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Texto: Aura Garcí
Las justas olímpicas marcaron la vida amorosa de esta pareja de atletas checoslovacos. Porque fue en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 donde se prometieron matrimonio: si la gimnasta Vera Caslavska retenía el título general individual y su medalla de oro y el corredor Josef Oldozil llegaba a la final se casarían en una misa con mariachis en las siguientes olimpiadas. Y así fue como ocurrió.
En los Olímpicos de México en 1968 contrajeron matrimonio. Fue el 26 de octubre, un día antes de la clausura de los juegos, celebraron sus nupcias en la Catedral Metropolitana. Fue la primera boda religiosa olímpica en nuestro país. Más de cien mil personas acudieron al enlace: entre atletas, prensa y curiosos.
Tras el enlace la pareja concedió una breve entrevista a EL UNIVERSAL, y entre la emoción y los nervios, dijeron sentirse honrados de compartir con el pueblo mexicano tan importante suceso en sus vidas.
“He tenido la presea más codiciada: el hombre de mis sueños; el ideal más caro: casarme en este hermoso país que es México y la felicidad más grande de mi vida: haber entregado a mi patria medallas de oro”, declaró Vera rodeada de las ocho hermosas atletas de Checoslovaquia que fungieron como damas de honor y quienes portaban rosas rojas; mientras que la novia un ramo de orquídeas.
En el acta de matrimonio, dieron como domicilio: ella, la Villa de Coapa, y él, la Villa Olímpica, residencias de descanso y entrenamiento en donde atletas de todos los países participantes en las olimpiadas serían hospedados.
Así, el evento más sensacional de la vida de la Villa Olímpica fue la recepción ofrecida a los recién casados, pues decenas de atletas, edecanes y directivos los agasajaron en su recepción. Su luna de miel fue en una suite que el Comité Olímpico Mexicano les asignó, aunque también estaba la posibilidad, si preferían, de trasladarse al puerto de Acapulco.
Precisamente este complejo residencial donde se llevó a cabo la fiesta del casamiento y que recibió a los deportistas de la primera justa olímpica en México fue inaugurado con el nombre de "Villa Olímpica Libertador Miguel Hidalgo". Su construcción inició en mayo de 1967, en un espacio de nueve hectáreas y contaba entre otros lugares con cafetería, auditorio, alberca al aire libre, salas de descanso y un billar.
La Villa albergó 29 edificios con 904 departamentos. Entre todos reunían un total de 5 mil 44 habitaciones y 2 mil 572 baños, que fueron destinados para la residencia de los atletas. Desde la llegada de los mismos, las habitaciones fueron divididas entre los hombres y las mujeres.
24 edificios los ocuparon hombres, 3 las mujeres y 2 la prensa
Para recibir a los varones el Comité Olímpico Mexicano destinó 24 edificios completos, lo que representó más del 80% del espacio habitacional de la Villa; mientras que las mujeres ocuparon sólo tres edificios. Las dos torres restantes fueron utilizadas como Centro de Prensa. De acuerdo con las especificaciones del reglamento Olímpico cada conjunto estuvo ubicado de manera independiente de los otros.
Esfuerzo, perseverancia y compañerismo era lo que se respiraba en aquellos edificios repletos de personas sedientas de triunfos y medallas. La Villa recibió a mujeres y hombres de 113 nacionalidades que paseaban, entrenaban y dormían en sus pastos. Algunos de ellos, pasadas sus competencias, aprovecharon para nadar, dorar su piel bajo el sol y disfrutar de los espectáculos que fueron preparados para consentirlos.
EL UNIVERSAL publicó que el 13 de septiembre de 1968 fue inaugurado el complejo mediante una ceremonia oficial y detalló, en la sección deportiva del diario, que la Villa estaría equipada con dos gimnasios: uno destinado a los entrenamientos de boxeo y otro a los de lucha. “Las instalaciones están listas para recibir y atender a los especialistas en gimnasia, canotaje, voleibol, esgrima, basquetbol y levantamiento de pesas”.
