Existen muchas formas de caminar, con ello no me refiero tan sólo al lenguaje corporal y a las habilidades o torpezas de quien lo hace, sino a la diversidad de circunstancias en la cual se realiza; estas varían sustancialmente de quien lo hace por necesidad o de quienes lo logran por placer, resulta imposible abarcar en unas cuantas líneas todas las formas de caminar y aún más de lo que ha sido a lo largo de la historia, por lo que me concretaré en una simple idea; paseo o trayecto.

Hay quienes cotidianamente tienen que caminar largas distancias para llegar a una vía comunicada con transporte público y acudir a sus trabajos o a la escuela, caminan y caminan largos segmentos urbanos para entrelazar su trayecto. Para muchos, tal experiencia no resulta nada artística sino un suplicio al cual ven como un mal necesario. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de los senderos peatonales, la alta prioridad que debe ser para los gobiernos locales el mejorar sustancialmente, y no de forma cosmética la infraestructura peatonal; banquetas, cruceros, camellones, andadores, explanadas, plazas, hacer de ello un verdadero paseo que combine la movilidad con la salud pública y que abarque los aspectos físico y espiritual.

Algo tan sencillo como dar un paseo a pie o caminar, que en otros tiempos resultaba una actividad para quienes podían gozar de su tiempo libre o lo hacían porque las distancias eran menores, se ha convertido en nuestros días en un tema fundamental para incorporarnos a la dinámica actual de las ciudades, el mundo se ha hecho pequeño se dice, ello nos ha obligado a movernos de un lado a otro incesantemente, y el caminar sin duda es la mejor forma de hacerlo.

Una de las grandes ventajas que ofrecen muchas ciudades para ser visitadas y habitadas, es que en las proximidades a donde uno se albergue se encuentren puntos de interés o los servicios necesarios, a ellas se les denominan friendly cities o ciudades amigables, y lo que las hace amigables es justamente el caminar, y donde los sitios deseados ofrecen estar a walking distance, a distancias caminables.

Fenómenos de tal naturaleza han sido registrados desde distintos ángulos por creadores como Borges, Cortázar, Hazlitt, Robert Louis Stevenson, Woddy Allen y muchos otros, para quienes el caminar es un arte. Buenos Aires, París, Nueva York han sido las musas de los autores arriba citados. En Dar un paseo William Hazlitt decía “denme el claro cielo azul sobre la cabeza y el prado verde bajo los pies, un camino sinuoso y una caminata de tres horas antes de cenar…¡ y luego a pensar”. Hablaba también del mundo a cielo abierto y el mundo bajo techo; para conversar con amigos opta por el bajo techo y a cielo abierto prefiere la soledad para dialogar con la intemperie.

Sin duda el caminar enriquece nuestra experiencia urbana, posibilita una movilidad más humanizada y armónica, en un ambiente de goce por la vida, aunado a que, por fortuna, el ejercicio físico ha cobrado importancia en el escenario urbano. Hagamos de ello, dentro de nuestras posibilidades, una práctica cotidiana y placentera. Bien lo dice Hernán Lara Zavala “El ser humano puede encontrar altos momentos de felicidad en las pequeñas acciones de la vida cotidiana”.

Arquitecto.

@Felipe Leal_Arq

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