Una cruz es más que un símbolo y una señal. No sólo representa una manifestación de fe, sino que puede importar un consuelo, una esperanza, un indicio. Una cruz en el camino puede, a veces, invitar a la oración, pero con frecuencia indica el lugar en el que alguien ha muerto no siempre en un accidente. Aunque en ocasiones se trata de una cruz escueta de madera, muchas veces es de metal y en ella suele inscribirse el nombre del finado y la fecha de su deceso. Esa cruz puede convertirse en una advertencia cuando aparece reiteradamente en el mismo sitio porque puede avisar de los peligros en esa parte del camino.

En las ciudades, donde, como creía Rilke de París, la gente llega para seguir viviendo cuando más bien se hubiera pensado que allí se muere, esas cruces no parecen comunes. A aquellos que han muerto de una manera inesperada o violenta, sólo se les recuerda esporádicamente en el lugar de su muerte, a veces, con flores efímeras, a veces, como una leyenda, a veces, con una inscripción, a veces, con un monumento.

En la calle Abraham González, casi esquina con Morelos, en el centro de la recientemente llamada por decreto Ciudad de México, hay una placa con un rostro en bajo relieve, acaso procedente del Realismo Socialista, que, con letras como de Jugendstil, recuerdan:

1904 1929

Julio A Mella

REVOLUCIONARIO CU-

BANO ASESINADO EN

ESTE LUGAR EL 10 DE

ENERO DE 1929 POR

ESBIRROS DE LA TI-

RANÍA DE MACHADO.

MÉXICO D.F. 10 DE ENERO DE 1938

UNIÓN DE EXILIADOS REVOLUCIO-

NARIOS CUBANOS DE MÉXICO

Una fotografía del Archivo Casasola muestra a Tina Modotti cuando reconstruye el crimen con las autoridades policiacas. Pino Cacucci refiere que el juez Alfredo Pino Cámara advirtió varias contradicciones en sus declaraciones: afirmaba que el asesino había disparado desde un automóvil en la oscuridad mientras ella caminaba rumbo a su casa tomada del brazo de Mella, algo imposible porque una de las dos balas procedentes de un revólver calibre .38 con que lo mataron, lo hirió en el codo de ese brazo, el izquierdo, y en el intestino; la otra perforó el pulmón.

La justicia nunca esclareció el asesinato del cubano Julio Antonio Mella, miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM). Muchos, como Diego Rivera, sospecharon de Vittorio Vidali, quien, según Cacucci, en Trieste le confesó a un viejo comunista italiano durante una discusión: “No fui yo personalmente, pero claro que a Mella lo liquidamos nosotros. Era un irresponsable, estaba quebrantando la unidad del partido y la unidad sindical”.

Podría inferirse que la placa que preserva el recuerdo del asesinato de Mella en realidad encubre a sus asesinos porque Gerardo Machado, que entonces gobernaba autocráticamente Cuba, sabía que Mella no tenía “recursos ni hombres para emprender una guerrilla en Cuba, menos aun zarpando desde México, donde los militantes del PCM y el mismo gobierno mexicano se lo impedirían”. Según Pino Cacucci, en septiembre de 1928, algunos de sus camaradas habían pedido la expulsión de Mella del PCM por “el crimen de trabajar contra la línea del partido” y en diciembre, un mes antes de su asesinato, “durante una acalorada reunión en la calle de Mesones, la última en la que Mella participa, Vidali pierde el control y se acerca al cubano gritándole: ‘No lo olvides nunca: de la Internacional se sale de dos maneras, ¡expulsado o muerto!’”.

Mella, que simpatizaba con la Oposición de Izquierda, que apoyaba a Lev Trotsky, y se había propuesto reorganizar la organización sindical para luchar contra la CROM, que controlaba el movimiento obrero, creó, con el respaldo de Diego Rivera, la Confederación Sindical Unitaria de México y pretendió aprovechar la confusión que se había suscitado por el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón.

Aunque fue un católico solitario quien disparó su pistola Star calibre 35 contra el general Obregón, muchos obregonistas señalaron a la CROM y a su líder Luis Napoleón Morones, secretario de Industria, Comercio y Trabajo del gobierno de Plutarco Elías Calles, como responsables del crimen. Uno de ellos fue Antonio Soto y Gama que, según escribió Pedro Castro, acusó a Morones de anunciar el asesinato, de afirmar que Obregón nunca tomaría posesión y de haber propiciado un ambiente de odio hacia el candidato.

En el edificio en cuya fachada se halla la placa que indica el lugar en el que se asesinó a Julio Antonio Mella hubo una cantina; en donde estuvo La Bombilla, el restaurante campestre donde se acribilló a Álvaro Obregón, se construyó un mausoleo, que sólo conservaba en un frasco de formol la parte del brazo que había perdido en Santa Ana del Conde, para recordarlo.

Continuará

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