En fechas recientes, los presidentes del PRD y del PAN, anunciaron su intención de construir un frente amplio de oposición, para competir en la elección presidencial de 2018. Con independencia del mensaje político que quieran dar, en términos legales, es una coalición electoral más de las que se han creado en otras ocasiones.

La mayoría de las veces son alianzas muy exitosas, cuando de por medio se integra al menos un partido competitivo, como fue el caso con Fox en el año 2000 y de Peña Nieto en 2012. La aparente excepción a esta regla fue el Frente Democrático Nacional en la elección de 1988, coalición que fue encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas con todos los partidos de izquierda. Cómo haya sido y con las dudas que persisten, se creó un nuevo espacio para la pluralidad y alternancias futuras en el país.

Lo cierto es que la efectividad para ganar una elección no necesariamente se refleja en la eficacia del futuro gobierno en funciones. Y los ejemplos están a la vista de todos. Las razones pueden ser múltiples, lo cual incluye limitaciones personales o institucionales. Lo relevante del tema es que una coalición electoral triunfadora, no necesariamente será una coalición de gobierno exitosa, y peor aún, se podría dar el caso, a partir de 2018, que la coalición ganadora pueda no ser la misma tanto en la conformación del nuevo Congreso así como del nuevo gabinete presidencial, dado que los partidos que tengan mayoría en ambas cámaras, serán los llamados a conformar un gobierno de coalición, para lograr integrar una mayoría parlamentaria, por medio de un programa de gobierno común.

Así que la plataforma electoral que mancomunadamente logren suscribir los partidos coaligados, puede no estar incluida en el plan de gobierno, y los actores políticos que se veían despachando en futuras responsabilidades legislativas o administrativas, igualmente se podrán quedar con las ganas, por razón de como quede conformada la nueva mayoría en el Congreso. Curiosa inconsistencia del nuevo sistema, pedir el voto por un programa que igual no será el que se implemente en el gobierno.

Sin ser pesimista, éste es un escenario probable para todas las coaliciones que se vayan a conformar. Pero también hay otros temas que deberán de ser atendidos oportunamente, antes de que se formalice la posible alianza electoral entre dos partidos que históricamente son y han sido antagónicos, como es el caso del PAN y el PRD.

Al menos veo 3 retos inmediatos por solucionar. En primer lugar tendrán que definir a los integrantes de la posible coalición electoral, con el fin de establecer los compromisos que cada uno asumirá en la elección: Quid pro quo.

En segundo lugar, se deberá de pactar una agenda de trabajo y un programa de gobierno a futuro. Será muy interesante ver cómo le harán para hacer conciliables posiciones que políticamente son irreconciliables, como lo es el tema de derechos y presupuestos públicos. Por un lado un partido de derecha se inclina por un modelo económico de mercado, y los partidos de izquierda por un modelo más estatista. Salvo que estén creando una nueva agenda, que en años recientes le llamaron la tercera vía, no veo cómo ni qué va a ceder cada parte, sin ceder a sus principios fundamentales de identidad.

En tercer lugar, deberán de resolver el candidato que van a apoyar en cada una de las elecciones, empezando por la presidencial. Es contrario al sentido común que un partido que tiene mayor intención del voto que otro, le ofrezca que proponga al candidato principal. Si la lógica funciona en esta ecuación, entonces el candidato de esta coalición será del PAN. ¿En verdad el voto duro de la izquierda votaría por un candidato de derecha? No lo creo. Salvo que estén pensando en un candidato independiente y esta es otra historia.

Como sea, pronto veremos si un buen cálculo para hacer política puede cambiar para bien el futuro del país, o bien si será más de lo mismo, o simplemente no será.

Académico en la UNAM

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