando se ordenó su cierre definitivo. Ello como consecuencia de la contaminación del aire de la Zona Metropolitana en el Valle de México y del suelo donde se asentaba que generó a lo largo de sus casi 60 años de operación.

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EL UNIVERSAL daba cuenta del cierre de la refinería ordenado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien además “determinó que los predios ocupados por la misma, fueran destinados para áreas verdes. ‘Lo que hasta hoy ha sido imagen de contaminación, será en adelante, símbolo de una nueva convivencia ecológica en la Ciudad de México’, dijo el jefe del ejecutivo. A las 17:00 horas, la disposición fue ejecutada”.

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Según la crónica del Gran Diario de México, el cierre inició “con el corte de suministro de crudo proveniente de Minatitlán, en medio de música de mariachi y gritos de júbilo de los vecinos que hicieron de las calles aledañas a la planta un espacio de carnaval”.

“‘¡Terminaron años de incertidumbre y sobresaltos!’, gritaban vecinos de las colonias Petrolera, Clavería, Huichapan, Tacuba, Torreblanca, Ahuizotla, Santa Lucía y Las Armas, entre otras, quienes merodeaban afuera de las instalaciones de la refinería. Autoridades, asambleístas, diputados de todos los partidos políticos, se sumaron al festejo que inició horas después de que el presidente Carlos Salinas de Gortari anunció su decisión de clausurar la planta petrolera”, continúa la narración.

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“Con las ‘golondrinas’, los vecinos de las colonias de las delegaciones de Azcapotzalco y Miguel Hidalgo, festejaron la clausura de lo que para ellos fue un foco de contaminación del valle de México. El cierre implicó que las funciones de almacenamiento y distribución se trasladaran a una nueva refinería que ya había autorizado el primer mandatario, a fin de evitar el desabasto de petrolíferos en el valle de México y contribuir al mejoramiento del ambiente en dicha zona”, remata la nota.

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El parque que tardó en llegar

Después del cierre en 1991 los trabajos para desmontar la refinería no avanzaban, todavía hasta 1993 se observaban las estructuras deterioradas de lo que fue la planta petrolera. Durante la década de los años noventa continuaron la demolición y desmantelamiento de las instalaciones, y su traslado a otras refinerías en el país.

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Según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), fue 15 años después de la clausura de la Refinería 18 de marzo, al final de la administración del presidente Vicente Fox, que surgió la idea de darle un uso al área de los predios situados entre la Terminal de Almacenamiento, Reparto y Distribución de la ex refinería.

Así, en mayo de 2007 se anunció la construcción de un parque en la parte norte de los terrenos originales de la ex planta petrolera, una superficie de 55 hectáreas que Pemex donó a la SEMARNAT. El oasis citadino se dedicó a los héroes de la Independencia de México y formó parte de las obras para conmemorar los 200 años del hecho histórico. “De allí el nombre Parque del Bicentenario”, apunta la página web de dicho jardín.

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Pero la tarea no sólo se enfocó en diseñar el parque y construirlo, sino que se dio un tratamiento especial a los terrenos, pues “durante los casi 60 años de operación de la refinería, el predio soportó una intensa actividad industrial que ocasionó afectaciones en el suelo y subsuelo”. De esta manera, “el proyecto de remediación representó una de las más grandes acciones de saneamiento de este tipo en México y el mundo”. Según explica el sitio web del parque dicha obra se dividió en dos etapas y se llevaron a cabo de 2007 a 2009, abarcando una extensión de 33 hectáreas.

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Finalmente, la primera sección del Parque Bicentenario fue inaugurado el 7 de Noviembre del 2010. Durante el evento, Felipe Calderón destacó que la extensión del jardín era equivalente a 10 veces el tamaño del Zócalo capitalino, además explicó que se utilizaron los métodos más avanzados para la reconstrucción, “donde encontramos gasolina a siete y ocho metros de profundidad”.

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Dos años después, en la recta final de su administración, el 30 de noviembre de 2012, Calderón Hinojosa inauguró la segunda sección del Parque Bicentenario.

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Hoy, los únicos vestigios que quedan de la ex refinería 18 de marzo se encuentran en un terreno aledaño al Parque Bicentenario. Una larga calle separa el pasado del presente. De un lado se encuentran unos enormes tanques blancos que recuerdan viejas glorias de una planta petrolera que en 1946 estaba equipada con tecnologia de punta, la mejor del continente. En el otro extremo, también con las mejores técnicas disponibles, se emprendió un proyecto de remediación para poblar de verde una zona por donde circularon gasolina, keroseno y gas doméstico, que resultó en un oasis al norte de la jungla capitalina. Otra reminiscencia que da cuenta del pasado de la zona es la estación Refinería del Sistema de Transporte Colectivo, Metro, que se encuentra a un costado de la entrada del parque dedicado a los héroes de la independencia.

Fotos: Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes: Archivo EL UNIVERSAL. Páginas web del Parque Bicentenario y Pemex Refinación.

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