Colaboración especial 

Donald Trump es un asno. No hay que engordarles el caldo a los ignorantes escribiendo columnas sobre ellos. Trump está buscando los reflectores y no hay que dárselos. Eso me han dicho varios amigos, ante mi furia por los comentarios de Trump respecto a México y los migrantes mexicanos. A pesar de que entiendo el punto, considero que es importante explicar el contexto en el cual el señor Trump grita a los cuatro vientos en su hotel de lujo en Manhattan que los mexicanos son unos rateros y violadores. Lamentablemente, a pesar de que la opinión que expresa Trump no es generalizada, sus ideas tienen eco en la ultraderecha estadounidense, la cual considera que el país se encuentra en una grave crisis y que la culpa la tiene gente como el presidente Barack Obama, un negro, y los mexicanos que llegan al país "con sus drogas y sus problemas." Absurdo sí, pero peligroso también.

A pesar de que Estados Unidos ha sido construido por inmigrantes, también es un país que ha tenido terribles episodios de xenofobia y racismo a lo largo de su historia. Utilizar hoy en día a los mexicanos como chivos expiatorios es muy peligroso, particularmente cuando la población está armada hasta los dientes. La horrorosa masacre en una iglesia afroamericana la semana pasada en Charleston, Carolina del Sur, es un ejemplo más de lo que sucede cuando la ignorancia y el odio se juntan con la violencia. El hecho de que Trump utilizó de manera específica la palabra "violador" al referirse a los migrantes mexicanos nos recuerda los acontecimientos a principios del siglo 20, cuando en el sur linchaban a hombres negros por atreverse a mirar a una mujer blanca. Trump, de manera consciente o no, está jugando con el concepto de que es necesario proteger la pureza de la raza americana.

Recordemos que Trump no es un candidato independiente, sino un candidato del Partido Republicano. Seguramente muchos en el partido se pusieron a temblar ante los comentarios de Trump dada la importancia del voto latino, pero tampoco lo condenaron públicamente. Trump tiene cero posibilidades de ganar la nominación republicana; se le considera demasiado radical y se encuentra muy abajo en las encuestas al interior de su partido. Sin embargo, el discurso de intolerancia no es ajeno a su partido y es un tema que complicará mucho el regreso de los republicanos a la Casa Blanca.

El lanzamiento de la campaña de Trump sin duda contrastó con la de Jeb Bush, ex gobernador de Florida y hermano de George W. Bush, quien está casado con una mujer mexicana nacida en Guanajuato. Bush llevó a cabo su evento en Miami, y de manera astuta pronunció varias frases en español e invitó a los latinos a sumarse a su campaña. Aun un republicano moderado como Bush, sin embargo, tendrá dificultades para generar apoyo entre las comunidades hispanas dado que su partido ha bloqueado la reforma migratoria durante las dos administraciones de Obama, y a pesar de contar con la mayoría en el Congreso no han hecho nada para tender un puente hacia los hispanos.

Trump habla mal no solamente de los mexicanos que viven en EU, sino de México como país. "México no es nuestro amigo," subrayó. Independientemente de la naturaleza ofensiva de sus comentarios, lo que resulta risible es que un supuesto magnate empresarial ignore por completo el carácter estratégico de la relación económica y comercial entre México y EU. México es imprescindible para la construcción de una región norteamericana fuerte y competitiva. México es el tercer socio comercial de la Unión Americana y seis millones de empleos en EU dependen directamente del comercio bilateral. Adicionalmente, las empresas mexicanas han invertido más de 40 mil millones de dólares en EU y operan 6 mil 500 establecimientos que generan empleo en el país. A lo mejor a Trump se le olvida que México compra más productos estadounidenses que el Reino Unido, Francia, Alemania y España juntos. O más que China, India, Brasil y Rusia juntos.

¿Cómo reaccionar ante las declaraciones de Donald Trump? Para los que celebramos la diversidad y reconocemos la enorme contribución de los mexicanos a la economía de EU y a su proyecto de nación, nos queda el poder en las urnas y el poder de compra. La población hispana ya es la minoría más grande del país y sigue creciendo. De acuerdo al último censo, el 17% de la población se identifica como hispana, lo que equivale a 54 millones de personas, de las cuales aproximadamente el 65% son de origen mexicano. Existen hoteles, casinos, muebles y equipo de lujo, y hasta chocolates Trump. Ejerzamos nuestro poder económico y no gastemos ni un centavo más en cualquier producto o servicio relacionado con la familia Trump.

El tema migratorio será clave en la elección presidencial de 2016 y el voto latino será determinante. En la pasada elección, Barack Obama recibió 71% del voto hispano. Hablar mal de los mexicanos es la receta perfecta para darle un balazo en el pie al Partido Republicano. Adelante, señor Trump.

Directora de McLarty Associates

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