El pasado 30 de julio, en el marco del Día Mundial Contra la Trata de Personas, y derivado del alarmante aumento de este delito en México, el gobierno relanzó la Campaña Corazón Azul en su versión 2.0, junto con la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (ONUDOC), financiada por el gobierno de Estados Unidos.

En 2010 nuestro país fue el primero en el mundo en adoptar Corazón Azul como su campaña oficial para prevenir la trata de personas desde una óptica multi-institucional, coordinada e integral, a efecto de sensibilizar e informar a la sociedad mexicana sobre este grave delito. En septiembre de 2016 el Pleno de la Cámara de Diputados ratificó un acuerdo de la Junta de Coordinación Política, el cual impulsé en mi carácter de legisladora y activista social, en el que la Cámara se suma a dicha campaña internacional, a través de la firma del instrumento simbólico de adhesión, denominado, Pacto del Corazón Azul.

Desde hace siete años que nuestro país se sumó a la campaña, y a pesar de los esfuerzos, los casos sobre las diferentes modalidades de explotación han ido creciendo de forma alarmante. Como ha sido reconocido por las propias autoridades, las víctimas no denuncian por miedo, pero sobre todo por la corrupción e impunidad, pues “en México existe una estructura muy bien montada para trasladar a mujeres de Tlaxcala, Puebla, Veracruz, Chiapas, Tamaulipas, Baja California, Chihuahua y Sonora hacia EU, y desde la frontera sur a México.

La Trata de Personas se ha convertido en la segunda fuente de recursos ilícitos del crimen organizado, e incluso ha sido revelado por investigaciones periodísticas que los cárteles del narcotráfico han dirimido sus controversias debido a que han pactado rutas comunes para traficar con personas.

Mayoritariamente las víctimas, quienes son explotadas y vulneradas completamente en sus derechos humanos y despojados de ellos, son niñas, niños y mujeres, aunque existen también personas de la tercera edad y hombres mayores de edad. Hay que hacer especial énfasis en las y los menores de edad quienes se encuentran por su edad y condiciones emocionales, psicológicas y socioeconómicas en extrema vulnerabilidad.

La explotación infantil en México es un problema grave, tanto en su modalidad de mendicidad y trabajos forzados como de abuso sexual. La pornografía y el abuso sexual infantil han hecho que nuestro país destaque entre los miembros de la OCDE y las Naciones de América Latina, logrando el deshonroso segundo lugar mundial en turismo sexual infantil.

Las y los menores de edad son sustraídos de sus hogares de forma violenta o mediante engaños, para luego ser vendidos como mercancías y utilizados como objetos sexuales hasta propiciarles la muerte o dejarlos muertos en vida.

Desde bebés hasta adolescentes, son cosificados por redes delictivas y en donde los “clientes” nacionales y extranjeros juegan un papel fundamental; el delito va en aumento en la misma proporción que la demanda de infantes. Un fenómeno que como sociedad nos obliga a reflexiones profundas.

Es momento de quitarle las caretas a la sociedad mexicana y asumir que está integrada por delincuentes que compran y venden niñ@s, por abusadores que cometen conductas aberrantes; integrada por cómplices que guardan silencio y se hacen de la “vista gorda”, por funcionarios y policías corruptos, por padres y madres deleznables que lucran con el dolor de sus vástagos, por víctimas que no saben lo que es la justicia, el resarcimiento ni la protección.

Sí, también tenemos una sociedad integrada por gente honesta y trabajadora, aunque negadora y negligente que piensa que a sus hijas e hijos “eso” no les pasará. Una sociedad que no quiere asumir la importancia de la prevención y de la comunicación, que prefiere vivir en la ignorancia y que no enfrenta la realidad.

Somos una sociedad que no quiere explicarles a l@s niñ@s, ni en la casa ni en la escuela, lo que sucede, cómo sucede y qué pueden hacer para evitarlo. Una sociedad que no quiere mirar con claridad una realidad cruda, difícil y desgarradora pero que está presente todos los días, a todas horas en la calle, en internet, en las playas de nuestro país, en las fábricas, en los campos, en las aulas, en los antros, en los hogares, en los aeropuertos, en las centrales camioneras y en las carreteras.

En México se compran, rentan, venden y utilizan a bebés, niñas, niños y adolescentes. Y si somos una sociedad mayoritariamente honesta tenemos que admitirlo, denunciarlo, evitarlo y educarnos, para que nos siga sucediendo.

Tenemos que hacer consciencia y saber que cada una de las historias que son reveladas por las víctimas no deben sernos ajenas, al contrario, son tan propias que pueden ser crónicas de hechos anunciados en donde nuestras hijas, hijos, hermanas, primos y abuelos pueden ser los protagonistas de la historia. Sumemos esfuerzos para lograr un México Libre de Trata.

Diputada federal y activista social.
@LaraPaola1

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