Un grupo de académicos ha tenido la feliz idea de rendir un homenaje, en forma de libro (Pensar la historia, pensar la política a la manera de Lorenzo Meyer. El Colegio de México. 2016.), a uno de los intelectuales más potentes de la escena nacional. Para un hombre que, desde la envidiable modestia que lo distingue (porque la modestia es la virtud de los grandes), ha recibido todos los reconocimientos que un académico puede recibir, debe ser invaluable que se compile un libro con tantas (y tan distintas) plumas, generaciones y saberes con el único fin de reconocer los alcances de su obra poliédrica y prodigiosa. Lorenzo ha sido citado, discutido, galardonado pero sobre todo ha sido leído, leído con profundidad, constancia y gratitud por contemporáneos y alumnos. Subrayo esto porque hay una legión de intelectuales destacados que son más evocados que leídos y que forman parte de nuestra expresión cotidiana, pero no nos han dotado de la capacidad explicativa del México contemporáneo como lo
ha hecho el incansable Lorenzo.

Digo incansable porque la extensión de su obra es notable y su profundidad todavía más. Es un investigador riguroso, acucioso y sistemático de la historia política del país, de sus relaciones con el exterior, de los atavismos de nuestro sistema institucional y nuestra cultura política. Hay asuntos, como la naturaleza de nuestro nacionalismo y su vínculo con el petróleo, que son imposibles de entender sin su obra. Es un alma científica en la expresión más bachelardiana del término, no es un alma profesoral que, orgullosa de su saber (descomunal), se solaza sentando cátedra. Es un alma que está siempre en trance de quintaesenciar.

Lorenzo es tanto o más influyente como autor que como comentócrata y miren que en ese terreno ha recorrido larga y fructífera senda. Yo tengo la fortuna vital de compartir con él una de las mesas de análisis político (Primer Plano) más reputadas de la televisión. Escuchar a Meyer (siempre informado y penetrante) semanalmente es algo que, si fuese sensato escribiría en mi CV, porque al opinar enseña, comparte siempre perspectivas innovadoras, producto de sus interminables lecturas y su deslumbrante capacidad de pensar. Es, créanmelo, un Sherlock Holmes del análisis político.

Fue el alumno más distinguido de Cosío Villegas y sus trabajos sobre el petróleo marcaron un antes y un después en la historiografía especializada, pero nunca intentó convertirse en un caudillo o jefe de un grupo de interés intelectual. No ha sido un concentrador de poder institucional o presupuestal, capacidades que tantas lealtades provocan. Su liderazgo es fluido y prístino, porque no ha sido un distribuidor de becas o canonjías, de favores o concesiones. Meyer ha dado riqueza intelectual a su entorno, cosa infrecuente en un país enfermo de privilegios y pequeños honores.

Además de sus prendas intelectuales (que voces tan expertas como Marichal, Loaeza, Aguayo, Florescano, Ortega o Reyna ponen de relieve en el libro) es un hombre irrefutablemente decente. Aunque ha hecho públicas sus preferencias políticas no es un intelectual a sueldo de nadie. Ha defendido con canina postura su independencia y eso refuerza su credibilidad. A pesar de su brillo mediático y su éxito editorial, que le darían elementos suficientes para repetir un par de fórmulas afortunadas y vivir de sus rentas, lee como si fuese un principiante y propone creativas interpretaciones de la actualidad.

Decía Sandor Marai que el escritor es una profesión tan útil como la del ingeniero o el médico y es verdad. El escritor, sin embargo, tiene un sistema nervioso capaz de percibir, con una mayor sensibilidad, cualquier mínimo cambio en las relaciones existentes entre los seres y el mundo y por eso se le reputa como clarividente. Esa disposición de entrever lo que viene es la irrepetible cualidad de Lorenzo que a veces, más que entender, parece presentir las cosas. Supongo que esa habilidad de anticipar tendencias no es magia, ni cosa parapsicológica, sino una detallada observación de los procesos sociales, una voluptuosa cultura histórica y por supuesto, un refinado método comparado que le permiten distinguir, como muy pocos, los contornos del porvenir. Porvenir que, por cierto, no es siempre esperanzador, pero ese es otro tema.

Analista político.

@leonardocurzio

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