Texto: Xochiketzalli Rosas
Fotos actuales de edificio: Germán Espinosa
Fotos de 1977: Jesús Fonseca/ EL UNIVERSAL
Diseño web: Miguel Garnica

Para este hombre que se viste a diario con el mismo retrato: un pants azul marino, calcetines grises (que quizá hace algún tiempo fueron blancos), una playera de rayas blancas y rojas, y el cabello cano y largo desaliñeado, la plancha de concreto se ha convertido en su cama. Una delgada cobija le sirve de colchón para las horas eternas que pasa acostado en uno de los rincones del edificio que, hasta finales de 2012, ocupó la Contraloría General de la Ciudad de México en avenida Juárez número 92.

A las ocho de la mañana ya se ha levantado y se acompaña con un vaso de café que le han obsequiado los vendedores u oficinistas de los alrededores. Por la tarde, a veces lo acompaña una bolsa gigante de palomitas que le perteneció a alguien que visitó el cine Palacio Chino, localizado en la calle de Iturbide, donde hace esquina el edificio que es su hogar. Y por la noche (y a veces a cualquier hora del día) duerme tan plácidamente, que sus ronquidos se pierden con el bullicio de los automóviles que abarrotan las vialidades cercanas como avenida Reforma.

Tras la mudanza de los dos mil empleados de la Contraloría a la calle Tlaxcoaque, por el metro Pino Suárez, el inmueble quedó abandonado y sólo es custodiado por dos policías distribuidos en dos turnos: matutino y vespertino, respectivamente, que mantienen una guardia en el vestíbulo para recibir la correspondencia.

Así, en cuestión de semanas, varios indigentes (que vivían en las cercanías) llegaron a montar sus cobertizos y habitaron la fachada del edificio. En un parpadeo el inmueble, que abarca una cuadra completa: de la calle de Iturbide a Humboldt sobre Juárez, quedó en las ruinas. La basura y la suciedad se fueron acumulando, los cristales que conforman la construcción fueron decorados con grafitis y otros reemplazados con tablas cuando se quebraron, aunque algunos aún permanecen rotos con la advertencia de “cuidado”.


En  la ciudad existen varios puntos de concentración de personas en situación de calle, pero en los alrededores de este inmueble son los más céntricos

Este hombre de más de 50 años es el único indigente que permanece inamovible en este espacio que, por increíble que parezca, en 1949 albergó la antigua sede de Petróleos Mexicanos (Pemex). Construcción de estilo neocolonial con fachada de tezontle. A poco más de diez años de la Expropiación petrolera en 1938, aquel edificio de apenas cuatro plantas, con arcos en el frente y un reloj en el punto más alto, alojó las primeras oficinas de la paraestatal.


Antigua sede de Petróleos Mexicanos que en la fachada tenía el  letrero: “Consuma lo que el país produce”

Sin embargo, este hermoso edificio fue demolido en los años sesenta para construir la nueva sede de Pemex. Esta nueva edificación no solamente cambió por completo en el diseño y el material (ahora está rodeada de ventanales de cristal), también aumentó de altura: once plantas la constituyeron; lo único que conservó fue el espacio de esquina a esquina.

Convirtiéndose así en una de las construcciones más corpulentas del centro de la ciudad. Y  podía admirarse, pues en esos años aún no se conformaba la prolongación de Paseo de la Reforma ni se había instalado la “Puerta 1808”, escultura de 15 metros de altura y hecha de acero, del artista plástico zacatecano Manuel Felguérez, colocada en el cruce de Paseo de la Reforma y Avenida Juárez  hasta el 20 de octubre de 2007.


Vista aérea del espacio que ocupaba el edificio tras su demolición. En la parte trasera se observa el Conalep que se cayó con el temblor de 1985

De esta manera, en la década de los 70, Pemex dejó el inmueble y fue ocupado por la, ahora inexistente, Comisión Nacional da Abasto Popular (Conasupo), la Secretaria de Turismo y la Secretaria de Gobernación.

Años de gran esplendor en este edificio, pues incluso, en 1973 en el vestíbulo del edificio el duranguense Ángel Boliver pintó el mural “Los grandes valores nacionales de México”. Pieza que persiste en la actualidad, y a través de los cristales sucios se puede observar el espacio que abarca: cuatro elevadores, las dos escaleras a los costados de estos y una cuneta, lo que lo hace lucir en “ele”. Otros murales de este pintor y poeta se encuentran también en el Castillo de Chapultepec y la Secretaría del Trabajo.

No obstante, parece que la mala suerte perseguía ― y persigue, dirán algunos―, a este edificio, pues el domingo 24 de julio de 1977 un incendio destruyó varios pisos. Dos personas murieron y, de acuerdo con las notas publicadas en EL UNIVERSAL, en la fecha del siniestro, los daños ascendieron a los 20 millones de pesos.

El fuego inició en las oficinas del ayudante del secretario de Turismo, quien se durmió y dejó encendida una de las dos parrillas instaladas en la cocina en el sexto piso. Las llamas se propagaron rápidamente que afectaron las oficinas de la Segob y la Conasupo, ubicadas en los pisos quinto y séptimo. Dependencias que varios años después se mudaron del inmueble.


Así cubrió EL UNIVERSAL el siniestro


Uno de los fotógrafos decanos del diario, Jesús Fonseca, capturó el momento del incendio

Y si todavía quedara duda de la mala suerte de este inmueble, es importante mencionar que en el temblor del 19 de septiembre de 1985 el edificio sufrió algunos daños que ocasionaron un cambio nuevo: tuvieron que reducir la altura, por lo que perdió tres pisos. De 11 pasó a 8, como se encuentra hoy en día. Por las afectaciones, la estructura fue reforzada con vigas entrecruzadas de color rojo que en la actualidad persisten. El mural sobrevivió y no padeció el movimiento telúrico.

Así, varios años después, ya con la fisonomía actual del edificio, fue cuando la Contraloría del Distrito Federal lo ocupó. Se desconocen las razones por las que cambió de domicilio en noviembre de 2012 y por qué no ha vuelto a ocuparse.

Lo cierto es que varias veces desde 2014, los indigentes que montaron sus dormitorios en los rincones del inmueble fueron desalojados, y ellos en varias ocasiones regresaron, y otra vez los quitaron. Por eso los pisos de aquel escalón de cemento, que fue su cama, luce blanco por la cal que se roció para la “limpieza”, aunque el aroma, la suciedad, el deterioro y el abandono persiste.

A través de las puertas de cristal atrancadas con dos trozos de madera, los policías que lo “resguardan” apenas quisieron dar alguna información sobre las razones por las que se encuentra en esas condiciones.

Y pareciera que la única que no ha abandonado a este edificio es la mala suerte.

Fotos antiguas: Colección Carlos Villasana-Torres.

Fuente: Archivo fotográfico y hemerográfico de EL UNIVERSAL.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses