Contrasta el triunfalismo de los políticos al celebrar la transformación del Distrito Federal en Ciudad de México, con el escepticismo ciudadano que no ha sido bien informado de sus retos, problemas, costos o bondades.

Hay muchas dudas sobre qué es mejor para gobernar y organizar una gran ciudad, si una autoridad del jefe de Gobierno fuerte con facultades completas que abarquen todo el espacio geográfico de su demarcación o fraccionar el poder de la autoridad en partes, en Ayuntamientos.

En materia de seguridad pública hay muchas dudas. Esto no significa que no haya respuestas, pero lo cierto es que la población debe empezar a informarse más profundamente de lo que le interesa, lo que tiene más cerca.

¿Quién será el responsable de la seguridad en el Distrito Federal? ¿Un Mando Único? ¿Entonces, cuáles serán las atribuciones de los alcaldes en la materia? ¿Adiós a la posibilidad de esquemas exitosos como la policía de barrio? Si un delincuente es perseguido por la policía de una demarcación y se pasa a otra, ¿qué ocurrirá con la coordinación entre cuerpos policiales?

En materia de servicios públicos he escuchado cualquier cantidad de dudas. ¿Quién se va a encargar de pavimentar una avenida que cruza varios ayuntamientos? ¿Se descentralizará la educación pública de la SEP federal a la SEP de la ciudad? ¿Quién recoge la basura y en dónde se dispone?

En la nueva relación entre el Ejecutivo federal y el gobierno de la Ciudad surgen reflexiones importantísimas. ¿Cómo garantizar la seguridad del Poder Ejecutivo federal, en un territorio en el cual no tiene mando alguno sobre la fuerza pública? ¿Estará el Ejército permanentemente en las calles custodiando al gobierno federal? ¿Los maestros seguirán dependiendo laboralmente del gobierno federal?

Una ciudad requiere de una visión y planeación de largo plazo, entonces, ¿con base en qué parámetros se planeará su crecimiento? ¿Cómo se podrá planear la dotación de agua potable para todos? ¿Quién va a recibir el impuesto predial? ¿Cómo se va a equilibrar el presupuesto de ayuntamientos altamente poblados pero con poca generación de riqueza?

Esas son áreas de la mayor importancia que deberán definirse con absoluta claridad: primero, la relación entre la autoridad local y el Poder Ejecutivo federal; segundo, las capacidades del jefe de Gobierno para tener una visión, atribuciones y capacidades amplias para planear el desarrollo de la ciudad como un todo y, tercero, la coordinación entre el Jefe de Gobierno y los nuevos ayuntamientos y entre ellos mismos.

Ya se iniciaron los trabajos para definir lo anterior. Después habrá elecciones de constituyentes y, finalmente, la redacción de la nueva Constitución local. De ahí la importancia de la participación ciudadana. Ahora sí. Se debe velar por autoridades fuertes tanto a nivel central como periférico, pero la base para que esto sea posible es que haya claridad plena sobre responsabilidades y atribuciones de cada una y que de antemano existan mecanismos para resolver conflictos entre autoridades, o de lo contrario, cualquier solución que se proponga para la ciudad se va a ver anulada por amparos entre alcaldes que se sientan perjudicados.

La integración de la Asamblea Constituyente será la primera gran señal de por dónde irá el arreglo legal, político, gubernamental y administrativo de nuestra capital.

Si se pone en el centro del debate el interés partidista, como siempre sucede, la Ciudad de México, en vez de tener ángel, tendrá un par de decenas de diablillos que le volverán al ciudadano la vida imposible.

Si, por lo contrario, el ciudadano participa activamente para lograr un arreglo adecuado del marco legal de la ciudad, tendremos un espacio digno de presumir en su celebración de los 100 años.

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