No es un secreto que los escándalos provenientes de la nota roja, incluido el narco, muy rara vez han podido ser capitalizados en el cine mexicano. Ha habido buenos acercamientos pero nunca la gran película, salvo contadas excepciones. Ahí están los ejemplos de Canoa (la cinta de Felipe Cazals que está cumpliendo 40 años de su sonado estreno), Las Poquianchis (también de Cazals, sobre el feudo prostibulario de las ya fallecidas hermanas Valenzuela en el bajío, y el fantástico documental Los ladrones viejos, de Everardo González, sobre las hazañas delictivas de El Rey de los zorreros: Efraín Alcaraz, El Carrizos, que robó media ciudad de México, incluidas las casas de los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo.

El más reciente estreno, aprovechando el oportunismo de la captura de El Chapo Guzmán ha sido el estreno de la película Capo: el escape del siglo, de Alex Uriegas, que prácticamente no duró nada en cartela, fallando, además de la película, el plan B de tener listo inmediatamente su video. Con la captura de Guzmán Loera (hasta que se escape de nuevo), queda truncada la posibilidad de la biopic sobre su vida, en donde siguen involucrados ejecutivamente: Sean Penn, Kate del Castillo y ahora hasta “La hija”, Rosa Isela Guzmán, del nacido en La Tuna, Badiraguato, Sinaloa, que le dio senda entrevista a periódico The Guardian, y ahora sale con que yo no fui, fue Tete, y que ella no concedió ninguna entrevista, a pesar del reportaje ventilado en la revista Proceso.

Así las cosas, Sicario, de Denis Villenueve (filme de 2015 recientemente lanzado aquí en Blu-ray por Zima Entertainment), luego de Traffic, se vuelve —hasta el momento— el mejor, duro y más crudo retrato del cine de narcos, donde una joven agente del FBI (Emily Blunt), idealista hasta las cachas, es reclutada por una fuerza de élite alterna al buro de investigaciones, para, en la zona fronteriza norte del país, ser “ultilizada” un operativo contra un poderos capo de la droga mexicana.

Las escenas iniciales de la película en la que también participan Vinicio del Toro y Josh Brolin, como agentes con licencia para matar y hacer lo que les dé la gana, son de auténtico terror.

En ese contexto, el espectador no sabe a qué tenerle más miedo: si a los agentes de la DEA o la Policía Federal, ya no se diga a los capos o barones de la droga; a la situación geográfica donde se mueven los polvos y hierbas prohibidas, o a los agentes, sicarios, infiltrados, políticos y demás fauna coludida al amparo de Doña Blanca, a la que le llega un pedazo del pastel y a veces más.

Nadie está a salvo, si no, hay que preguntarle a Alejandro (Benicio del Toro), que se mete a la boca del lobo, como un lobo pasado de lobo, a matar a otro lobo.

pepenavar60@gmail.com

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