Texto: Perla Miranda
Foto Actual: Perla Miranda
Diseño web: Miguel Garnica

“¡Tortas! Lleve sus tortas, hay de milanesa, salchicha y jamón…”, así gritaba Luis Enrique Núñez cuando tenía 11 años, quien entonces se dedicaba a vender los aperitivos en la ya extinta Arena Pista Revolución, ubicada en la esquina de la avenida que le daba nombre y la calle Rembrandt.

Hoy lo que vemos en esta esquina de avenida Revolución y Rembrandt es una gasolinera. La única referencia de que aquí estuvo la pista es el mismo árbol que aparece en ambas fotos del lado derecho.

Este edificio construido en la década de los sesentas fue una de las primeras pistas de hielo de la ciudad, se le conocía como Pista Revolución y pretendía impulsar la práctica de Hockey sobre hielo.

En 1968, año en el que México fue sede de los Juegos Olímpicos, este predio fue remodelado y adecuado para ser una de las subsedes de las competencias olímpicas de voleibol en octubre de ese año. En la imagen principal del texto se aprecia un encuentro de esta disciplina de las selecciones de México y Checoslovaquia.


En la imagen se observa a Luis Enrique posando a lado de El Santo, el enmascarado de plata

Por eso, Luis Enrique, quien no había nacido en 1968, recuerda el inmueble como la Arena Pista Revolución. Contó para EL UNIVERSAL que cuando era niño vivía a dos cuadras del coliseo y en ocasiones sus papás lo llevaban a ver las funciones de lucha.

En este sitio, Enrique conoció a una leyenda en vida, El Santo, el enmascarado de plata y cuando tenía 3 años de edad tuvo la oportunidad de posar al lado de su héroe.

Ahora Enrique tiene 41 años y es gerente de ventas de una empresa de equipo médico. Recuerda que, lamentablemente, el presupuesto familiar no alcanzaba para que él asistiera con frecuencia a admirar a sus héroes; por ello, en su afán de entrar al coloso, empezó a cargar las maletas de los luchadores.

“En algún momento, un vecino que trabajaba vendiendo cervezas y refrescos me vio en la arena y me preguntó si podía y quería ayudarle a vender a la señora que hacía las tortas y no lo pensé dos veces”, narró Luis Enrique.

Las tortas costaban 20 pesos y los refrescos 10. La paga por cada una que vendía era de cinco pesos, además del respectivo “chesco” y una de jamón. Sin embargo, eso era lo que menos importaba para Enrique: “imagínate entrar a ver las luchas y además ganar dinero, eso era suficiente para mí”, contó con asombro.

Relató que había eventos los jueves contra los luchadores del Toreo de Cuatro Caminos; los sábados y domingos, sus ídolos de la Pista Revolución enfrentaban a los estetas de la catedral de la lucha libre, la Arena México. Enrique esperaba con emoción a los gladiadores desde hora y media antes de que empezarán los encuentros.

Luis Enrique rememora el debut de diversos luchadores, como el de Heavy Metal, de la dinastía Casas, quien entonces era un “chavito” y luchaba con el nombre de Erick el Canelo Casas. También fue testigo de los inicios de Villano IV, hijo del famoso luchador y entrenador Ray Mendoza.


Para aquellos que no lo conocen, presentamos a Villano IV durante un encuentro contra Pgasus Kid. La imagen no fue captada en la Arena Pista Revolución.

Otro asistente frecuente a la Arena Revolución fue Gilberto Martínez, quien a sus 45 años recuerda que el ambiente en esta arena era como en todas en los años ochenta: muy popular. Sin embargo, dice, a diferencia de la Arena México, el ambiente era más tranquilo, “tal vez por su tamaño o, tal vez, porque era todavía más familiar”.

El ahora analista político nos narra: “recuerdo que iban muchos niños y mujeres; no faltaban los gritos ofensivos contra un luchador, con tal de apoyar al favorito. Son inolvidables las faramallas de los luchadores; los enojos, en serio, del público por tal o cual actitud de los luchadores y los gritos catárticos de los asistentes ante las victorias de los rudos o técnicos, cual fuera el caso”.

“Tampoco se puede olvidar que en alguna parte de la arena no faltaban los maloras que aventaban orines en los vasos que en un principio habían contenido cerveza o refresco, al grito de: ¡Ahí va el agua! Recuerdo que los niños salían muy contentos y corrían a los puestos que había afuera a comprar los muñecos de luchadores, máscaras y capas”.

El 8 de junio de 1997 se llevó a cabo el último evento de lucha libre en esta emblemática arena y tuvo como lucha estelar el enfrentamiento entre Felino, Negro Casas y La Fiera contra Mano Negra, Hijo del Gladiador y Arkángel.

Semanas después de aquella última batalla de gladiadores, y ya sin estar bajo el poder del Consejo Mundial de Lucha Libre, se inició la demolición de este lugar. Una tragedia marcó aquella aniquilación: en el mes de julio se cayó el techo de forma inesperada y varios trabajadores resultaron heridos.

Actualmente, la esquina de Rembrandt y Revolución es ocupada por una gasolinera. Algunos automovilistas ignoran que en el lugar donde cargan con frecuencia combustible hubo alguna vez una pista de hielo, una sede olímpica y una arena de lucha libre.

Pero Luis Enrique aún escucha los gritos de la afición, las mentadas y chiflidos a los luchadores, y los aplausos y las porras para otros atletas. Todavía retumba en sus oídos su cantaleta: “Tortas, lleve sus tortas…”.

Fuente: Luis Enrique Núñez, Gilberto Martínez, Consejo Mundial de Lucha Libre; Salomón Duarte Ramírez reportero de Box y lucha.
Foto Antigua de la fachada, años setenta: Colección Villasana-Torres
Fotos del interior de la arena: Archivo fotográfico EL UNIVERSAL

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