El problema de construir torres de naipes en zonas de huracanes es que la caída puede ser estrepitosa. Una serie de circunstancias, históricas y de coyuntura, como la crisis económica y los vaivenes de los gobiernos españoles, llevaron al movimiento independentista catalán al máximo punto que había llegado, cuando el Parlamento aprobó hace unos días la declaración formal de independencia de Cataluña del resto de España. Sin embargo, el mismo Parlamento que proclamó la independencia, sorpresivamente para muchos, decidió que Artur Mas, actual presidente y líder del movimiento independentista, no era la mejor opción para seguir en la presidencia.

La explosión política se ha acompañado de una efluvio de declaraciones de políticos de oposición que acusan a Mas de haber dividido a los catalanes, actuar con odio a España y que su momento político ha terminado.

A estas acusaciones se suman denuncias de corrupción, personalismo y serias dudas y temores sobre las consecuencias de este proceso.

Y ciertamente los catalanes, no obstante lo que hayan aprobado sus órganos de gobierno, presentan claras divisiones que difícilmente podrían culminar en la pretendida “unidad nacional” que exigiría el nuevo Estado. Perder la pertenencia a la Unión Europea, la moneda del euro, el libre paso por Europa, la presencia de los principales bancos nacionales y extranjeros y, por si fuera poco, la exclusión del Barsa de la liga española de futbol, pesan lo suficiente para que al menos la mitad de los catalanes no quieran pasar de ciudadanos españoles con todos estos beneficios, a independientes catalanes pero ciudadanos de segunda división. Esto parece explicar que más tardó en ser aprobada la declaración de independencia que en generarse la explosión política en Cataluña.

El gobierno de España ha reaccionado en forma contundente e implacable, con la Constitución en mano, enunciando los delitos y penas de que serán objeto quienes emprendan acciones en contra de la integridad política de España. Gobierno y oposición acordaron unir fuerzas en este tema, no obstante la cercanía de las elecciones. Y la s sanciones afectarían no sólo a los líderes independentistas sino a toda la población de Cataluña.

En el fondo de esta explosión subyace la incomodidad histórica de muchos catalanes, políticos y no, de los términos de la relación con España. Pero es claro también que cuando se empezó a construir la torre, el gobierno español no le dio al tema el manejo político necesario para evitar que las cosas llegaran a este punto.

En el mejor escenario, deberán ser ahora los políticos moderados, de ambos lados, quienes realicen el trabajo político para sanear esta maltrecha relación y ajustarla a los intereses y expectativas de ambas partes.

Director de Grupo COPPAN
lherrera@coppan.com

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