El área que fue destinada para la edificación de la Villa fue donada por el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras). Y aunque el proyecto arquitectónico quedó a cargo de la Secretaría de Obras Públicas del Distrito Federal, fue Banobras el que financió la construcción de la parte habitacional del conjunto.
Hoy, sobre Insurgentes Sur no hay diversidad racial, no hay atletas de alto rendimiento y tampoco hay personalidades políticas ansiosas de fotografías. En esta avenida principal de la Ciudad de México, los únicos que corren son el metrobús y los miles de automóviles que empañan de smog el ambiente.
A un lado de la estación del metrobús Villa Olímpica podemos verlo todo, menos el centro Deportivo que lleva su nombre. Los rascacielos de alrededor, los centros comerciales y los puestos ambulantes no dejan apreciar el paisaje que hace 48 años recibió a los competidores de todo el mundo.
Una villa de serenatas
Enriqueta Basilio marcó un antes y un después en el olimpismo el 12 de octubre de 1968 cuando encendió el pebetero en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria y se convirtió en la primera mujer de la historia en hacerlo.
Hoy, a pesar de que está delicada de salud y ya no da entrevistas a los medios de comunicación, accedió a platicar en exclusiva con EL UNIVERSAL. Cuando recuerda su estancia en la Villa Olímpica “Libertador Miguel Hidalgo”, hasta su tono de voz cambia y se escucha más suave. Ahora es el tono de alguien que siente que puede flotar entre las nubes.
“La verdad, no acabaría de platicar todas las anécdotas que viví en ese lugar, pero me acuerdo mucho de las serenatas que me llevaban las estudiantinas. Después, hasta la gobernadora de la Villa, Martha Andrade del Rosario, no me dejaba salir porque decía que no podía estar desvelada para los entrenamientos. Las estudiantinas de San Luis Potosí y de Guanajuato eran las que me visitaban. Son recuerdos muy bonitos. Me gustaban los entrenamientos ahí en la Villa y me llamaban la atención los fotógrafos de todo el mundo que deseaban retratarnos”, confiesa la exvallista a sus 68 años de edad.
Además de las habitaciones previamente mencionadas, la Villa Olímpica estuvo equipada con todo un conjunto de servicios y áreas destinadas a la recreación, el ejercicio y el descanso de los participantes de la justa deportiva.
La Villa contó con el edificio de administración, control y registro; ubicado en la entrada principal. Tenía un estacionamiento techado con espacio para 100 automóviles, aproximadamente, y varios andenes para que por allí circularan más de 40 autobuses de manera simultánea. Había un vestíbulo de entrada al lugar, salas para entrevistas, y barras donde era posible solicitar servicios bancarios, de telégrafos y de correo, así como espacios para que se reunieran los participantes.
El comedor, la mejor parte
En la Villa Olímpica se instalaron dos tipos de obras, las desmontables y las permanentes; entre las segundas destaca el Club Internacional que estuvo ubicado contiguo a la plaza Central de la villa y que tuvo espacio para recibir, dentro de sus instalaciones, a mil 500 personas. Este centro de recreación se caracterizó por ser visitado por los atletas para descansar y divertirse. Tenía una cafetería, un auditorio, una alberca al aire libre, salas de descanso y un billar.
Entre las obras permanentes también podemos encontrar dos clínicas de servicios médicos operadas y construidas por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), los gimnasios para el entrenamiento de box –equipados incluso con baños sauna– , un teatro al aire libre, pistas de tartán y diversas áreas de entrenamiento.
Por otro lado, para las construcciones desmontables fueron planeados seis comedores y cada uno de ellos fue instalado para una delegación específica: el número 1 para las de Europa Oriental; el 2, para las de África y Asia; el 3, para las delegaciones latinas; el 4, para las de Europa Occidental; el 5, para las de habla inglesa y el 6, tuvo carácter internacional.
