A los funcionarios mexicanos les ha dado por seguir un patrón esquizofrénico para justificar las desgracias nacionales. Para explicar la fuga del Chapo , el secretario de Gobernación se refirió a las inmejorables condiciones de seguridad del penal del Altiplano. El secretario de Relaciones Exteriores también considera la evasión chapista como la gran oportunidad para reforzar la cooperación entre México y Estados Unidos. Dijo, según nota de Pierre-Marc René de EL UNIVERSAL, que con el escape: “Se refuerza la voluntad y el compromiso de ambos de cooperar y colaborar. Es una colaboración permanente, exitosa y una colaboración que ha permitido la primera captura del Chapo y que ahora se habrá de reforzar para permitir su recaptura”.

No sucede lo mismo con las agencias estadounidenses encargadas del narcotráfico. Para ellos la fuga del Chapo perturba la cooperación y es fuente de frustración respecto al gobierno mexicano. Algo maliciaban cuando han insistido en la extradición del Chapo, quien está acusado en tribunales federales de ese país. El gobierno mexicano, con argumentos de soberanía, se ha opuesto sistemáticamente a la extradición, generando tensión y la incomodidad de los vecinos, además de teorías sobre supuestas conspiraciones. La más recurrente es que el gobierno se ha negado a extraditarlo para evitar que el Chapo, convertido en testigo protegido, proporcione información —verdadera o falsa— que comprometa a personajes nacionales.

Curioso nacionalismo en cuyo sustento se protege a un reo, considerado amenaza número uno, se le permite, por razones desconocidas, que se escape, sin atender los tratados de extradición celebrados por México, en los que existe reciprocidad y, por otra parte, se invita a las empresas petroleras globales para explotar el petróleo mexicano, históricamente uno de los íconos intocables de nuestro nacionalismo.

El entonces procurador Murillo Karam, a la pregunta de si procedería la extradición, declaró (enero 2015): “Yo puedo aceptar la extradición, pero en el momento que yo diga. El Chapo se tiene que quedar aquí a cumplir su condena y después lo extradito. Unos 300-400 años después, falta mucho”. Con su alarde se le olvidó que ningún mexicano puede ser entregado a un Estado extranjero sino en casos excepcionales, pero a juicio del Ejecutivo. De manera que conforme a la Ley de Extradición no es cuando él dijera, sino que se trata de una facultad presidencial.

El secretario Meade cree que la fuga del Chapo mejorará las relaciones con EU, mientras la embajada mexicana en Washington lleva meses acéfala. Con gran premura se retiró al embajador Medina Mora, para nombrarlo ministro de la Suprema Corte. No importó violar la Constitución que prescribe para ser nombrado “haber residido en el país durante los dos años anteriores a su nombramiento” requisito constitucional que evidentemente no cumplió el ahora ministro.

Meade publicó un artículo en el Dallas Morning News, previo a su reciente visita a Texas sobre la significación para México de este estado fronterizo. Por lo importante de Texas para México, tampoco se entiende que San Antonio, una de las ciudades más cercanas por la historia, la economía, los negocios y la cultura, lleve casi un año sin cónsul general. La página web del Consulado dice que el cónsul general “está pendiente”. El desaire a los sanantonianos que presumen ser la ciudad más mexicana fuera de México es inmerecido, inexplicable.

Las relaciones con Estados Unidos son las más importantes para México. No se entiende entonces la parsimonia en designar embajador. Si a esto se agrega que la embajada de Estados Unidos en México, seguramente en reciprocidad, también esté acéfala, no se ve cómo es que El Chapo con su túnel pueda propiciar mejor cooperación bilateral, como supone el secretario Meade. Relaciones bilaterales sin embajadores, curiosa novedad y manera de cooperar.

Miembro del SNI.

@DrMarioMelgarA

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