No veo ningún provecho en alimentar ridículas teorías de la conspiración como la que circula en redes de que El Chapo es recapturado justo cuando el peso pierde más valor. No me detengo demasiado en discutir el tema, baste simplemente recordar que cuando El Chapo se fugó por segunda ocasión la volatilidad del peso ya estaba en su apogeo. Lo que sí me parece provechoso es analizar los hechos y los comportamientos de los principales actores.

A mi juicio no hay manera de regatear que se trata de un éxito gubernamental. Un éxito que restaura parcialmente la imagen de un gobierno disfuncional, muy competente para operar políticamente en el Congreso y en la arena electoral, pero incompetente para realizar funciones técnicas del Estado que van desde custodiar prisiones hasta operar de manera eficiente aeropuertos y autopistas.

Ahora bien, aprobar la asignatura de regresar al Chapo al Altiplano no autoriza a tener ni colectiva ni personalmente una actitud triunfalista. Es más, me parece que la modestia debería ser tono de la narrativa gubernamental. Finalmente la recaptura del viernes es como si un preparatoriano reprobado en convocatorias ordinarias de pruebas, aprueba los exámenes en extraordinario; todo mundo se alegra porque finalmente superó el escollo, pero no me parece que el joven pueda pedir viajes a Europa como premio por su hazaña y mucho menos exigir menciones honorificas. El gobierno tuvo éxito en un examen extraordinario.

En este contexto es ineludible (aunque nada es seguro) que ocurran dos cosas. La primera es que por salud pública salga a la luz la red de complicidades y contactos (hasta los vínculos con las estrellas) que le han permitido al Chapo operar dentro y fuera de las prisiones. Un informe completo encargado a una personalidad por encima de cualquier sospecha (una suerte de comisión de la verdad) ayudaría mucho a adecentar el aire que se respira. Además, pese a todos los desplantes iniciales del tipo: El Chapo purgará condena en México, lo más recomendable es, a mi juicio, extraditarlo. El gobierno mexicano ha demostrado debilidades enormes para garantizar la soberanía en su concepción interna (nadie está por encima de la ley del Estado) y en ese contexto extraditar a un nacional que visiblemente ha puesto en jaque al propio gobierno es una claudicación entendible. El gobierno no está en condiciones de garantizar, ni siquiera a sí mismo, que el delincuente no se vuelva a fugar.

Finalmente percibo que a pesar del inflamado nacionalismo que algunos políticos opositores dicen profesar, en el fondo de su alma hierve ese sentimiento de que todo lo positivo que ocurra va en contra de sus proyectos. En vez de celebrar que un enemigo de la sociedad haya sido derrotado, la sensación que queda es que el hecho en sí es irrelevante y lo único preocupante es que esto beneficie el crédito del gobierno. En otras palabras, no separan el bien del país de su proyecto y siguen fieles a aquella famosa máxima de que mientras peor, mejor.

La recaptura del Chapo nos deja ver pliegues del alma nacional que haríamos bien en discutir con más sinceridad porque en el fondo el nacionalismo guacamolero y de proclama debe dar paso (creo yo) a un patriotismo constitucional que haga del Estado de derecho y del cumplimiento de la ley su estrella polar. La recaptura del Chapo es una restauración del imperio de la ley y en ese sentido es de celebrarse, en este caso con la modestia y prudencia de quien aprueba el bachillerato en periodo extraordinario.

Analista político

@leonardocurzio

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