Queta Basilio aseguró que uno de los lugares que más le gustaba frecuentar de la Villa era el comedor, porque ahí podían reunirse todos. “Recuerdo que el ambiente era fabuloso. Me encantaba ver comer a los rusos; comían con mucho gusto, se terminaban hasta la cáscara del aguacate. Los melones, las sandías y muchas frutas ajenas a ellos, los tenían fascinados”.
Entre las demás obras temporales fueron montados el Centro de Prensa, ubicado al suroeste de la Villa; el edificio que albergó el Laboratorio de Genética y Biología Humanas, los talleres de mantenimiento, almacenes generales y la estación de bomberos, así como el centro de lavado, la zona comercial y las habitaciones para el Destacamento Militar Olímpico.
La exatleta olímpica afirmó también que del teatro de la Villa tiene un recuerdo muy especial porque ahí presentaron una canción en su honor. Un músico inglés realizó una composición para ella que tituló "Antorcha y Corona".
La ex deportista afirmó que convivió con muchos atletas de otros países, en especial con los cubanos, a quienes ya conocía de otras competencias, pero recordó que tampoco tenía mucho tiempo de esparcimiento. “Sí hice amistad con algunos competidores de otras ciudades del mundo, pero éramos tantos que ¡qué bárbaro! Yo iba a donde me llevaba mi entrenador. Mi rutina era: a entrenar, a comer, a entrenar, a cenar y otra vez se repetía”.
De acuerdo con una publicación de EL UNIVERSAL, del día previo al inicio de las competencias, en el Campamento Femenil era notable la ausencia de la delegación japonesa: “Los equipos de volibol, natación y gimnasia practican duro. La competencia está ya en puerta y ellas entrenan, entrenan… Se levantan muy temprano, desayunan, abandonan la Villa para ir a sus entrenamientos y no regresan hasta casi medianoche”.
Este diario también dio cuenta de los políticos y celebridades del espectáculo que visitaron la Villa días antes de que iniciaran los Juegos Olímpicos. Entre ellos, por ejemplo, el príncipe de España, Carlos Hugo de Borbón, y su esposa la princesa Irene de Holanda.
La venta de los departamentos
Durante la construcción de la Villa Olímpica fueron descubiertas y reconstruidas dos pirámides completas y otra más fue explorada. Al parecer, los restos eran parte del Centro Ceremonial de Cuicuilco, ubicado del otro lado de Avenida Insurgentes.
Algunas voces de expertos aseguraron, en su tiempo, que hubo ruinas históricas que jamás fueron reportadas, debido a que eso habría obligado a los arquitectos a trasladar la construcción a otro punto de la ciudad. Las exploraciones realizadas entre 1967 y 1968 fueron dirigidas por la arqueóloga Florencia Muller y permitieron conocer características formales de las habitaciones de un palacio.
Los departamentos de la Villa fueron construidos, desde el proyecto inicial, con la idea de poder venderse al término de la justa deportiva. En este diario, incluso fueron ofertados un mes antes de que iniciaran las competencias, a un precio de 200 mil pesos. En el anuncio fueron incluidas algunas de sus cualidades como los ventanales panorámicos de piso a techo.
Esmeralda Reynoso, quien adquirió un inmueble en el año de 1970 dentro de la Villa, platicó en entrevista con EL UNIVERSAL acerca de los atractivos del fraccionamiento. “Eran y siguen siendo unos departamentos muy peleados y caros. Tenían 90 metros cuadrados, parquet en todo el piso, tres recámaras y dos baños, más el de servicio –que se podía utilizar como otra recámara–. También había un patio pequeño y un ducto de basura, que era una gran innovación en ese entonces”.
Originalmente estos departamentos estaban hasta en 200 mil pesos un mes antes de terminarse la justa olímpica, según los anuncios de venta; pero ella, al adquirirlo en 1970, es decir, dos años después, recuerda que compró el suyo en una cifra aproximada a los 100 mil pesos.
Actualmente, Esmeralda ya no habita en la Villa Olímpica, pero aseguró que a su llegada “se conservaba toda el área de donde se ejercitaban los deportistas, así que había alberca, gimnasios, pista de atletismo y demás, que por una módica cuota podíamos usar”.
