El triunfo de Donald Trump manda un mensaje que es imposible eludir o soslayar. México fue usado como piñata política por un candidato insolente y desconsiderado. Y, como hemos podido constatar, tuvo éxito en su empresa. Para nuestro país el mensaje es ominoso y doloroso. Pude percibir, durante la cobertura que hice para Enfoque de las elecciones, el desamparo en el que viven millones de ciudadanos de origen hispano e inmigrantes a la Unión Americana quienes, a esta hora, sentirán que no son (por su origen) bienvenidos en el país en el cual trabajan, o peor todavía, considerados aquellos nacidos allí (como el juez Curiel) como ciudadanos de segunda (no sé como irán a vivir esa paradoja los que votaron por Trump, que no fueron pocos) y me destroza el corazón pensar en los dreamers que serán estigmatizados como una carga molesta. No puedo imaginar mayor carga discriminatoria y además más injusta. Pero allí está. La pesadilla es una realidad aunque el Presidente diga que tiene un optimismo fundado en que las cosas irán bien y el líder de la izquierda opte por el escapismo del no va a pasar nada. Ha pasado, está pasando y es probable que lo peor esté por venir.

Durante años preferimos mirar a otro lado suponiendo que el descrédito o el desprestigio del país era un asunto que tiznaba básicamente al gobierno en turno y por tanto, para muchos grupos (que sólo ven su particularismo) eso era aceptable. Poco a poco se fue creando la reputación de un país disfuncional en su aparato jurídico, desconsiderado en lo que a derechos humanos se refiere, proclive a pagar sueldos miserables y permitir acumulaciones pantagruélicas de capital. Desde que Humboldt visitó en Washington a Jefferson en 1804 y compartió sus impresiones sobre la entonces Nueva España, hasta ahora, la percepción de México sigue siendo la de un país injusto y disfuncional.

El diagnóstico y la reacción de Trump y sus electores nos lacera y por supuesto, debe ser denunciada en el plano político, pero en nuestro fuero interno no hay manera de soslayar que no hemos atendido de manera sistemática y seria la genuina transformación de un país y como consecuencia de ella la proyección de poder suave a los Estados Unidos.

La reputación de un país debe manejarse como sus cuentas externas, es decir con una enorme seriedad. Y como prioridad de primer orden cuando se tiene un déficit de imagen. Algunos ex legisladores, como Agustín Barrios Gómez, han recogido el tema e intentado discutir con el gobierno y otros sectores, la edificación de una política de estado en la materia. He sido testigo de buena disposición conceptual al tema, pero no he visto que esto tenga consecuencias presupuestales, fuerza política y voluntad de construir algo grande.

México y los mexicanos pagamos los costos de una pésima reputación. En Canadá, durante años, nos sometieron a una inicua visa que está a punto de extinguirse, pero que claramente nos señaló como un país en el que se confía poco. Ahora, la exitosa campaña de los republicanos a costa nuestra, es una prueba palmaria de que, en términos de poder suave, somos un país con una debilidad enorme.

Las señales son devastadoras y requieren una respuesta a la altura del desafío. Ya anticipo que el discurso de Trump naufragará porque está alentado por temores infundados. Anticipo también que políticamente será un desastre pues, al igual que ha quebrado sus empresas en varias ocasiones, terminará explicando a los americanos que no pudo materializar sus sueños iracundos y toda su flatulencia verbal se convertirá en ridículos pretextos en el momento en que se le llame al altar de la rendición de cuentas. Trump es un contrasentido de la historia. Sin embargo, en el contexto de anti mexicanismo en el que creció, el proyecto trumpista nos interpela y no hay manera de que nosotros nos ubiquemos en la autocomplacencia y digamos que somos una nación impecable, que no tiene que cambiar. Por el contrario, una voluntad nacional por perfeccionarnos y darle al país un nuevo aliento debe ser una prioridad. Nuestros líderes parecen pasmados.

Analista político. @leonardocurzio

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