Al día de hoy, el área deportiva está separada de los condominios, pero en el 1970 todo era parte del mismo circuito. Tras los primeros años de su construcción, la Villa estuvo ubicada en medio de la vegetación, como si fuera una isla; Esmeralda lo recuerda y suelta una carcajada. “No había absolutamente nada por ahí. Frente a la Villa lo único que existía era una fábrica de papel que emitía un olor espantoso. Incluso creo que les tocó a los deportistas experimentarlo, porque la fábrica ya tenía muchos años de existencia”.
Con el paso de los años, el lugar se convirtió en uno de los centros deportivos más frecuentados al sur de la ciudad, sólo que ahora pertenece a la delegación Tlalpan. El espacio recreativo brinda clases y espacios para practicar natación, ballet, tenis, atletismo, entre otros.
No todo fue “de ensueño” en México 68
Esmeralda Reynoso aseguró, durante la charla, que ella tomó la decisión de no seguir los Juegos Olímpicos de México 68, así como un gran sector de la sociedad que se sintió agobiado e impotente por la masacre de estudiantes en Tlatelolco.
La ahora artista visual confirma que ella participó en el Movimiento estudiantil. “Te puedo decir que en el Consejo General de Huelga, desde mucho antes de que iniciara la justa deportiva, tomamos la decisión de hacer una pausa en las movilizaciones para que no se nos achacara que queríamos obstruir las Olimpiadas, claro que antes de hacer la pausa llegó el 2 de octubre…”.
Cuando ocurrió la matanza de estudiantes, en la Plaza de las Tres Culturas, Esmeralda apenas tenía 16 años y estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria número 1, que en aquel entonces estaba ubicada en San Ildefonso. "Yo participé en uno de los grandes mítines que casi nunca se menciona, fue en Tlatelolco el día 7 de septiembre, pero el 2 de octubre no me encontraba allí. Una persona me llamó para que asistiera porque estaban pasando cosas, pero aunque llegué corriendo, el cerco policíaco ya no me dejó entrar. A pesar de eso, sí oí y pude ver a la gente que salía con las caras desencajadas".
Esmeralda no sabe a ciencia cierta quiénes de sus compañeros desaparecieron en Tlatelolco porque, una vez que terminó el movimiento y regresó a la escuela, el director de preparatorias tomó represalias en su contra y quemó toda su documentación para que ella tuviera que marcharse.
Respecto a este mismo tema la ex atleta olímpica, Enriqueta Basilio, afirmó que ella no se enteró del ataque hasta que las autoridades deportivas los dejaron salir del Centro Olímpico para instalarse en la Villa. “Realmente no platicamos del tema porque estábamos entregados a nuestras actividades para representar al país. Los hechos del 2 de octubre fueron injustificables, pero como seleccionados de la justa deportiva teníamos la responsabilidad de sacar adelante nuestro compromiso y eso hicimos”.
Esmeralda Reynoso decidió años después organizar la construcción del memorial 68, para recordar a los estudiantes asesinados diez días antes de que iniciaran los Juegos olímpicos, y hacer un llamado a la memoria colectiva por medio de conceptos como violencia institucional, injusticia, derechos humanos y protesta pacífica.
Ella recuerda las olimpiadas gracias a su estancia habitacional en la Villa Olímpica y al Movimiento Estudiantil, debido a su participación directa con los jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dos hechos que marcaron la historia de nuestro país con una huella profunda que perdurará a través de los años.
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Fotos antiguas: Archivo EL UNIVERSAL y Colección Carlos Villasana-Torres.
Fotos actuales: Aura Garcí
Fuentes: Fragmento de “Memoria de los Juegos Olímpicos de México 1968”, que forma parte del proyecto Biblioteca Virtual de Cultura Física y Deporte en México; entrevista telefónica con la ex atleta Olímpica Enriqueta Basilio y con la artista plástica Esmeralda Reynoso; archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL.